Lunes y Martes en Kosovo - 29 y 30 de Marzo 1999

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es

Llegué a Pristina antes del anochecer. No pude acceder a las oficinas
del HLC. El edificio está frente a la Comisaría de Policía
y la cárcel y la puerta principal estaba cerrada con llave. Alguien dijo
desde dentro, "No te conocemos y no abriremos la puerta". Por el acento supe
que era serbio y que él debía saber por el mío que yo
también era serbia. Yo sabía que los residentes eran serbios y
albaneses y vi su determinación a no admitir extraños en el
edificio como buena parte de Pristina. Caminé hacia la parte trasera y
vi guardias a la entrada del edificio de al lado. Había varios hombres
detrás de los sacos de arena diestramente apilados. Hablé con
ellos y supe que eran residentes serbios y albaneses que estaban vigilando sus
hogares. Habían acordado que los serbios defenderían a los
albaneses de la policía, que los albaneses defenderían a los
serbios del ELK y que todos se defenderían mutuamente de los
paramilitares y otras bandas. Cuando suenan las sirenas de ataque aéreo
todos bajan a los refugios excepto aquellos que están de guardia.

De allí fui a casa de Nora. Apenas había llegado, una vecina
irrumpió sollozando: "Se han llevado nuestro coche". Tres hombres con
uniforme de policía habían llegado, - decía -
habían forzado la puerta del coche y se lo habían llevado. "Mejor
el coche que no tu hijo", dijo el padre de Nora. Marqué más de 20
números de teléfono. La mayoría de ellos no funcionaban.
Hasta las 4 de la madrugada hubo silencio. Entonces se oyeron explosiones y
luego el silencio.

Al amanecer fui a ver algunos amigos. El teléfono de los Keljmendis
estaba cortado. La placa de Bajram Keljmendi estaba todavía en la puerta
de su bufete. Los vecinos me dijeron que no habían vuelto a ver a su
esposa Nekibe desde el entierro de Bajram y sus hijos. Les encargué que
le dieran recuerdos de mi parte. A continuación, Nora, un pariente de
Fehmi Agani, un conductor de Belgrado y yo nos dirigimos a Dragodan, el barrio
de Fehmi Agani. Al llegar nos paró la policía. Nos pidieron la
documentación y cuando vieron que Nora y Arsim eran albaneses, el que
estaba al mando les ordenó salir del coche. Salí yo
también diciendo que todos trabajábamos para la misma
organización y que estábamos buscando un amigo. El agente
contestó que los albaneses ya no trabajaban en Serbia y que
debían estar camino de Macedonia. Le pregunté que desde cuando la
policía tenía autoridad para despedir trabajadores y él me
gritó que volviera al coche y cerrase la boca. Me senté en el
asiento del coche, pero dejé la puerta abierta y las piernas fuera. Dio
un portazo y me pilló las piernas, diciendo que los serbios como yo
estábamos arruinando a Serbia. El que estaba al mando llamó
alguien con su Motorola. Esto duró unos 10 minutos; luego nos
dejó seguir. Nos dirigimos hacia el centro, casi sin creer de la que nos
habíamos librado. Condujimos por calles laterales hasta el distrito
Suncani Breg. A lo largo del recorrido vimos comercios y quioscos devastados y
saqueados. Encontramos a Vjollca, pero estaba decidida a quedarse con su
familia en Pristina. Nos echó de allí su vecino serbio diciendo:
"¿Qué tipo de reunión es esta? No está permitido
merodear. Los albaneses tienen que estar dentro de sus casas".

En los distritos totalmente albaneses encontramos grupos de personas tratando
de decidir qué hacer: ¿debían dirigirse a la frontera o
quedarse hasta que la policía les ordenase abandonar sus hogares?.
Algunos me dijeron que en Pec no quedaban más de 1.000 personas,
aquellos que consiguieron salir de la fila que la policía y los
militares escoltaban hasta la frontera montenegrina. Nadie sabía, ni
siquiera sus parientes, si era cierto que habían matado Fehmi Agani.
Habían oído el informe en la CNN. Tampoco había noticias
fiables de Baton Jakdziju, el redactor jefe de Koha Ditore. La gente
se quedaba en sus casas. Sólo los más valientes se
atrevían a visitar familiares que vivían cerca. Sólo unos
pocos teléfonos funcionaban.

Las calles del centro de Pristina estaban casi desiertas. La gente estaba en
sus apartamentos o en las escaleras de los edificios. En uno de ellos hablamos
con los vecinos y encontramos a Mentor. Estaba a punto de partir hacia la
frontera. Estaban aterrados todos aquellos con los que hablábamos.
Todos, excepto un albanés que tranquilamente nos repetía que no
abandonaría su hogar hasta que no le echasen. Una anciana serbia
entró y se quedó un momento para charlar con sus vecinos. Tampoco
ella parecía tener miedo.

Al mediodía salimos hacia Macedonia en dos coches. Hay 75
kilómetros hasta el paso Djeneral Jankovic. Varios coches procedentes de
las calles laterales se nos unieron. En la carretera hacia la frontera
teníamos cientos de coches detrás de nosotros. El plan era llegar
a la frontera y esperar a que Ariana y Mentor hubieran cruzado; entonces Nora y
yo iríamos a Belgrado. A tres kilómetros de la frontera la
columna se detuvo. Circulaban rumores de que la frontera estaba cerrada, que la
policía confiscaba los coches, que estaban separando a los hombres ...
La visión de policías en la columna con las caras cubiertas nos
atemorizó y decidimos regresar a Pristina. Nadie nos lo impidió.
La gente nos preguntaba qué ocurría y nosotros
intentábamos convencerlos de que regresaran a sus casas. Pero
sólo unos pocos coches nos siguieron. Mientras regresábamos vimos
que había más de 2.000 coches en la columna. También vimos
grupos de gente que iban andando, todos agarrotados por un miedo terrible.

Regresamos a Pristina, dejamos a Ariana y a los otros, luego Nora, su hermano,
Mentor y yo nos dirigimos hacia Belgrado. Yo tenía miedo de lo que
pudiera ocurrir en los controles de policía. El primero estaba nada
más salir de Pristina en la carretera a Gnjilane. Nuestro conductor le
preguntó al policía si la carretera a Gnjilane estaba abierta.
"Depende del nombre", fue la respuesta. El agente comprobó los papeles
del conductor y nos dejó pasar. Volvieron a examinar la
documentación del conductor en otros controles y se nos permitió
continuar. A 10 kilómetros de Pristina unos soldados nos pidieron la
documentación en un control militar. No hubo problemas. Llegamos a
Belgrado en torno a las 10 de la noche.

*Yugoslavia Human Rights Flash es un boletín del Humanitarian
Law Center (HLC) con la última información sobre los derechos
humanos en Kosovo, Serbia y Montenegro. Sólo se publican informes
recibidos por las oficinas del HLC en Belgrado y Pristina.

  • Texto en inglés transmitido por Mujeres de Negro de Belgrado y
    traducido por Mujeres de Negro España
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