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Regresar a Objeción de Conciencia: Una guía práctica para los movimientos
A lo largo de este libro, los lectores se darán cuenta que se centra particularmente en cuestiones de género. ¿Pero, por qué resulta tan relevante este enfoque? La Dra. Cynthia Cockburn es investigadora y escritora sobre feminismo; vive en Londres, donde participa en el grupo llamado Mujeres de negro contra la guerra y en la Liga Internacional de Mujeres en pro de la Paz y la Libertad. Ocupa cátedras honorarias en el departamento de Sociología de la City University en Londres y en el Centro de Estudios de Mujer y Género en la Universidad de Warwick. Aquí aborda esta pregunta.
¿Por qué el género?
La clara convicción de los autores y editores de que "el género importa" es una característica apreciada de este libro. ¿Pero por qué es importante? ¿Qué beneficio obtenemos cuando utilizamos el análisis de género en el estudio de la objeción de conciencia, el movimiento de aquellos que se niegan a enlistarse en las estructuras bélicas del Estado? Pienso que la respuesta a esta pregunta puede plantearse de tres formas.
En primer lugar, al igual que es casi imposible apreciar y entender completamente cualquier asunto social – y la guerra no es otra cosa que profundamente social – sin llevar a cabo un análisis de relaciones entre las clases económicas y las diferencias étnicoculturales y de raza que estructuran a las poblaciones, también se hace necesario un análisis de género, ya que todos los aspectos de lo social se vinculan -hasta lo más hondo- con el género, aunque haya llevado dos siglos de perseverancia feminista para situar esta problemática en primer plano en la sociología. La práctica de la guerra conlleva preparar y orientar a las poblaciones para que acepten mayores presupuestos gubernamentales para las fuerzas armadas y para comprar armamento a costa de disminuir el apoyo a otros servicios públicos, así como aceptar la muerte, destrucción y pérdida del bienestar que trae consigo la guerra. Esas poblaciones están compuestas por personas que tienen relaciones heterogéneas con el poder, que tienen un sentido de la pertenencia y necesidades que no son siempre iguales. Las personas situadas de forma diferente según su clase, sexo y origen étnico pagan un precio muy desigual en el mantenimiento del ejército y su participación en el combate.
Los líderes saben cómo conseguir la solidaridad de cada clase e identidad étnica – los migrantes muchas veces obtienen su legalidad mediante el reclutamiento– y en su llamada para ir a las armas, con frecuencia, apelan a la hombría para "proteger a las mujeres y los niños" contra el supuesto agresor.
En segundo lugar, un análisis de género es importante porque nos alerta respecto a cuestiones sobre los militares, el militarismo y la militarización de las cuales no tendríamos plena conciencia de otra manera. Por ejemplo, nos recuerda que habría que observar y hacernos preguntas sobre la tendencia actual hacia el reclutamiento de mujeres, incluso luchando en los frentes de batalla. Aplicar un prisma de género al militarismo como ideología -una mentalidad que valora el armamento y la guerra- revela esta orientación que las mujeres y los hombres expresan con frecuencia de manera diferente, aunque también nos hace ver lo desatinados que son algunos prejuicios. Por ejemplo, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher sorprendió a muchas personas cuando demostró ser una política profundamente militarista "a pesar de" ser mujer. Cuando se aplica a la militarización este mismo prisma, nos revela - como Cynthia Enloe ha demostrado de manera llamativa- que no solo se produce el reclutamiento de hombres hacia prácticas militarizadas, sino también la estructuración de muchos aspectos de la economía doméstica y de la vida familiar.[1]
En tercer lugar, un análisis de género del militarismo nos dice mucho sobre la relación entre lo femenino y lo masculino. Particularmente, tiene mucho que decir sobre los hombres y su masculinización, con características que, de otra manera, podríamos llegar a subestimar. Por ejemplo, la aparente renuencia de los pedagogos a revertir la cultura típicamente ruda y agresiva de los niños, pese al evidente detrimento para mujeres y niñas, puede explicarse por la necesidad percibida por el Estado de que la masculinidad mantenga una cierta disposición y preparación para el combate a través de las generaciones. También los hombres, en tanto que varones, tienen un interés en ello. Como afirma Ayşe Gűl Altinay: "las fuerzas armadas son tanto un lugar donde se genera y produce el sentido nacional -y masculino- como una fuerza de coacción"[2]
La objeción de conciencia, la negativa de un individuo a participar en el servicio militar por diversas razones, aunque exista una obligación legal, es un momento intenso en el que se funden las relaciones de poder, en varias dimensiones. En épocas premodernas, el servicio militar a veces era voluntario, a veces impuesto por la clase dominante y otras veces se pagaba a "mercenarios" para combatir. Con la consolidación del sistema del Estado-nación en Europa durante el siglo XVIII, se desarrolló una práctica a través de la cual el Estado obligaba a los hombres de una edad determinada a servir en el ejército nacional. La objeción de conciencia se fue desarrollando en paralelo, como un acto crítico de la relación entre el individuo masculino y el Estado, donde la responsabilidad –su obligación de servir como soldado al Estado– se fue asociando con determinados derechos: la obligación estatal de recompensarlos con la ciudadanía. Algunas veces, el objetor de conciencia es todavía obligado a huir de su país bajo pena de enjuiciamiento o encarcelamiento, y entonces se encuentra en la "tierra de nadie" de los apátridas. En la mayoría de los casos, el hecho de que solo los hombres hayan sido sujetos al reclutamiento militar ha sido una de las causas de que las mujeres tengan menos derechos como ciudadanas. Por ello, la importancia de un análisis de género no se ve menoscabada, como se podría pensar, por la circunstancia todavía excepcional de que un Estado -como Israel hoy en día- reclute también mujeres. Por el contrario, resulta aún más necesario si se quiere entender en toda su especificidad la trayectoria a lo largo del tiempo de las relaciones de poder en esa sociedad y los sistemas profundamente entrelazados de nacionalismo, militarismo y patriarcado.
Por supuesto, la objeción de conciencia es desdeñada y despreciada por esas personas que valoran y promueven un modelo militarizado de hombría y ciudadanía. Por un lado, dentro de los movimientos pacifistas donde se respeta la decisión de no querer matar, el objetor de conciencia puede ser representado de dos maneras muy diferentes, ambas relacionadas con el género. Por otro lado, puede ser representado como un héroe masculino alternativo. El soldado se percibe como héroe debido a su disposición a "ser un hombre" y matar por su país; del mismo modo, se podría felicitar y admirar a un objetor de conciencia dentro de movimientos pacifistas por su disposición heroica a someterse a juicio, subordinación y encarcelamiento por sus creencias antimilitaristas. Se convierte en un modelo masculino alternativo. Además, la acción cuando un hombre se niega a enlistarse puede ser un paso que avanza hacia dos tipos de lucha de poder, no solo entre el individuo y el Estado, sino también vinculado a las relaciones entre mujeres y hombres, a atributos y valores femeninos y masculinos. Esto ocurre cuando el objetor de conciencia rechaza las dos formas comunes, disponibles, de lo masculino: una es machista y heroica mientras que la otra se siente humillada, degradada y sin masculinidad por evadir el servicio militar. Esta postura consciente de "ni esta ni aquella" es una opción antipatriarcal que solo se puede escoger si el género se hace plenamente visible en el campo social del militarismo y la guerra.
Cuando las mujeres están sujetas a realizar el servicio militar obligatorio - como en Israel- por supuesto, la objeción de conciencia, como negativa a servir, se convierte en una opción disponible para ellas y para los hombres. Sin embargo, en la mayoría de los países, únicamente se sigue la práctica de reclutar a los hombres. En ese caso, la objeción de conciencia implica una lista de estrategias diferentes para las mujeres y otra para los hombres. Como mínimo, la situación es que las mujeres, que a menudo son amigas y familiares, seguramente participarán en la objeción de conciencia como forma de apoyo a objetores varones cercanos a ellas. Pero en ciertos países, las mujeres han ampliado el significado de este concepto para incluir muchos otros tipos de activismo antimilitarista y anti-Estado. Pueden negarse a pagar impuestos de "defensa", protestar contra la participación militar en las escuelas o el militarismo desenfrenado de muchos videojuegos y películas. Las mujeres que aplican un análisis de género a la situación tienen más probabilidades de percibir una conexión entre la violencia legislada del Estado contra "el enemigo" y la violencia frecuentemente descontrolada de los hombres, sin importar si están militarizados o si son solo personas civiles contra otros hombres y sobre todo, contra otras mujeres, en contextos domésticos y bajo formas que se han sexualizado. La comprensión feminista de las mujeres de la cadena de la violencia de género tiene más probabilidades de incitarlas a participar más en el activismo que el simple hecho de apoyar de forma "simple y directa" a los objetores de conciencia. Pondrá de manifiesto la perniciosa conexión del nacionalismo y el militarismo con el patriarcado y acercará el movimiento de "mujeres contra la violencia" al movimiento de "personas contra la guerra". En el mejor de los casos, ayudará a que se movilice una conciencia en toda la sociedad donde los hombres antimilitaristas establezcan una alianza con el movimiento de las mujeres y en colaboración con (y en calidad de) activistas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales para subvertir las relaciones contemporáneas de dominio de unos sobre otros.
Una nota sobre la interrelación de género[3]
Las ideas sobre el comportamiento masculino y femenino, de masculinidad y feminidad, interactúan y cambian en función de otras categorías sociales como la raza, edad, condición, clase, orientación sexual, identidad étnica y creencias religiosas, a través del tiempo y del espacio, pero nos afectan e influyen durante toda la vida [...] La identidad de género que nos asignan y según la cual nosotros mismos y la sociedad nos damos forma, nos otorga una proporción muy diferente de poder sobre nuestras vidas y las decisiones que nos afectan. Sin embargo, nuestro acceso al poder y nuestros privilegios también dependen, en gran medida, de otras categorías sociales (como raza, clase y edad, entre otras), lo cual significa que las personas obtienen ventajas y desventajas de formas muy distintas según los privilegios de su género.
[1] Enloe, Cynthia, 2000: Manoeuvres: The International Politics of Militarizing Women's Lives, (Berkeley, Los Angeles, London: University of California Press)
[2] Altinay, Ayše Gul, 2004: The Myth of the Military Nation: Militarism in Turkey (New York & Basingstoke: Palgrave MacMillan), p3.
[3] Escrito por Cais Laska y extraído de "Género y Novolencia", del Manual para campañas noviolentas, 2ª ed. (Londres: Internacional de Resistentes a la Guerra), p. 23
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