Noviolencia y Empoderamiento Social

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Sian Jones

Violencia...

Han pasado cinco meses desde los acontecimientos de Seattle y la gente piensa que algo ha cambiado... dos editores y un perro se desplazaron a Londres para el 1º de mayo de 2000... jardinería guerrillera... parte de un día de acciones globales contra el capitalismo. Hacía mucho tiempo que yo no participaba en una acción en la que sabía que no habría violencia, no sólo por parte de la policía sino como táctica de protesta declarada de antemano... pero ¿una táctica para qué?

Tal como Viv Sharples explica en la sección "Herramientas" de este número, Seattle no fue un acontecimiento azaroso, sino una acción muy bien planificada, en la que los participantes se vieron respaldados por la organización y por la presencia de los demás. No fue así el 1º de mayo en Londres. No fue la violencia lo que realmente me disgustó (no la presencié ni la viví personalmente), yo estaba en otro lugar, sembrando coles en el Ministerio de Defensa (fútil pero simpático). No vi más que lo que transmitieron las noticias de la televisión esa noche. Lo que me disgustó fue la falta de estrategia en la violencia, que no fue más allá de romper ventanas. Puede que a muchos televidentes les pasara por alto la ironía de ver a los que habían destrozado un Macdonald's repartiendo hamburguesas y a otros gamberros comiéndoselas, pero a mí me pareció la expresión de la absoluta futilidad de todo el barullo. Tal como Howard Clark señala en esta misma sección, la barbarie colectiva no es sinónimo de una estrategia para el cambio.

... y pérdida de la propia fuerza

A la policía antidisturbios, armada y supuestamente peligrosa, no le hizo frente un grupo de activistas con un claro sentido de su propia fuerza, sino gente que desconocía por completo su poder potencial. En lugar de reclamar las calles (una de las principales consignas del día), los manifestantes (y algunos turistas inadvertidos) fueron conducidos a Trafalgar Square. El resto nos vimos empujados a las calles laterales por la policía. Alguien gritó "sentaos" - pero sólo siete personas le hicimos caso- y otros quinientos retrocedieron obedientemente y permitieron que la policía retomara las calles. Ahí se encontraban 500 personas que no tenían la más mínima idea de lo fácil que es sentarse en el suelo y no sentir miedo, saber que lo peor que puede suceder es que te arresten o que te peguen, y no por ello dejar de sentir tu propia fuerza.

Del miedo al sentido de la propia fuerza

Los artículos que siguen describen muchos procesos de empoderamiento: desde el personal, que tanto faltó ese 1º de mayo, hasta el sentido del propio poder que se obtiene al trabajar con otros hacia un objetivo común; y finalmente -y la linealidad de este argumento no debería dar a entender que el camino hacia el empoderamiento social no es una senda larga, llena de bifurcaciones y a menudo tortuosa- que nosotros, como colectivo social, podemos enfrentarnos a los que ostentan el poder y transformar nuestras vidas. Sea lo que sea aquello que tememos, enfrentarse al miedo es el primer paso hacia nuestro sentido personal del propio poder. Cuando somos niños tememos lo desconocido, los caminos que nunca hemos transitado con confianza o conocimiento; y a menudo, como adultos -como señala Vesna Terselic-, utilizamos la apatía como mecanismo de defensa para no sentir ese miedo. Pero tal como Roberta Bacic expone con tanta lucidez, es sólo a través de sentir y de mirar cara a cara a ese miedo que sabemos que estamos vivos.

El largo y tortuoso camino...

Cada estadio del empoderamiento descrito por Julia Kraft aparece en este número, que examina el verdadero trabajo de empoderamiento que se está llevando a cabo, paso a paso, poco a poco. Como el de las mujeres de Croacia, que empiezan con una lavandería y llegan a ser importantes artífices políticos en su comunidad; como los gays y las lesbianas de Zimbabwe, que hacen un llamamiento al respaldo internacional -a menudo con resultados contradictorios-; como las personas sordas de Gran Bretaña, que luchan por el reconocimiento de su cultura y lenguaje.

Empoderamiento significa tomar o crear espacio para nosotros mismos (ver el epílogo de Ellen Elster, en el que trata el efecto de desempoderamiento de las campañas profesionales), ya sea reivindicando la propia identidad, el derecho al empoderamiento económico o, literalmente, ocupando espacio, como en el relato fotográfico sobre okupas de David e Ippy.

Tal vez esto encuentre su mejor expresión en el informe de Saswati Roy sobre Swadhina, donde se transmiten a las mujeres de la India los conocimientos y técnicas necesarios para poder fortalecerse a sí mismas y a sus comunidades. En este caso, como en el de tantas otras mujeres, la clave radica en el empoderamiento económico, del cual podrá surgir su dignidad, su derecho a ser ellas mismas y a ejercer el control sobre sus vidas.

Y sin embargo, los colectivos de identidad que a menudo se describen como empoderamiento social también pueden ser en sí mismos un factor de desempoderamiento. Al examinar los entresijos de las estrategias de identidad del colectivo gay, Andreas Speck pone de manifiesto que nuestras necesidades de identidad política, social o sexual, a la vez que nos fortalecen también pueden limitar nuestra capacidad de acción política.

¿Qué tipo de poder queremos?

En su análisis de las concepciones tradicionales de poder, y planteando el poder no como algo necesariamente antagónico, sino como algo transformador y en último término creativo, Cecilia Moretti trata la cuestión de qué tipo de poder queremos y, sobre todo, qué queremos hacer con ese poder cuando lo tengamos. Ella concibe el poder para el cambio desde dentro, desde abajo y más allá de los límites que creamos entre nosotros, temas que recoge con gran acierto el artículo de Gustavo Esteva sobre la lucha del pueblo de Chiapas. Es cierto que los zapatistas no se han hecho con el poder en la sociedad militarizada en la que viven, pero, en un clima de esperanza, han transformado la vida y las relaciones sociales en sus comunidades autónomas.

El poder de transformar nuestras vidas está en todos nosotros. Lo único que debemos hacer es averiguar qué es lo que queremos y cómo conseguirlo -ésa es la parte más difícil- y entre todos podremos lograrlo. El resto es fácil: tal como reza el dicho, "sé realista, ¡pide lo imposible!"

Sian Jones es miembro de Aldermaston Women's Peace Campaign, una organización afiliada a la IRG.

Traducido por Matias Mulet.

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