Carta Abierta sobre COVID-19 y el Desarme Humanitario
En esta edición de El Fusil Roto, incluimos una carta conjunta de múltiples organizaciones de todo el mundo pidiendo el desarme humanitario para mejorar el mundo post-pandémico. En la carta, las organizaciones piden a los estados, organizaciones internacionales y la sociedad civil que sigan el ejemplo del desarme humanitario en la creación de la "nueva normalidad". Pueden leer la carta abajo. Para ver la lista completa de los firmantes, ingresen aquí.
La pandemia de COVID-19 ha cobrado un alto costo humano y económico y ha destrozado vidas en muchos países. La pandemia también ha evidenciado que las soluciones globales deberían usarse para abordar los problemas globales, en la crisis actual y después de que termine. Ahora es el momento de reflexionar sobre el mundo tal como es y considerar una mejor alternativa para el futuro. Una “nueva normalidad” debe ir más allá del ámbito de la salud pública para abordar otros asuntos de preocupación internacional, incluidas las consecuencias humanitarias de las armas y los conflictos armados, así como la paz y la seguridad en general.
El desarme humanitario, enfoque para regular las armas que pone a las personas primero, puede ayudar a liderar el camino hacia un mundo pospandémico mejorado. El desarme humanitario busca prevenir y remediar el sufrimiento humano infligido por las armas y el daño ambiental a través del establecimiento y la implementación de normas. Desde su comienzo a mediados de la década de 1990, ha generado cuatro tratados internacionales, ha sido reconocido con dos Premios Nobel de la Paz e inspirado esfuerzos continuos para reducir otros daños relacionados con las armas.
Los dos pilares del desarme humanitario de prevención y remedio deberían guiar la asignación de recursos para promover la seguridad humana. El COVID-19 ha provocado que las personas revisen las elecciones presupuestarias de los estados. Para evitar daños causados por armas, los gobiernos y la industria, deben dejar de invertir en armas inaceptables, así como fortalecer la protección de los civiles frente al uso de armas y garantizar que las transferencias de armas cumplan con el derecho internacional. El dinero gastado en arsenales nucleares y otros gastos militares podría utilizarse mejor para fines humanitarios, como atención médica o gastos sociales. Para remediar el daño, los gobiernos deben redirigir el dinero a programas que asistan a las víctimas, restablezcan la infraestructura, eliminen los artefactos explosivos y limpien la contaminación relacionada con el conflicto. Financiar las instituciones multilaterales que establecen normas y estándares sobre estos temas y aseguran su implementación también permitiría avanzar y lograr los objetivos del desarme humanitario.
Los principios de inclusión y no discriminación, que son fundamentales para el desarme humanitario, deben guiar las medidas para abordar las desigualdades que el COVID-19 ha expuesto y exacerbado. La pandemia ha aumentado los desafíos que enfrentan las personas sobrevivientes de conflictos armados y personas con discapacidad debido a la vulnerabilidad de ciertos grupos, su falta de acceso a atención médica y necesidades básicas y las restricciones a los trabajadores humanitarios. Una respuesta de desarme humanitario aseguraría que tal desigualdad y marginación no se arraiguen. También promovería programas más sensibles que los que existían antes. Los Estados y los actores humanitarios deberían ampliar los esfuerzos para involucrar a las personas afectadas y las poblaciones diversas en la toma de decisiones, recopilar datos desagregados por género, edad, discapacidad y etnia, y brindar asistencia de manera no discriminatoria
La inclusión y la accesibilidad deben reforzar la diplomacia a medida que emerge de su estado digital actual. Desde que la pandemia condujo a un cierre global, las reuniones de desarme en persona se han cancelado, pospuesto o celebrado digitalmente. Si bien las reuniones cara a cara tienen ventajas importantes, una vez que se reanuden, la comunidad internacional podría aumentar la inclusión y la accesibilidad al permitir una participación significativa en línea en las reuniones multilaterales. Las personas, incluidos los sobrevivientes y otras personas con discapacidad, que no pueden viajar debido a la falta de fondos o restricciones de visa, podrían agregar sus voces a las discusiones críticas sobre el establecimiento y la puesta en práctica de las normas.
Finalmente, la cooperación internacional debería convertirse en una forma estándar de abordar los problemas mundiales, como lo es en el desarme humanitario. Los tratados de desarme humanitario, que exigen la coordinación internacional, el intercambio de información y el intercambio de recursos, ofrecen modelos de cooperación. Los Estados deben adoptar un enfoque cooperativo para abordar el daño humano y ambiental causado por las armas y aumentar su asistencia a los Estados afectados. Tal mentalidad cooperativa, reforzada por la experiencia de la pandemia, debería trasladarse a otros esfuerzos multilaterales para crear, implementar y adaptar las normas internacionales.
A medida que el mundo pasa a una realidad pospandémica, pedimos a los Estados, las organizaciones internacionales y la sociedad civil que sigan el ejemplo del desarme humanitario. La comunidad internacional debe priorizar la seguridad humana, reasignar el gasto militar a causas humanitarias, trabajar para eliminar las desigualdades, garantizar que los foros multilaterales incorporen voces diversas y aportar una mentalidad cooperativa a los problemas de práctica y política. Juntos podemos remodelar el panorama de seguridad para el futuro y ayudar a crear una nueva y mejorada “normalidad”.
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