El negocio de la guerra

El negocio de la guerra tiene una larga y detestable historia. Sin embargo, en la era del neoliberalismo —durante la cual vienen ocurriendo privatizaciones a gran escala— los especuladores de la guerra han encontrado nuevas oportunidades de embolsar enormes ganancias. En particular, después de los atentados del 11 de septiembre, el lanzamiento de guerras de agresión por parte de EE. UU. y sus aliados, tanto las corporaciones militares como las no militares se han enriquecido hasta un punto jamás visto en la historia. Por ejemplo, Halliburton ganó 39 500 millones de dólares como resultado de los contratos que obtuvo sin licitación, de los excesivos sobreprecios y de la explotación laboral durante la guerra contra Irak. Existe la opinión de que Dick Cheney, director ejecutivo de Halliburton hasta el 2000 y vicepresidente de Estados Unidos al momento de la invasión a Irak, apoyó la guerra para salvar su empresa petrolera, la que atravesaba por problemas económicos.

Los especuladores de la guerra vienen de muchas formas, como ser comerciantes de armas y de materia prima, políticos, científicos al servicio del Ejército y contratistas civiles y militares. De acuerdo con Stephen Lendman, “los especuladores de la guerra constituyen una clase por sí mismos. Prosperan en la guerra. Dependen de ella. El negocio necesita de conflictos e inestabilidad para florecer. Cuanto más duren estos, mayores serán los potenciales beneficios (“Making the world safe for war profiteers”, Global Research, 16 de diciembre de 2013).

Las víctimas de los especuladores no son solo los ciudadanos de los países contra los que se libra la guerra, sino también los contribuyentes del país agresor. Mediante la apelación al sentimiento nacionalista de los ciudadanos y el uso del miedo que estos tienen a la falta de seguridad, los especuladores de la guerra consiguen lo que ambicionan con relativa facilidad. Recuerden la afirmación de Tony Blair de que el ejército iraquí era capaz de lanzar armas químicas y biológicas a los cuarenta y cinco minutos de recibida una orden.

¿Cómo podemos ponerle fin a la especulación de la guerra? La respuesta obvia es abolir la guerra, pero este es un objetivo irrealizable por ahora. Nuestro desafío es, entonces, encontrar modos creativos de oposición a los especuladores de la guerra y exponer la avaricia y la corrupción de estos. Lo más importante, es necesario llevar a cabo una incesante campaña a favor de la desmilitarización en el país y en el extranjero, la que privaría a los especuladores de sus inmerecidas riquezas.

En gran parte, las guerras solo se pueden librar y sostener mediante el apoyo público. Los políticos belicistas ―en colaboración con los medios corporativos― manipulan la opinión del público para promover sus planes ulteriores. A pesar de haber sido engañados de manera repetida a través de propagandas y apelaciones al patriotismo, el complejo mediático militar industrial continúa desplumando, con éxito, a los contribuyentes y usando a los jóvenes como carne de cañón. Un factor importante que permitió al imperio británico y al estadounidense crecer y sobrevivir durante tanto tiempo fue el lavado de cerebro de sus ciudadanos. Nuestra tarea es estudiar las formas de animar a los ciudadanos a hacer frente a una aceptación pasiva de la retórica belicista declamada por los políticos y los medios, quienes son, en realidad, los representantes de los especuladores de la guerra. En otras palabras, es necesario que el alcance de Internacional de Resistentes a la Guerra se extienda mundialmente para que la organización tenga una presencia y una influencia mucho más allá de las que tiene en la actualidad.

El 15 de febrero de 2003, alrededor de diez millones de manifestantes tomaron las calles de muchos países para oponerse a la invasión a Irak. Semejante movilización nos demostró que existía una firme oposición mundial a la guerra, pero no se disuadió a los responsables de tomar decisiones/especuladores de la guerra de sus acciones. Necesitamos considerar qué lecciones se han aprendido de nuestras experiencias pasadas y qué se puede hacer para ser más efectivo a la hora de oponernos a aquellos que se benefician de la guerra.

Gunvant Govindjee y Seungho Park

Traducción: Mabel Pedemonte

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