Afghanistan

Efat Abulfazil es una joven trabajadora por la paz de Afganistán. Creció durante la época de guerra en su país. Está profundamente preocupada por la situación de posguerra de sus comunidades. Actualmente estudia psicología en la Universidad HSE de Moscú. Después de terminar sus estudios, quiere trabajar por la paz y la noviolencia. Es miembro de Voluntarios de Paz Afganos, un grupo principalmente de jóvenes que promueve la paz, la noviolencia y soluciones locales para sanar y reconstruir comunidades y valores humanos. También es miembro d

El 7 de octubre se cumplieron dieciséis años desde el comienzo de la guerra de Afganistán: la guerra más larga de Estados Unidos. En un esfuerzo por justificar la presencia continuada y extendida de tropas estadounidenses en el país, el presidente Trump está buscando un plan para lograr que empresas estadounidenses extraigan minerales de un Afganistán rico en recursos.

Tara Tabassi (Liga de Resistentes a la Guerra) y Andrew Dey (Internacional de Resistentes a la Guerra)

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Como activistas antimilitaristas estamos bien posicionados para ver el poder que ejerce la policía en industrias de armamento y agendas militaristas tan amplias. La comprensión de este poder policial en los distintos contextos del mundo es clave para que los activistas que luchan contra la militarización puedan mantener el control sobre el poder policial en nuestras comunidades. Las fuerzas policiales suelen actuar para mantener una distribución del poder statu quo injusta en la sociedad y tienden hacia enfoques hegemónicos donde unos tienen el poder sobre otros, en especial cuando la percepción de amenaza es alta – la policía es una forma de control social y la militarización aumenta su poder. La militarización significa fusiles, tanques armados y drones, pero también es un estado de ánimo. Las mentalidades militarizadas han impregnado muchas fuerzas policiales y han aumentado radicalmente la fuerza de la violencia policial contra nuestras comunidades.

Sin lugar a dudas, los intereses geoestratégicos y económicos fueron un factor determinante de la intervención de la OTAN –y sobre todo de su permanencia– en Afganistán. Sin embargo, en el Hindu Kush hay mucho más en juego, pues allí se dirime, desde el punto de vista occidental, ni más ni menos que el propio futuro de la OTAN.

Diversos informes de los últimos meses indican que Afganistán puede estar considerando la introducción del servicio militar en un futuro próximo con el objetivo de incrementar el poder de sus fuerzas armadas. De acuerdo con la BBC News, el presidente afgano Hamid Karzai manifestó en la Conferencia de Seguridad, realizada en Alemania, tener la intención de construir para el año 2012 un ejército y una fuerza policial de 300,000 personas.

The Telegraph informó el 25 de septiembre de 2009 que Afganistán puede introducir el servicio militar obligatorio para reclutar las tropas suficientes exigidas por los E.E.U.U. y sus aliados de la OTAN. El General Stanley McChrystal, comandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, pidió en su reciente evaluación estratégica de la situación del país, que el ejército crezca de 92.000 a 134.000 efectivos durante el próximo año.

Enfrentándose a la alianza de guerra con protestas masivas.

A pesar de todas las predicciones de su inminente disolución, la OTAN ha desarrollado una dinámica de guerra aterradora en los últimos años. La alianza se está preparando, en todos los niveles, para guerras futuras.


El Centro para la Integridad Pública ha lanzado su último informe investigativo, siguiendo el aclamdo informe del mismo centro del 2003 “Windfalls of War” el cual se enfocaba en los contratistas de los Estados Unidos en Irak y Afganistán.
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