Colombia

En Colombia la reacción frente a la pandemia, hasta el momento, ha manejado la más clásica retórica nacionalista y militarista que se sustenta en una guerra contra un enemigo común y que despliega una respuesta de acción militar en los territorios. 

En respuesta a los numerosos casos conocidos de abuso sexual y acoso a mujeres por parte de miembros de las fuerzas armadas y la policía en diferentes lugares de Colombia, a finales de julio, la vicepresidenta colombiana Martha Lucía Ramírez se reunió con el Ministerio de Defensa y las Fuerzas Militares. Durante esta reunión, la Vicepresidenta propuso la inclusión y el reclutamiento de mujeres como una estrategia que podría prevenir la violencia contra las mujeres por parte de miembros de las fuerzas militares y policiales.

La empresa alemana Sig Sauer anunció que tiene intenciones de cerrar su fábrica de armas en Eckernförde a finales de año. La empresa atribuyó a "desventajas de ubicación” y a que el Ejército y Policías alemanes prefieren "unos pocos productores locales".

No es nuevo para nadie el impacto que el militarismo tiene sobre la vida de las personas. A veces puede ser más obvio o más fácil de ver, pero otras veces no es tan claro. El año pasado, la Acción Colectiva de Objectores y Objetoras de Conciencia (ACOOC), una de las organizaciones antimilitaristas en Colombia, realizó una investigación sobre violencia contra las mujeres ejercida por sus esposos o parejas y quienes a su vez son miembros de la fuerza policial o del ejército.

Al reflexionar sobre la conferencia Antimilitarismo en Movimiento, el conflicto cada vez mayor en Colombia, América Latina y el mundo, así como el encuentro entre las diferentes manifestaciones de resistencia de la sociedad civil, podemos ver cómo la Acción Directa Noviolenta sigue siendo una estrategia de empoderamiento no violento que entrelaza ideas, historias y alternativas.

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