Eurosatory debería ser clausurada definitivamente por el bien de la humanidad

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A large group of people lie on the floor in front of banners outside the Eurosatory arms fair
La gente protesta en la feria de armas Eurosatory
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Stop Fuelling War

¿Qué significa seguridad real? Lecciones que el coronavirus nos ha enseñado.

Esta semana se caracteriza por la no apertura de la feria armamentística más grande del mundo —Eurosatory— en París. A pesar de la deslumbrante gama de patrocinadores impresionantemente ricos que esperan con ansias esta exhibición bienal sobre las más novedosas y sofisticadas propuestas de destrucción y muerte, la feria ha sido cancelada. Incluso el ferviente apoyo del Gobierno francés más las compañías armamentísticas más grandes del mundo y los entusiastas gobiernos nacionales de estas, por no mencionar las numerosas empresas subsidiarias que se aprovechan de la venta de armas, no podían arriesgarse a que el coronavirus se propagara entre los cincuenta y ocho mil visitantes y casi seis mil expositores internacionales. Si las ventas de armas no tienen límites, entonces tampoco un virus pandémico.

Sí a la seguridad, pero ¿de quién?

Esta cancelación es irónica, dado que la amplia producción y comercialización de armas costosas están supuestamente justificadas por contribuir a nuestra propia seguridad. Sin embargo, cuando la inmediata amenaza llegó en la forma de un virus mortal, la rápida propagación de este no tuvo demasiada oposición, ya que la mayoría de los gobiernos no estaban preparados. ¿Por qué —te preguntarás—, dado que una pandemia había sido predicha hace una década y no hasta hace mucho por varios epidemiólogos? Sin embargo, los gobiernos ignoraron las advertencias porque ellos estaban obsesionados con proporcionar un tipo diferente de seguridad —una basada en la disponibilidad de armamento altamente sofisticado—. Al gastar grandes sumas de dinero en la denominada defensa, los gobernantes estaban seguros de que podían mantenernos a salvo de ataques de enemigos indeterminados.

Desde luego, nadie se imaginó que las economías más poderosas del mundo podían ser desmanteladas tan fácilmente sin disparo alguno y por semejante oponente intangible. Casi nadie vislumbró que era un sistema de salud sólido y con buena financiación —y no los aviones de combate de última generación— lo que sería fundamental para afrontar con eficacia las terribles consecuencias. Después de todo, pensaron, no podía haber una urgencia o motivo reales para asegurar la concesión de instalaciones sanitarias adecuadas necesarias para lidiar con una pandemia. Un equipamiento hospitalario digno o las indispensables camas en hospitales de emergencia parecía una demanda demasiado exagerada en comparación con la urgencia de escuchar a los cabilderos armamentísticos. Mucho más urgente era el propósito de apoyar la producción de armas y asegurar la prosperidad de esta, así que los presupuestos en defensa crecieron a expensas de la salud. Como sabemos, el número de muertes en Francia al 8 de junio superó las veintinueve mil —el mismo día en que se suponía que Eurosatory iba a abrir sus puertas para recibir a los comerciantes de armas del mundo—.

COVID-19, COVID-19, la enemiga invisible que las armas no pueden matar

Trata de imaginar cuál podría haber sido el resultado si incluso una parte del presupuesto para defensa ¡hubiera sido utilizada en el sector de salud! ¿Cuántos médicos y enfermeros podrían haber sido capacitados con los 97 millones de euros que cuesta UN SOLO avión de combate Dassault Rafale? ¿Cuántos elementos esenciales adicionales de equipamiento, camas hospitalarias de emergencia, etc. se podrían haber comprado? ¿Cuánto más se podría haber hecho para asegurar mejores condiciones en residencias geriátricas (maisons de repos) con el fin de que muriera poca gente mayor antes de su hora? ¿Y si parte del presupuesto de investigación de defensa hubiera sido destinado al estudio de la familia de coronavirus, lo que tal vez habría posibilitado la creación temprana de una vacuna y salvado vidas —por no mencionar la economía—? Pregunten a las víctimas de violencia familiar durante la cuarentena de la COVID-19 si preferirían más inversión en armamentos en vez de los refugios seguros que brindarían protección frente a los hogares violentos.

¿Un precio que vale la pena pagar?

Al final, ¿cuántos ciudadanos franceses, en particular los familiares de aquellos que fallecieron de manera innecesaria debido a la atención o cuidados inadecuados, sienten que invertir en armas fue un sacrificio que merecía la pena? Debemos preguntar: ¿Contra qué o quiénes nos iban a defender supuestamente las armas? Pero apenas ha comenzado a decrecer la ola de la COVID-19 y los cabilderos armamentísticos ya están presionando para que se incremente la inversión, en especial, para el Fondo Europeo de Defensa en el que Francia es una protagonista principal.

COVID-19 y la recuperación económica: ¿Por qué enfocarse en la producción de armas?

Ha habido tanta propaganda con respecto a cómo la industria armamentística es fundamental para la creación de empleos que casi nadie cuestiona su validez. Sin embargo, pocos gobiernos están dispuestos a decir cuántos trabajos proporciona realmente esta industria. ¿Por qué pasa esto? Si la industria armamentística fuera de verdad un gran empleador y contribuyera al producto bruto interno (PBI) de un país, como ellos afirman, ¿no deberían los gobiernos estar encantados de compartir la noticia con el electorado? Al parecer, no. La información está guardada en secreto, con frecuencia, por razones de “seguridad nacional”. La industria aeronáutica y los servicios complementarios tienen alrededor de trescientos mil empleados, pero esta cifra incluye el sector predominante de la aviación civil. Así, pues, ¿cómo vamos a creer, y mucho menos verificar, la dudosa afirmación de que Defensa es un gran empleador?

No obstante, el Ministerio de Defensa francés acaba de anunciar un nuevo paquete de apoyo de quince mil millones de euros para la industria aeroespacial. “De lo contrario —dice—, se perderían cien mil puestos de trabajo”. Cuánto de ese total está destinado a armamentos permanece oculto, pero el Gobierno ha anunciado también que adelantará pedidos existentes para equipamiento militar.

Crear empleos en otros sectores

A medida que los países salen de la cuarentena de forma paulatina, el mayor desafío económico que enfrentan los gobiernos es cómo lidiar con el desempleo. Ante la ausencia de información confiable que pruebe que la industria armamentística es un importante empleador, es difícil justificar los enormes subsidios si el objetivo es aumentar el empleo. Los expertos dirán que las economías dependientes de unas cuantas empresas grandes concentradas en sectores limitados pueden ser el ingrediente para el desastre cuando se trata de una rápida recuperación económica, en gran parte, porque una economía basada en compañías pequeñas tiende a ser más flexible, adaptable y receptiva —y a crear más trabajos—.

¿Subsidiar continuamente la producción de armas es el mejor camino para una economía saludable?

En general, subsidiar de manera constante a cualquier industria grande conduce a una ineficiente distribución de recursos. Los grupos de presión armamentísticos influyentes han estado demandando enormes subsidios gubernamentales para asegurar la continuidad del empleo. Pero, ¿por qué favorecer a las inflexibles compañías armamentísticas que no se pueden adaptar pronto a un mundo pos-COVID-19? Si el objetivo es maximizar el empleo tan rápido como se pueda, existen muchas más industrias socialmente útiles que podrían prosperar con poca ayuda financiera inicial del gobierno. Aunque la normativa de competencia de la Unión Europea prohíbe subsidios para industrias nacionales, la defensa sigue siendo una excepción costosa. A largo plazo, una economía que tiene una proporción significante de pequeñas y medianas empresas tendría más probabilidad de sobrevivir el caos económico sin la constante necesidad de grandes subsidios gubernamentales. Es para destacar que aquellos que gritan a los cuatro vientos los beneficios de una economía de libre mercado enmudecen cuando se los cuestiona sobre las prestaciones sociales para la industria de defensa.

¿Qué es seguridad real?

¿Cuántos tipos de muertes innecesarias causadas por el coronavirus nos llevará para entender que nuestra seguridad real NO PUEDE y NO DEBE depender exclusivamente de un arsenal de armas? ¿Cuándo reconoceremos que, al enfrentar la amenaza real más devastadora de la historia reciente, todos estábamos indefensos? Garantizar la seguridad real requiere incluir una serie de políticas que mejoren la calidad de vida. Ningún gobierno es tan poderoso como para ignorar constantemente las verdaderas necesidades de su pueblo: previsión social, asistencia sanitaria, estabilidad económica, empleo, justicia climática. Sin embargo, no podemos conseguir estos objetivos sin desviar los fondos de los inflados presupuestos de “defensa”, que al fin y al cabo resultaron ser impotentes contra un inesperado y diminuto asesino silencioso.

 

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