La objeción total y el servicio civil alternativo: el caso finlandés

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Kaj Raninen participa en el movimiento antimilitarista desde principios de los años noventa. Actualmente ocupa el cargo de secretario general de la Unión Finlandesa de Objetores de Conciencia. Ruka Toivonen, radicado en Helsinki, es estudiante y activista transexual. Sus estudios se centran en la teoría queer, los sistemas penitenciarios y la historia social; sin embargo, ambos consideran que su actividad como organizadores radicales de base les ha brindado la experiencia educativa más valiosa de sus vidas. Forman parte desde hace muchos años de la Unión Finlandesa de Objetores de Conciencia. A continuación, estos activistas analizan las fortalezas y debilidades de las campañas en favor de la objeción total y del servicio alternativo.

En Finlandia, el servicio militar sigue siendo obligatorio para los hombres. Aunque el número de personas que presta el servicio militar en este país ha disminuido —y es probable que esta tendencia continúe—, alrededor de dos tercios de los hombres que alcanzan la mayoría de edad (aproximadamente 20.000 al año) aún siguen prestándolo. Desde 1994, el servicio militar es voluntario y opcional para las mujeres finlandesas, y solo unos pocos centenares se alistan cada año. Aproximadamente, entre el 7 y el 8% de los hombres finlandeses opta por realizar un servicio civil alternativo. El servicio militar de menor duración es de 165 días, mientras que la duración de la alternativa no militar es de 347 días (duración que coincide con el servicio militar de mayor duración). Hasta la década de los ochenta, los movimientos finlandeses de objetores de conciencia centraron sus esfuerzos en conseguir una alternativa civil al servicio militar obligatorio. Aquellos que defendían la objeción total eran testigos de Jehová o personas que no formaban parte de ningún movimiento organizado. Sin embargo, la situación cambió a finales de los años ochenta. En 1987, los testigos de Jehová quedaron exentos de realizar el servicio militar obligatorio en tiempos de paz. Además, se suprimió el trámite judicial al que se tenían que someter los objetores de conciencia no religiosos. A partir de ese momento, toda solicitud de objeción comenzó a aprobarse de forma automática. No obstante, al mismo tiempo se alargó la duración del servicio civil alternativo de 12 a 16 meses.

En aquel entonces, prevalecía la noción de que era necesario disponer de una “defensa nacional integral”, por lo que se intentó “militarizar” el contenido del servicio civil alternativo. Los hombres inscritos en el servicio civil fueron destinados, por ejemplo, a aeropuertos y cuerpos de bomberos, realizando actividades que podrían considerarse relacionadas con la defensa militar.

El cambio de actitud del Estado con respecto a los objetores de conciencia provocó que el movimiento radicalizara su postura. El número de objetores totales de conciencia —aquellos que rechazan no solo el servicio militar, sino también el servicio alternativo— registró un rápido aumento que sigue desempeñando un papel fundamental en la actividad reivindicativa del movimiento desde la segunda mitad de la década de los ochenta.

En muchos países europeos, estos movimientos habían estado divididos en organizaciones cuyos esfuerzos se centraban o bien en la objeción total, o bien en el servicio alternativo. Con el tiempo, muchas organizaciones cesaron sus actividades en asuntos relacionados con el servicio alternativo porque consideraban que eran incompatibles con su postura antimilitarista. Hubo poco debate interno en el movimiento finlandés. No se discutió si la objeción total debería abandonarse por completo como una forma de objeción de conciencia. Tampoco se habló de volver a concentrar la labor activista en el servicio civil alternativo. Estas conversaciones ni siquiera tuvieron lugar, ya que, a consecuencia de la radicalización del movimiento y la introducción de nuevas formas de acción, el Estado aprobó una ley en 1992 que cambia-ría la situación del servicio civil alternativo.

 

Una de las razones fue puramente práctica: el número total de objetores se mantuvo en niveles por debajo de 100 al año. Se pensaba que centrarse exclusivamente en este tema afectaría a la envergadura del movimiento.

Existía también otro factor de mayor importancia relacionado con la naturaleza del sistema de reclutamiento obligatorio finlandés: la percepción de que el servicio militar era la única forma aceptable de prestar servicio. Aunque cada vez son menos, la gran mayoría de los varones jóvenes sigue actuando bajo esta premisa. A finales de los años ochenta, casi el 90% de los jóvenes llamados a filas prestaba el servicio militar; en la actualidad poco más del 65% decide hacerlo. Aunque la actitud negativa del Estado con respecto a la objeción de conciencia se ha caracterizado por un espíritu sancionador con intención de convertir este fenómeno en algo marginal, el servicio civil alternativo no ha perdido del todo su carácter antimilitarista, por lo menos desde la experiencia finlandesa. Si bien no todo el que participa en el servicio civil está en contra del militarismo de Estado, este último sí que se opone a aquellos que optan por la alternativa no militar.

A pesar de que el servicio civil alternativo es parte importante del movimiento de objeción de conciencia, la opinión predominante entre los activistas del movimiento finlandés, por lo menos desde los años noventa, es que el servicio civil alternativo no representa un mecanismo efectivo en la lucha contra el militarismo, ya que continúa cumpliendo las funciones del servicio militar obligatorio. Aprender de las experiencias de los movimientos de otros países ha permitido a los antimilitaristas finlandeses ser conscientes de la capacidad del Estado para sacar provecho del servicio civil, incluso antes de que tales esfuerzos por parte del Estado se conviertan en objeto de debate público. Igualmente, un número significativo de personas que prestan el servicio civil alternativo consideran que las actividades que realizan no son ni antimilitaristas ni antibélicas. Muchos no tienen interés en el movimiento de objeción de conciencia ni en participar en ningún tipo de actividades antimilitaristas. Hay quienes ponen de relieve que escogen realizar el servicio civil motivados por “razones prácticas” y no porque se opongan al reclutamiento obligatorio o al militarismo en sí.

Unos pocos países europeos —al menos Alemania y Austria— han conseguido aprovechar el servicio civil alternativo como fuente de mano de obra barata y como instrumento para conservar el servicio militar obligatorio, con el resultado de que la mayoría elige prestar un servicio alternativo: En Alemania, en la época en que el reclutamiento obligatorio fue abolido, cada vez más jóvenes optaban por el servicio alternativo en lugar de prestar el servicio militar. Este parece ser uno de los principales motivos que explican por qué Alemania tardó tanto en abolir el servicio obligatorio (en 2010) en comparación con otros países de Europa occidental y por qué este sigue siendo obligatorio en Austria. De hecho, los austriacos votaron a favor de conservar el servicio obligatorio en un referéndum celebrado en 2013, quizás por temor a perder la mano de obra proveniente de los objetores que realizaban el servicio alternativo.

El empeño del Estado por sacar partido del servicio civil alternativo en Finlandia —en lugar de castigar a aquellas personas que lo prefieren al servicio militar— ha ganado relevancia particularmente en los últimos diez años, pero no es un tema dominante. El Gobierno finlandés aún se niega a introducir un servicio alternativo que cumpla con los derechos humanos más básicos en lo referente a la duración del servicio y la hipotética igualdad de género. Parece ser que teme que ello pueda provocar un aumento en el número de personas que prestan el servicio civil alternativo, si bien para el militarismo de Estado esta situación sería más aconsejable en el contexto actual. Es muy diciente de la actitud del Estado el hecho de que, a pesar de no ser un número alto, constantemente se recorte el número de plazas donde podrían ser colocadas las personas que optan por el servicio civil.

Sin embargo, las oportunidades para despolitizar y hacer uso del servicio alternativo no han pasado desapercibidas al militarismo finlandés. Por su parte, en el interior del movimiento de objetores aún se debate poco sobre la posibilidad de renunciar a trabajar en asuntos relacionados con el servicio civil alternativo. Lo único que ha cambiado ha sido la naturaleza de las actividades: el movimiento no emplea el servicio civil alternativo como estrategia para combatir el militarismo, si bien pretende evitar que el servicio civil sea utilizado como medio para militarizar la sociedad y apoyar el reclutamiento obligatorio, en el caso de que este se convierta algún día en una estrategia de Estado.

Los “avances” tecnológicos militares, junto con el aumento del precio del armamento, han provocado una disminución en el número de personas que sirven en el ejército. Incluso desde el punto de vista militarista, proporcionar formación militar a todos los hombres de cada grupo de edad ha dejado de ser viable. Y a pesar de que el número de personas que realiza el servicio civil alternativo se ha mantenido estable desde mediados de los noventa (cerca de 2500 personas al año), el número de jóvenes exentos de prestar el servicio ha registrado un rápido aumento. A día de hoy, alrededor del 25% de los varones que alcanza la mayoría de edad no realiza ningún tipo de servicio. Muchos tratan de conseguir un aplazamiento hasta los 29 años, edad en la que todo hombre deja de ser llamado a filas. Otros quedan exentos por diversas y variadas razones médicas y psiquiátricas. El hecho de que muchos varones llamados a filas hagan uso de este tipo de estrategias debido a su posición antimilitarista, a su visión crítica del Estado, o solo por simple indiferencia, socava la legitimidad del sistema de servicio obligatorio, tanto o mucho más que si el mismo número de personas optase por realizar el servicio civil.

En Finlandia, las campañas de objeción se han centrado tanto en el servicio civil como en la objeción total, de modo que ambos elementos están relativamente vinculados entre sí dentro del movimiento finlandés. Las campañas de finales de los ochenta y principios de los noventa consistían en actividades relacionadas con la objeción total y el servicio alternativo. Durante la primavera de 1990 se organizaron dos huelgas, una por parte de personas que prestaban el servicio civil y otra huelga de hambre por parte de cuatro objetores totales de conciencia. Esto ilustra perfectamente la estrecha relación entre estas dos reivindicaciones. Ambas campañas tenían un objetivo común: mejorar la legislación referente al servicio civil alternativo. Algunos consideraban que la objeción total constituía una forma de protesta en contra de una alternativa civil pobre e insuficiente.

A finales de los noventa y principios del siglo XXI, se volvieron a repetir actos reivindicativos con el objetivo de modificar la anticuada ley de 1992 que regulaba el servicio civil alternativo. De nuevo, se organizaron más campañas en favor del servicio alternativo, las cuales incluyeron paros laborales. Una de las campañas más relevantes sobre la objeción total giró en torno al caso de un objetor que se exilió en Bélgica durante cinco años. Además, consiguió evitar ser extraditado y cumplir condena. Estas campañas tenían por objetivo mejorar la legislación que regulaba la alternativa al servicio militar. En 2008, se introdujo una mejora en la ley que significó una victoria parcial del movimiento.

En Finlandia también han tenido lugar campañas que han girado exclusivamente en torno a la objeción total. Entre 1992 y 1993, se intentó crear una campaña en contra de toda forma de servicio obligatorio, inspirada principalmente en el movimiento de insumisos en España y, quizás, también en la campaña para la derogación del servicio obligatorio en los países escandinavos. Las campañas de objeción total de la segunda década del siglo XXI —al igual que las razones que justificaban la protesta por parte de los objetores totales— dejaron de centrarse en demandar un servicio alternativo mejor. Aunque ambos tipos de campaña están relacionados, también presen-tan diferencias. Normalmente, las campañas de objeción total son protagonizadas por uno o unos pocos objetores. De hecho, esta naturaleza individual ha sido la única forma de abordar este problema, ya que nunca han existido grandes organizaciones de objetores en Finlandia. La participación activa de los objetores en la planificación y organización de las campañas constituye otra de las características del movimiento de objeción total.

Las campañas más importantes y de mayor visibilidad enfoca-das en el servicio alternativo han sido los paros laborales y las huelgas protagonizadas por personas que prestan el servicio alternativo; estas actividades, por definición, son llevadas a cabo por un gran número de personas. En noviembre de 1998, se convocó la mayor huelga del servicio civil en la que participaron setecientas personas durante un día en sus respectivos puestos de servicio. En general, los niveles de participación entre aquellos que están realizando el servicio son menores que el número de objetores que trabaja en campañas enfoca-das en ellos. Estas actividades de protesta suelen estar organizadas por activistas que pertenecen a la Unión Finlandesa de Objetores de Conciencia y solo una pequeña parte de los participantes se involucra en la organización. Las razones para ello podrían ser de carácter práctico. Una de ellas estaría relacionada con la dificultad de crear un marco en el que miles de personas repartidas a lo largo y ancho del vasto territorio de Finlandia puedan implicarse en la organización y la toma de decisiones; sería difícil incluso para aquellas personas interesadas en este asunto. Por esta razón, se cree que la única forma de llegar a aquellos que realizan el servicio civil es a través de campañas que estén relacionadas con su situación.

Las razones e ideas que dan lugar a actos de objeción total presentan diferencias con respecto al acto de elegir la alternativa al servicio militar. Casi todos los objetores totales conciben sus actos como una forma de resistencia —o, al menos, una forma de protesta—, ya sea en contra de fallos en el sistema de servicio civil, del servicio militar obligatorio, de la manera en que estos se ponen en práctica, del militarismo en general o del poder del Estado en su conjunto. En el discurso de aquellos que optan por el servicio alternativo, hay una palabra que se repite con frecuencia: utilidad. Lo comparan con el servicio militar y argumentan que el trabajo y el servicio no remunera-do que realizan trae mayor beneficio a las personas, a la sociedad en general, al Estado y, en muchos casos, piensan que también a ellos mismos. Muchos de ellos no se consideran objetores; deciden realizar el servicio civil porque opinan que es una elección más razonable y útil.

ocasiones ha generado propuestas para que el servicio alternativo sea aceptado como una forma de servir a la nación y que goce de la misma legitimación que el servicio militar. Esto, a su vez, ha desencadenado críticas en contra del movimiento por la objeción de conciencia. La postura de algunos de los que optan por realizar el servicio civil sostiene que las supuestas actividades radicales del movimiento y el trabajo con objetores totales estigmatizan tanto el propio servicio civil como a todo aquel que se decide por esta opción. También estiman que la labor del servicio civil no goza del reconocimiento que merece por culpa de tales reivindicaciones radicales. Y es cierto que no siempre se ha valorado su labor, pero, a nuestro modo de ver, el motivo real no son los métodos empleados por el movimiento de objeción de conciencia, sino la normalización del servicio obligatorio para los hombres en Finlandia, en particular a través de la militarización de la juventud y la masculinidad.

Evidentemente, existen diferencias dentro de los diversos grupos de objetores como, por ejemplo, la diversidad de motivos personales que conducen a la objeción de conciencia. Asimismo, algunos de los que realizan el servicio civil optan por la objeción de conciencia porque critican el poder del Estado o el militarismo en general. También existen diferencias en cuanto a las motivaciones de cada objetor y el impacto social de las diferentes formas de objeción. En función de estas diferencias, podemos concluir que, en el contexto del sistema finlandés, el servicio alternativo representa un sustituto del servicio militar, mientras que la objeción total representa la protesta.

Una de las interpretaciones de este fenómeno sostiene que el movimiento finlandés de objeción de conciencia ha adoptado una estrategia en torno a objetores individuales. ¿Quiere esto decir que se han creado mitos alternativos del héroe masculino que reflejan el concepto del heroísmo militarista? Esta es, como mínimo, una posible amenaza. En el discurso empleado en torno a algunos objetores en huelga de hambre, se percibe un cierto tipo de heroísmo: el del mártir. Por otra parte, ni el discurso sobre el heroísmo del martirio ni el discurso sobre el heroísmo antiguerra han sido dominantes en las campañas o historias de los objetores totales finlandeses. Al contrario, en las últimas décadas las campañas de objeción total han girado más bien en torno al absurdo que representa el sistema de justicia, al día a día de los objetores de conciencia y en torno al caso del exilio de un objetor.

Actualmente, el movimiento finlandés de objeción de conciencia reconoce la importancia del análisis de género, especialmente en el estudio del militarismo y el análisis de actividades y estructuras del movimiento, y quizás se haya utilizado también, hasta cierto punto, en el análisis de los métodos empleados en las actividades de la Unión Finlandesa de Objetores de Conciencia. Sin embargo, nunca se ha hecho un esfuerzo por analizar la objeción total o las campañas por el servicio alternativo desde esa perspectiva. De esto podemos concluir que el asunto del análisis de género no ha sido un tema prioritario hasta el momento.

Entonces, ¿qué se puede decir sobre las diferencias entre el servicio alternativo y la objeción total? La clase de machismo de resistencia, que refuerza el papel del varón en detrimento de otras identidades de género, no supone un avance hacia los objetivos en materia de antimilitarismo. No obstante, el miedo a ceder ante los mitos heroicos masculinos no debería llevarnos a la conclusión de que el servicio alternativo constituya una opción más antimilitarista, feminista o más sensible a la identidad de género que la objeción total.

Las estructuras militaristas están basadas en la dicotomía del protector y el protegido, en la que al hombre blanco (y heterosexual) se le considera el protector de la mujer, especialmente la de color. Esta imagen está presente en el actual discurso islamofóbico que sitúa a los ejércitos occidentales como protectores de las mujeres musulmanas y, a veces, de las minorías sexuales. Esta dicotomía también se proyecta en ciertos valores y actitudes en contextos alternativos, y funciona como piedra angular del concepto de Estado nación.

De esta forma, el militarismo y las jerarquías de género se apoyan y sustentan mutuamente. Cabe recordar que la militarización de la masculinidad en Finlandia no solo está relacionada con la cuestión de género, sino también con el nacionalismo y las ideas vinculadas al concepto de raza blanca. Por tanto, la objeción activa y las campañas en contra de cerrar las fronteras a los que son de fuera forman parte vital de la lucha contra el militarismo y las jerarquías de género.

He aquí el punto débil del servicio civil finlandés desde el punto de vista antimilitarista: el papel del servicio alternativo otorga legitimidad al actual sistema en lugar de dinamitar sus bases. Es cierto que los estereotipos sobre los hombres que optan por realizar el servicio alternativo —estereotipos que los etiqueta como hombres afeminados, que temen al trabajo o hippies amantes de la paz— no representan el modelo hegemónico de la masculinidad, cuya vinculación intrínseca con el militarismo y el patriotismo es indiscutible. No obstante, sería arriesgado pensar que el servicio alternativo pueda ser un instrumento efectivo para acabar con la visión tradicional de la función social de cada género y la desigualdad en la actual sociedad finlandesa. Entre los que optan por el servicio alternativo, hay quienes reclaman mayor reconocimiento del servicio que prestan; lamentablemente, al hacerlo, suelen reproducir las jerarquías de género. Ya que el servicio alternativo no representa una amenaza legítima para el servicio militar -más bien prolonga su existencia-, la labor pacífica por el bien común no puede desmantelar las estructuras militaristas.

Según la legislación finlandesa, el servicio alternativo se realiza en organizaciones sin ánimo de lucro o en el sector público como, por ejemplo, en escuelas, hospitales o en residencias de ancianos. En la práctica, el Estado agudiza la segregación étnica y sexual del trabajo de manera mucho más eficiente fuera del servicio alternativo. Este servicio civil alternativo se puede prestar llevando a cabo una gran variedad de labores en organizaciones, instituciones y organismos gubernamentales, donde a los inmigrantes automáticamente se les asignan las labores de baja remuneración para el resto de sus vidas. En general, las profesiones del sector público en Finlandia están profundamente segregadas. Entonces, ¿realizar este tipo de trabajos de baja remuneración sin casi compensación es más feminista que ir a la cárcel, si se trata de un hombre?

A veces, aunque afortunadamente solo en contadas ocasiones, varias mujeres participantes en campañas han sido desautorizadas por, casi siempre, hombres del servicio civil cuyos derechos eran objeto del trabajo de las campañas. En ocasiones, esto se materializó en preguntas bienintencionadas: “¿Qué te hizo, como mujer, querer dedicarte a este tipo de activismo?”. Sin embargo, también se han dado reacciones violentas: “Aquí no tienes nada que buscar, esto no es asunto tuyo”. Como institución con un profundo sesgo de género, el servicio obligatorio parece conducir fácilmente a tendencias que excluyen a las personas no afectadas por él de actividades relacionadas con la objeción de conciencia y, aún peor, de actividades antimilitaristas. Por tanto, quizás sea más fácil para los hombres involucrarse activamente en campañas de objeción de conciencia debido a que el servicio obligatorio les afecta directamente.

El contexto de género de la institución militar finlandesa presenta retos particulares para el antimilitarismo en materia de género. El servicio militar afecta solamente a hombres no transexuales, es decir, a hombres que desde su nacimiento se llamaron varones (las fuerzas armadas finlandesas ignoran la identidad de género y excluyen a los hombres transexuales eximiéndolos del servicio obligatorio aún en contra de su voluntad). Sin embargo, aquellas personas excluidas del servicio obligatorio por razones de género pueden participar en la organización del movimiento de objeción de conciencia, aunque es posible que se enfrenten a insultos como el descrito anteriormente. El papel de este colectivo a la hora de llevar a cabo estas actividades es básicamente el mismo, tanto en campañas a favor del servicio alternativo como en campañas a favor de la objeción total.

La objeción de conciencia es, en esencia, una forma de reacción: el Estado fija las normas del juego y se reserva el derecho de cambiarlas en cualquier momento; por ejemplo, determina si la actitud predominante va a ser castigar y marginar a los objetores de conciencia o si los utiliza como personal alternativo. Como estrategia antimilitarista, la objeción de conciencia puede influenciar la forma en que el Estado manipula las reglas del juego y, en el mejor de los casos, obligar a que se introduzca un juego militarista completamente nuevo en una sociedad libre de servicio obligatorio, como en el caso de España (véase capítulo 19). Pero fuera de este juego, la objeción de conciencia es una herramienta muy limitada: las campañas en favor del servicio no militar serían las más afectadas, pero este también sería un problema que tendrían que afrontar las campañas de objeción total, por lo menos hasta que el militarismo deje de necesitar de la existencia de un servicio militar obligatorio.

Cabe destacar que la línea de pensamiento predominante en el movimiento finlandés de objeción de conciencia sostiene que la objeción de conciencia en solitario no es suficiente para el desarrollo de actividades antimilitaristas. Hoy en día, el movimiento centra sus esfuerzos en muchos otros asuntos relacionados con el antimilitarismo. Un análisis más amplio del militarismo y de su impacto destructivo nos fuerza a tener que mirar más allá de nuestra identidad de género a la hora de tratar la objeción de conciencia.

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