Objeción de conciencia: pasaporte a cambio social radical
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Javier Gárate fue uno de los primeros en declararse objetor de conciencia en Chile. Es cofundador del grupo de objeción de conciencia Ni Casco Ni Uniforme. Desde 2005 hasta 2015, trabajó para la Internacional de Resistentes a la Guerra (IRG) en el programa de Noviolencia. En la actualidad, reside en Bélgica, en donde disfruta de la cerveza local, las papas fritas y el chocolate mientras prepara entrenamientos en noviolencia y formas de acción noviolentas. En este texto, Javier aborda el tema de la OC como una puerta a otras formas de activismo progresivo, algo así como una especie de «pasaporte al cambio radical»
Cuando hablamos sobre los movimientos pacifistas, antibélicos y antimilitaristas, a menudo nos referimos a movimientos que son diferentes. No todos los miembros de los movimientos antibélicos y pacifistas se consideran antimilitaristas y el concepto de paz también abarca una idea más amplia que la de estar en contra de la guerra. Ahora bien, cuando observamos la lucha por la OC, vemos que está presente en todos los tipos de lucha contra la guerra y el militarismo. Esa es una de las mayores fortalezas de la lucha: su diversidad.
Esta lucha a menudo comienza como una decisión personal cuando uno se encuentra ante el hecho de estar obligado a servir en el ejército sin otra opción más que preguntarse: «¿qué posición debo tomar en cuanto a cumplir o no con el servicio militar?», o: «¿me parece bien que me entrenen para matar?» Sabemos que existen numerosas razones para convertirse en OC: para reivindicar el derecho que tengo, como ser humano, a expresar que no creo que esté bien matar; para oponerme al militarismo y al patriarcado, para negarme a apoyar una misión militar específica y así muchas otras razones más. En mi caso, la razón fue el rechazo a todo lo que representa el militarismo y, sobre todo, como una fuerte crítica al rol del ejército en Chile tras el fin de la dictadura militar de Pinochet: a pesar de que ya no vivíamos bajo una dictadura, sí vivíamos en un estado militarizado.
El factor personal es importante, pues se trata de un tema que te afecta de cerca y porque uno puede actuar directamente contra la guerra, aunque claro, no es suficiente tomar esta posición y no hacer nada más; para que la lucha logre tener impacto, debe ser colectiva. Sabemos que es importante apoyar a los individuos afectados por el servicio militar obligatorio que se han declarado objetores de conciencia. Esto es lo que hacemos en la Internacional de Resistentes a la Guerra, pues creemos que cada persona que no se enlista en el ejército representa un paso más hacia la paz. Sin embargo, siempre existe el peligro de concentrarse demasiado en los casos individuales e incluso convertir a algunas de estas personas en «héroes» por su valentía al rechazar servir en el ejército. Y como la mayoría de los conscriptos son hombres, también son ellos quienes se vuelven objetores de conciencia. Sin embargo, cuando nos enfrentamos al militarismo, también deberíamos enfrentarnos al machismo y a la fabricación de tales «héroes», de lo contrario sería una contradicción a nuestra lucha antimilitarista y antipatriarcal.
Existen otras razones para evitar el enfoque individualista de la OC, particularmente cuando un grupo gira en torno a ciertos «héroes». A veces, los grupos se alzan en apoyo a un objetor de conciencia luego de que este se declare como tal y destinan la mayor parte de su trabajo inicial a apoyar a esa única persona. No obstante, si esa persona —el hombre de paja— es encarcelada, exiliada o su presencia se ve afectada de alguna otra manera, ¿qué hace el grupo? He visto grupos que han dejado de funcionar luego de que su líder fuera encarcelado (lo mismo le ocurre a otros movimientos). Esto puede ser una consecuencia del liderazgo jerárquico basado en personas clave que son vistas como indispensables e irremplazables. Al tener como centro de atención a un individuo o incluso a un par de individuos, se carece de una estrategia a largo plazo que permita construir un movimiento y actuar colectivamente. Los movimientos que son fuertes colectivamente son los que cuentan con más posibilidades de tener una larga existencia.
Trabajar en pos de la OC puede parecer por momentos un poco limitado: la labor de apoyar a individuos que se oponen a hacer el servicio militar se ve reflejada en el individuo en cuestión, sin mayor repercusión. No obstante, la experiencia de la IRG sobre este tema no podría diferir más. Como se discutió previamente, hay una gran cantidad de razones para convertirse en objetor de conciencia y este libro explora las distintas razones y enfoques. Ahora bien, en este texto, me centraré principalmente en los grupos que se identifican como antimilitaristas.
Como la OC suele ser una puerta al antimilitarismo y a la noviolencia, es común que al organizarse tomándola como base, las personas luego se den cuenta de que el servicio militar obligatorio es solo uno de los varios pilares de la guerra y el militarismo. Esto hace que las personas quieran informarse y participar en más actividades no violentas y antimilitaristas. Con frecuencia, escuchamos a grupos de OC decir que comenzaron como una reacción contra el servicio militar obligatorio que afrontaban tanto ellos como sus amigos, sin tener muy claro qué otra cosa hacer además de exigir el derecho a la OC. Si este compromiso inicial de defender la postura de negarse a matar se canaliza a través de una organización o grupo y este a su vez puede conectarse con otras organizaciones comprometidas con el antimilitarismo y la noviolencia, es muy probable que el grupo comience a crecer y profundizar tanto en sus análisis como en sus acciones. Comenzará por explorar la forma de desafiar otros aspectos del militarismo e ir más allá del rechazo al servicio militar y a la exigencia del derecho a la OC.
Muchas veces, cuando los grupos objetores manifiestan qué es lo que defienden y qué es lo que rechazan, dicen rechazar el militarismo debido a todos los valores negativos arraigados en las instituciones militares tales como la jerarquía, el patriarcado, la obediencia, el nacionalismo y muchas otras más. Este rechazo debe incluir e incluirá un exhaustivo análisis de género: los conscriptos son entrenados respecto a lo que implica ser un soldado y un hombre desde la óptica militar, es decir, se construye una masculinidad militarizada. Muchos de estos grupos —tales como los analizados en los capítulos 22 y 23 sobre el movimiento objetor de conciencia turco— incorporan un análisis radical de género y sexualidad, y existen varios testimonios de mujeres objetoras de conciencia en los que hablan de la razón por la cual se identifican así, como es el caso de Ferda Ulker: «el movimiento objetor de conciencia no es solo una lucha contra 'el servicio militar obligatorio'. Comprende una dimensión más amplia. Por ello, nosotras, las mujeres, tenemos una voz y un estatus propios, no somos simples 'seguidoras'. La OC es la oposición directa al militarismo y a todo aspecto de este. El pensamiento militar no queda dentro de los límites del ejército, también afecta la vida diaria: las mujeres son degradadas y dejadas de lado, nuestro estatus siempre es inferior, a pesar de que, algunas veces, las circunstancias nos exigen una posición más importante. Los conceptos fundamentales involucrados son: autoridad, jerarquía y obediencia». Más declaraciones como esta forman parte de la antología Mujeres objetoras de conciencia de la IRG. Muchas de estas mujeres no son conscriptas, sino personas que se oponen a un sistema que recluta la mente y el cuerpo no solo de los jóvenes conscriptos sino de toda una sociedad. Esta idea de cómo el militarismo y el patriarcado están interconectados es frecuente en el análisis de los grupos de OC y representa un importante aporte al movimiento por la paz en general.
Los grupos, además de explorar otras maneras de profundizar en su labor contra el servicio militar, analizan las distintas opciones de organización no jerárquica que permitan tomar decisiones por consenso y organizarse de forma noviolenta, logrando así que tanto el antimilitarismo como la noviolencia conformen el núcleo de su identidad; los entrenamientos en noviolencia y recursos tales como el Manual para campañas noviolentas ofrecen una orientación clave para esta etapa de desarrollo. Este incremento y profundización del análisis y de las formas de acción era evidente, por ejemplo, en lo que hemos visto que ocurre en Corea del Sur. La primera vez que se contactó a la IRG fue hace muchos años a fin de pedir apoyo para la labor relacionada con la OC en aquel país. Al principio, los interesados se acercaron exclusivamente desde la perspectiva de los derechos humanos con el propósito de defender a los jóvenes que estaban siendo enlistados, «sacarlos» y defender el derecho a objetar. De este modo, vemos que carecían de una crítica más amplia del militarismo. Sin embargo, gracias a su ansia por explorar otras luchas en el mundo relacionadas con la OC y a un fuerte vínculo con la IRG, los surcoreanos que protestaban desde esta perspectiva comenzaron a involucrarse en otros temas y a construir una fuerte identidad noviolenta y antimilitarista. Ahora, muchos años después, cuentan con un grupo importante —Mundo Sin Guerra— que continúa apoyando y defendiendo a los objetores de conciencia, pero que también protesta contra la especulación bélica y otras formas de militarismo mediante, por ejemplo, acciones noviolentas directas contra la construcción de una base naval en la isla de Jeju. Así, vemos cómo estas personas desarrollaron análisis y áreas de acción contra el militarismo, adoptaron la noviolencia como método para lograr el cambio y construyeron alianzas más fuertes con otros movimientos, al ser considerados un grupo que era de OC pero que también estaba comprometido con muchas otras causas.
Así como los grupos antimilitaristas y por la paz han influido en la labor de estos grupos, lo mismo puede decirse del impacto que este derecho a rechazar matar ha tenido y puede tener en el movimiento en general. El hecho de que los objetores de conciencia estén preparados para tomar una postura personal contra la guerra puede inspirar a otros a plantearse interrogantes tales como: «¿qué papel desempeño en la maquinaria de la guerra?» y «¿hay algo que pueda hacer para que esta tenga menos respaldo?» La OC debería entenderse como una forma de acción noviolenta y directa cuya lucha ha inspirado a muchos a pensar en otras formas noviolentas de actuar contra la guerra y comprender que no basta con organizar marchas que van del punto A al punto B para pedir que se termine la guerra: hay que poner palos en las ruedas de la maquinaria bélica.
Las estrategias de las campañas por la OC tienden a combinar la acción noviolenta de rechazar la guerra con el trabajo legal y solida-rio. Como se ha abordado en otras secciones de este libro, existen numerosos mecanismos internacionales que apoyan el derecho a la OC, así como muchas luchas relacionadas con ella con el fin de lograr que sus Estados defiendan este derecho. Un ejemplo sería Finlandia — uno de los pocos países europeos en donde aún existe el servicio militar obligatorio — con su campaña por el fin de la conscripción. Esta contaba entre sus acciones una petición online. Tal como se trató en el capítulo sobre Solidaridad Internacional, la solidaridad ha sido en muchos casos un elemento imprescindible para que las campañas por el reconocimiento del derecho a la OC tengan éxito. Lo mismo ocurre con los casos individuales en los que se reclama este derecho, ya que, generalmente, quienes detentan el poder a menudo quieren hacer creer que en su país sí se respeta la OC. Si las organizaciones internacionales pudieran hacer resonar las voces de los grupos locales y mostrar que la gente en otras partes del mundo se interesa por lo que les ocurre a los objetores de conciencia, entonces les sería muy difícil a quienes están al mando fingir que no pasa nada. La solidaridad internacional ha sido fundamental para el desarrollo de los grupos de OC y para apoyar a los casos individuales en los que muchas veces hay gente encarcelada debido a su postura en contra del militarismo; el sistema de alerta de OC de la IRG es uno de los mejores ejemplos sobre cómo presionar internacionalmente para defender este derecho.
Cuando hablamos sobre solidaridad y OC, no estamos hablan-do únicamente del apoyo brindado por gente del hemisferio norte a jóvenes conscriptos del Sur. Nuestro movimiento cuenta con una rica y extensa historia de ayuda mutua. Las luchas por la OC en la mayoría de los casos involucran el apoyo de miembros de otros grupos u organizaciones, lo que refleja la creación de vínculos personales muy fuertes. Encuentros internacionales como el Encuentro Internacional de la Objeción de Conciencia —que lamentablemente ya no se celebra—, eventos por el Día Internacional de la OC —que es el 15 de mayo— y redes como la extinta Red de Objeción de Conciencia de América Latina o la actual Red de Objeción de Conciencia del Medio Oriente, han sido lugares de reunión para personas de distintas partes del mundo que comparten situaciones similares. Recuerdo mi primera reunión por el Día Internacional de la Objeción de Conciencia celebra-da en Israel en 2003 y el impacto que causó en mí ver que había personas de tierras tan lejanas entre ellas como Corea del Sur, Turquía, Israel, España y Chile que tenían muchas cosas en común en cuanto al rechazo al militarismo.
Como se mencionó anteriormente, por lo general, la OC es la primera experiencia de activismo político que se tiene, por lo cual muchos vienen y van en estos grupos. A lo largo de los años, gran cantidad de personas han asistido a reuniones y eventos de OC y es difícil expresar en cifras el impacto que esto tiene en los activistas. No obstante, seguramente la importancia de trabajar arduamente por lograr un mundo sin guerra y apoyar a quienes se niegan a matar se obtiene a través del contacto con otros detractores. De igual modo, el análisis de género que tienen los grupos de OC tiende a ser radical. Con frecuencia, uno puede observar que la gente y los grupos conectados con la OC desde el antimilitarismo son los primeros en asociar el militarismo con el patriarcado, cuestionar las relaciones de género y sexo dominantes, y resaltar la necesidad de prestar atención a las relaciones de género dentro de nuestros propios grupos. Y, como en ellos, la OC va más allá de negarse a matar e incluye la forma en la que construimos alternativas al militarismo, su organización — tras lograr desarrollarse colectivamente y dejar de ser un simple grupo de apoyo a individuos — tiende a ser no jerárquica, así que la influencia y el impacto en el activismo es palpable no solo en el análisis de aquello a lo que nos oponemos, sino también en la forma en la que nos organizamos para construir la alternativa. Por ejemplo, la lucha contra el servicio militar obligatorio en Colombia —labor que comenzó a mediados de los noventa en apoyo a casos individuales, siendo el más conocido el de Luis Gabriel Caldas—, se transformó en un movimiento que, en la actualidad, está conformado por una red de varios grupos y tiene el propósito de defender el derecho a la OC, se opone al servicio militar obligatorio y busca alternativas noviolentas al conflicto militar colombiano. Esto último incluye el desarrollo de un proyecto económico que brinde ayuda a los jóvenes a fin de que no tomen el camino militar por culpa de la necesidad económica.
A menudo, los grupos u organizaciones que son objetoras de conciencia o que trabajan en favor de la OC cuentan con personas que han servido y hasta desertado del ejército. Estas personas se acercan con información de primera mano sobre el funcionamiento de las instituciones militares. Asimismo, debido a la forma en que esta experiencia los ha marcado, pueden llegar a comprometerse por completo con la causa contra el militarismo. Históricamente, el papel de los veteranos ha sido de suma importancia dentro del movimiento antibélico, como es el caso de los movimientos en contra de la guerra de Vietnam y, más recientemente, contra las guerras de Irak y Afganistán. Veteranos como Wendy Barranco de Veteranos Contra la Guerra —que además ha escrito un libro— ha denunciado abiertamente el acoso sexual, el maltrato y otras formas de violación de los derechos humanos en el ejército. Esta experiencia sirve para informar al movimiento sobre el funcionamiento interno del ejército, pero también guarda el potencial para llegar a una audiencia mucho más amplia, incluso a la llamada «familia militar».
Los grupos que luchan a favor del derecho a la OC desde un marco legal han logrado victorias muy relevantes al plantear que negarse a matar es un derecho reconocido no solo en la Declaración de los Derechos Humanos, sino también en diversas legislaciones nacionales e internacionales, tales como la Corte Constitucional de Colombia, que ha reconocido el derecho a la OC. El trabajo realizado por organizaciones como la IRG y la Oficina Cuáquera ante las Naciones Unidas (QUNO por sus siglas en inglés) desde lo jurídico y apoyando a casos individuales, ha sido decisivo para asegurar que los activistas comprendan las oportunidades y limitaciones que ofrece el enfoque legal en sus campañas. La documentación de la Guía del Sistema Internacional de Derechos Humanos para Objetores de Conciencia (co-guide.info) significa un recurso para todo tipo de activistas en búsqueda de un mejor entendimiento del funcionamiento de los mecanismos legales. La estrategia de apoyar una causa mediante una ardua labor jurídica se ve cada vez más como un elemento crucial para lograr un resultado positivo. No podemos decir que la OC abriera el camino a este entendimiento, pero es posible que el trabajo extremadamente profesional y constante de las instituciones que defienden este derecho haya influido en otras campañas y organizaciones.
Cuando echamos un vistazo al impacto que la OC ha tenido en el movimiento antibélico, antimilitarista y por la paz, viene bien recordar esta frase: «Imaginemos que ellos desatan una guerra y nadie participa en ella»; si no hay quien pelee, no hay guerra. Sin soldados, se lograría derrumbar uno de los pilares fundamentales de la guerra y el militarismo. De igual modo, algunos de los logros más importantes de este movimiento han resultado de acciones impulsadas por los veteranos y por aquellos que no quieren servir en las filas del ejército. Quizá sea difícil cuantificar el impacto que ha tenido la influencia y el trabajo de la OC, pero eso no significa que no exista. Salvo contadas excepciones en las que la gente hace de la OC su causa de lucha en la vida, para la mayoría es algo en lo que uno se involucra ya sea por un enfrentamiento directo con el servicio militar o porque conoce a personas sometidas al servicio militar obligatorio en su comunidad. Esto quiere decir que, si bien muchas veces es solo una fase, la OC también es un pasaporte en la vida de los activistas: esta etapa pasajera tiende a darse a temprana edad, cuando las ideas políticas comienzan a gestarse, lo que significa que puede tener un gran impacto en la gente, un impacto que va más allá de lo que se ve en la superficie: el impacto del cambio duradero.
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