La ganadería industrial: la causa oculta del cambio climático

El papa Francisco obsequió recientemente al actor y ecologista Leonardo DiCaprio con un ejemplar encuadernado en cuero de su encíclica sobre los problemas medioambientales Laudato Si'. La ironía que no captó el papa es que su documento de 40.600 palabras no menciona en ningún momento la industria cárnica como factor causante del cambio climático. A pesar de que la ganadería industrial es una de las principales causas de dicho cambio, afirmarlo en el debate público, e incluso entre los círculos ecologistas, sigue siendo tabú. Quizás tenga que ser el movimiento pacifista, con su compromiso con la noviolencia, el que rompa este silencio, pues la ganadería industrial conlleva una enorme violencia contra los animales. Aunque para ello, el movimiento pacifista primero tendrá que superar su antropocentrismo.

Es en la mentalidad antropocentrista del dominio sobre lo que llamamos "naturaleza" donde se encuentran las raíces de la mentira de la crisis ecológica. Hemos tratado a la Tierra como una reserva de "recursos naturales" que nos abastece de alimentos, combustible y materiales de construcción. Desde hace miles de años, hemos ido expulsando a la fauna salvaje de sus hábitats naturales para usar la tierra para nuestro beneficio y para las vacas, ovejas, gallinas y cerdos que criamos para nuestro consumo. Estamos llevando la vida marina al borde del infarto por culpa de nuestro saqueo de los mares.

Algunas de las consecuencias de esta mercantilización de los animales son el cambio climático y la destrucción del medio ambiente. Numerosos estudios reputados relatan que la cría de animales para nuestra alimentación es responsable de entre el 18% y el 51% de todos los gases de efecto invernadero,1 más que todo el sector del transporte mundial. La producción pecuaria es la principal causa de la destrucción de las selvas tropicales, la extinción de especies, las zonas muertas en los océanos y la contaminación acuática.2 Ocupa el 45% del suelo sin hielo del planeta3 y consume el 30% del total de agua que utilizamos.

Y a pesar de todo ello, las cumbres anuales de la COP (Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) siguen haciendo la vista gorda ante los desmanes de la industria cárnica. Su atención está centrada en el consumo de combustibles fósiles. De forma similar, muchas de las grandes organizaciones ecologistas –Greenpeace, Sierra Club, Oceana, Surfrider, 350.org, Climate Reality Project entre ellas4– hacen caso omiso de la producción pecuaria por miedo a disgustar a sus patrocinadores y afiliados. Les resulta demasiado incómodo sugerir que un cambio de conducta respecto a nuestra alimentación pueda ser una parte necesaria de la solución al cambio climático.

Existe un estrecho vínculo entre la militarización y la mercantilización de los animales que debería preocupar especialmente a los antimilitaristas. En ciertos momentos, la demanda de tierras y agua para la cría de animales de consumo ha provocado invasiones y guerras.5 Los ejércitos intervienen en el acaparamiento de tierras que asola actualmente al planeta. En Etiopía, uno de los peores países en este sentido, millones de hectáreas se han puesto a disposición de inversores extranjeros, parte de ellas para criar ganado o cultivar pienso para alimentar animales que terminarán en forma de carne en las mesas de los potentados del Golfo Pérsico y de la India. En estas apropiaciones ilegítimas de tierras, el Gobierno etíope ha recurrido a sus fuerzas armadas para desalojar a cientos de miles de pueblos indígenas de las tierras en las que han vivido desde hace muchas generaciones.6

Cuando se sugiere que nos convendría examinar las ramificaciones de la cría de animales para el consumo, a menudo se alega el argumento de que son solo las clases acomodadas de los países desarrollados los que disfrutan del lujo de poder escoger sus alimentos. Muchos de los pobres del mundo tienen que criar animales, o pescar o cazar animales salvajes, para poder satisfacer sus necesidades alimenticias. Pero este argumento topa de frente con la realidad de que casi el 50% de los cereales de todo el mundo se destinan a alimentar al ganado de la industria cárnica. Si no criáramos estos miles de millones de animales para alimentos, la comida que se cultiva para alimentarlos podría satisfacer fácilmente las necesidades de los mil millones de personas de todo el mundo que pasan hambre todos los días. Pero aquí entra en juego la retorcida política internacional que rodea la soberanía y la seguridad alimentarias.

Cuando este debate llega al dominio público, se cuestionan las estadísticas y se aduce que los problemas se simplifican en exceso. Para algunos, sin embargo, hay un aspecto de las industrias cárnica, avícola, láctea y piscícola que no se puede descartar mediante argumentos: la crueldad que se inflige en los animales y cómo reverbera esta violencia y brutalidad en toda la sociedad. El proceso global de producción de alimentos se ha convertido en un "agronegocio" extremadamente mecanizado. Los insumos bajos y los altos beneficios son la prioridad, no el bienestar de los animales. Desde reses traumatizadas en unidades de engorde y mataderos, a cerdas confinadas en pequeñas jaulas que se vuelven locas por falta de estimulación, a gallinas apelotonadas toda su vida en diminutas jaulas en batería, a vacas lecheras forzadas a estar permanente embarazadas y modificadas con hormonas para que produzcan diez veces más leche de la que darían de forma natural, a peces extraídos en redes desde las profundidades del mar a tanta velocidad que sus órganos internos estallan, hasta la "captura accesoria" de tortugas, delfines, aves acuáticas y peces "económicamente inútiles" que se devuelven al océano muertos o heridos, la explotación de los animales, el sufrimiento al que se les somete y el desdeño por la vida que demuestra la industria de los alimentos de origen animal son, para muchos, del todo inadmisibles.7

Desforestación de la Amazonia vista desde un satélite
Desforestación de la Amazonia vista desde un satélite

 

Lo que recogemos de tanta brutalidad se hace patente en toda la sociedad. Nuestras instituciones políticas, económicas, sociales, legales y otras -así como nuestra cultura alimenticia- se basan en el patriarcado, el privilegio, la mercantilización y la explotación. Al igual que nuestros hábitos alimenticios, nuestras instituciones refuerzan el dominio sobre los más indefensos y vulnerables por parte de los fuertes, los machos y los ricos. Al igual que la industria alimentaria, sus formas de actuar son violentas. Por ello, no es de extrañar que nuestra sociedad se vea asaltada por una agitación interior y sufra tanta opresión, explotación, injusticia y violencia doméstica. La mentalidad del dominio se infiltra en todos los aspectos de la vida pública y privada. No podemos aspirar a ser felices si provocamos el sufrimiento de otros seres. Reconocer la degradada forma de pensar y actuar que representa esta mentalidad del dominio es un paso esencial hacia nuestra curación y el redescubrimiento de la interconexión y la historia evolutiva que compartimos con todas las demás formas de vida.

El movimiento antimilitarista, motivado por su compromiso global con la noviolencia, se organiza desde hace mucho tiempo en torno a temas de paz, guerra, militarización y violencia. Ahora, al darnos cuenta de que el ser humano está prácticamente en guerra con la Tierra y sus habitantes no humanos, el movimiento antimilitarista tendría que plantearse ir más allá de su horizonte antropocéntrico actual. Tiene que plantearse incluir la violencia que se perpetra contra otros seres sintientes.

Cualquier iniciativa del movimiento por la paz para engarzarse con el movimiento contra el cambio climático y empezar a abordar temas medioambientales sería gravemente deficiente si no tuviera en cuenta la producción agropecuaria. Sería como intentar abordar el cáncer de pulmón sin tener en cuenta el tabaquismo. Estos dos movimientos de "tema único" tienen que identificar la explotación agropecuaria como un problema que queda dentro de su campo de acción; desde la perspectiva del activismo por el clima, porque el "agronegocio" es la causa principal del cambio climático; desde la perspectiva del activismo por la paz, porque no es coherente trabajar por la noviolencia entre los humanos mientras se es cómplice de la violencia contra los animales. Si estos dos movimientos se unieran en una relación de complementariedad que pudiera enriquecer a ambos y poner fin a la explotación agropecuaria, los niveles de violencia en la sociedad disminuirían drásticamente, los bosques y la vida salvaje se regenerarían, los ríos volverían a correr limpios, los océanos se recuperarían y el metano producido por el ganado dejaría de emitirse a la atmósfera.

Notas

1 Un informe de 2006 de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), "La larga sombra del ganado", estima que 7.516 millones de toneladas métricas de CO2equivalente (CO2e), o el 18% de las emisines anuales mundiales de gases de efecto invernadero (GEI),pueden atribuirse al ganado vacuno, búfalos, ovejas, cabras, camellos, caballos, cerdos y aves de corral. En 2009, dos asesores medioambientales del Banco Mundial, Robert Goodland y Jeff Anhang, publicaron un análisis sobre los GEI de origen humano, titulado Livestock and Climate Change: What if the key actors in climate change were pigs, chickens and cows? (WorldWatch, November/December 2009. Worldwatch Institute, Washington, DC, USA. Pp. 10–19. Disponible en http://www.worldwatch.org/files/pdf/Livestock%20and%20Climate%20Change.pdf), que constató que el ganado y sus subproductos en realidad responden de por lo menos 32.564 millones de toneladas de CO2e por año, o 51% de las emisiones anuales mundiales de GEI.

2 Estas afirmaciones pueden verificarse en “The Facts” (http://www.cowspiracy.com/facts/), una página web sobre ciencia e investigación realizada sobre los verdaderos impactos de la producción pecuaria, administrada por los diretores de Cowspiracy, un documental de 2014 producido y dirigido por Kip Andersen y Keegan Kuhn, que investigaba el papel de la producción pecuaria en el cambio climático.

3 Philip Thornton, Mario Herrero y Polly Ericksen: "Livestock and climate change, Livestock Exchange", no. 3 (2011). International Livestock Research Institute (disponible en https://cgspace.cgiar.org/bitstream/handle/10568/10601/IssueBrief3.pdf)

Informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) (creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM): IPCC AR5 WG# Chapter 11, Agriculture, Forestry and Other Land Use (AFOLU) (disponible en http://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar5/wg3/ipcc_wg3_ar5_chapter11.pdf)

4 Estas y otras organizaciones se han identificado, tras una considerable investigación, como algunas de las que ayudan a mantener el silencio sobre el papel de la producción pecuaria en el cambio climático, en el documental Cowspiracy (http://www.cowspiracy.com).

5 Este es el tema del libro de David Niebert, Animal Oppression and Human Violence: Domesecration, Capitalism and Global Conflict (New York: Columbia University Press, 2013).

7 La explotación de animales se ha documentado ampliamente. Véase Eating Animals de Jonathan Safran Foer (Boston: Little, Brown and Company; 2009) y The World Peace Diet: Eating for Spiritual Health and Social Harmonyde Will Tuttle (New York: Lantern Books; 2005). Una buena fuente de información es la web de Viva!, una organización que combate la crueldad contra los animales y ayuda a los animales afectados por la industria alimentaria (http://www.viva.org.uk).

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