Invasión vikinga en el Museo Británico

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Sunniva Taylor

El Museo Británico, situado en Londres, fue invadido (pacíficamente) en cuatro ocasiones durante el pasado mes de junio. Una de ellas un sábado por la tarde, cuando algunas personas, muchas de ellas disfrazadas de vikingos, fabricaron un barco vikingo móvil en el Gran Patio del museo, como parte de una acción poética y de representación vocal iniciada por el grupo BP o no BP (BP or not BP). Del mismo modo, en distintas ocasiones a mediodía, los visitantes del museo fueron sorprendidos por una reunión de adoración mantenida por un grupo de cuáqueros y amigos, rodeados de posters sobre BP. Finalmente, una tarde de fin de semana, miembros de la Red de acción del dharma para el compromiso con el clima (DANCE, por sus siglas en inglés), un grupo de activistas budistas, realizó un ejercicio de meditación en movimiento por el museo, reflexionando sobre el vínculo entre el petróleo y el cambio climático.

¿Por qué se han llevado a cabo estas acciones? El Museo Británico tiene un acuerdo de patrocinio con la compañía petrolera BP, que está financiando y patrocinando una serie de exposiciones especiales. Una de ellas, disponible hasta hace poco en el museo, fue la exposición vikinga. Estas invasiones se enmarcan en un movimiento creciente de personas comprometidas con la causa de exponer y cuestionar cómo y por qué las compañías de combustibles fósiles están patrocinando instituciones en los sectores de las Artes. En Londres, BP también patrocina la Tate Gallery, la National Portrait Gallery y la Royal Opera House.

Estamos en medio de una crisis ecológica, en la que la humanidad está ejerciendo violencia contra la Tierra. Estamos extrayendo recursos de una manera que atenta contra el medioambiente y contaminando a una escala mucho mayor de lo que los ecosistemas pueden asumir. Como consecuencia de todo esto, nos enfrentamos ante la catástrofe del cambio climático, así como la pérdida de la biodiversidad, lo que causa y causará violencia y sufrimiento a nosotros mismos y a otros seres humanos.

Si bien, de alguna manera, todos somos cómplices de esto, aún nos queda margen para la elección en la economía y la sociedad en que vivimos. El sistema económico actual está impulsado por combustibles fósiles con alto contenido de carbono y basado en la perpetuación de la violencia - contra la Tierra y contra otros seres humanos – con el objetivo de obtener beneficios. Las compañías de combustibles fósiles se encuentran en medio de todo esto, puesto que, como dijo Desmond Tutu "Hace veinticinco años teníamos excusa para no estar muy al corriente o para no hacer mucho por salvar el medio ambiente. Pero hoy en día ya no tenemos excusa". Sin embargo, las compañías como BP, que ya disponen de unas reservas conocidas de más de cinco veces la cantidad de combustibles que podemos permitirnos quemar si queremos evitar un cambio climático de consecuencias catastróficas, siguen buscando más e identificando técnicas de extracción aún más extremas. También hacen presión a los gobiernos para obtener más apoyo e intentan evitar que se establezca un acuerdo climático que pueda limitar sus capacidades actuales de extracción. Por otro lado, intentan mantener su "licencia para operar", asociándose con aquellos sectores considerados como "buenos", como el Arte y la cultura.

Tutu también dijo: "Aquellas personas con conciencia han de romper sus vínculos con las empresas que financian la injusticia del cambio climático... [tenemos que] animar a más universidades, municipalidades e instituciones culturales a que se desvinculen por completo de la industria de los combustibles fósiles". Eso mismo es lo que hacían los activistas del Museo Británico, junto con otras personas que realizan acciones en otras instituciones artísticas patrocinadas por los combustibles fósiles. Esto también es lo que está intentando hacer el creciente movimiento de desinversión, al hacer un llamamiento a las personas y las instituciones para que dejen de invertir en combustibles fósiles.

En uno de los posters desplegados en la reunión de adoración de los cuáqueros se leía "nos reunimos en silencio para demostrar el amor que sentimos por nuestra Tierra y nuestra resistencia contra potencias como la petrolera BP, que patrocina exposiciones del Museo Británico". Chris Walker, un cuáquero que asistió a las cuatro reuniones de adoración que ha habido hasta la fecha comentaba: "Creo que nuestra adoración es una acción que tiene especial fuerza. Al estar allí, ocupábamos un especio que es a la vez tranquilo y tenso para los que nos rodean". Esta tensión creativa parece ser un lugar común en todas las acciones que están teniendo lugar en el Museo Británico y en otros lugares. Todas tienen por objeto provocar el conflicto abriendo un espacio para que la gente pueda cuestionar el sistema en el que viven y las potencias que lo controlan. 

Todas estas acciones – de los cuáqueros, DANCE y BP o no BP – no se programaron conjuntamente, sino que estaban vinculadas. Las acciones de DANCE estuvieron directamente inspiradas en las reuniones de adoración de los cuáqueros, mientras que la última reunión de los cuáqueros tuvo lugar, expresamente, al día siguiente de la "invasión vikinga" de BP o no BP, para mostrar la diversidad y el grado de preocupación, así como el creciente compromiso de tomar acción por la causa.

Aquellos que hayan estado observando las acciones directas que se han organizado en Londres en los últimos años habrán podido constatar el aumento de las campañas dirigidas a este tipo de instituciones que lavan la imagen de las compañías más dañinas. Pero no se trata solamente de compañías de combustibles fósiles, la industria del comercio de armas también realiza una labor admirable de mejora de su reputación asociándose con los museos más populares. La Campaña contra el comercio de armas está trabajando para expulsar a los traficantes de armas del mundo de las Artes. Ahora mismo se está presionando al Museo del Transporte de Londres, que está patrocinado por Thales, la undécima empresa de armas más grande del mundo. Ciertamente, pueden atribuirse parte del éxito cosechado por "Desarmando la Galería", que consiguió que la National Gallery del Reino Unido rompiese su acuerdo de patrocinio de larga data con el fabricante de armas Finmeccanica en 2012.

Estas acciones se alimentan las unas de las otras. Los activistas en favor del cambio climático también han registrado algunos casos de éxito. Tras meses de presión, el Southbank Centre de Londres rescindió repentinamente su acuerdo de patrocinio con Shell a principios de 2014. Las tácticas se difunden, la gente las capta y las instituciones/empresas a las que van dirigidas a veces no las captan a la misma velocidad.

Estas acciones son un ejemplo de cómo grupos reducidos de personas pueden ejercer presión a las instituciones de las Artes, para quienes la reputación es algo muy importante. Este tipo de interacciones pueden resultar más empoderadoras que enfrentarse con departamentos de gobierno o grandes empresas. Louisa Wright, que ha participado en acciones artísticas para cuestionar el patrocinio de la Tate por parte de BP, así como en las protestas por el acuerdo de patrocinio del Museo Británico, comentaba: "No quiero que el Arte se convierta en un cómplice de la destrucción. Nuestras instituciones culturales deberían estar ahí para crear espacios que nos permitan reflexionar acerca de quiénes queremos ser y cuál es el verdadero sentido de la vida. No para coaptarnos para que formemos parte de un sistema violento. Si no son capaces de hacerlo por ellas mismas, tendremos que ayudarlas, interviniendo y creando ese diálogo por nosotras mismas”.

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