Papúa Occidental: “Seremos libres”

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Jason MacLeod and Rosa Moiwend

Uno de los mayores retos de la gente que practica la resistencia noviolenta es cómo enfrentarse a la opresión. El peor de los casos imaginables es el de una comunidad remota y aislada que sufre un régimen genocida lejos de la mirada vigilante de los medios internacionales. Ésta es la situación en Papúa Occidental, una futura nación melanesia en la mitad occidental de la isla de Nueva Guinea, ocupada por el ejército indonesio desde 1963. La población papuana desea la independencia política y al mismo tiempo exige reconocimiento de sus derechos fundamentales como pueblo indígena que vive en sus tierras tradicionales. Las fuerzas de seguridad indonesias han respondido brutalmente a estas demandas. Consideremos estos dos breves ejemplos:

  1. En la madrugada del 6 de julio de 1998, el ejército indonesio abrió fuego contra una multitud desarmada de manifestantes que acampaban bajo la torre del agua en Biak City. La violencia no se detuvo en la torre. Agentes de policía y militares reunieron a las personas supervivientes y las embarcaron en tres buques de guerra que aguardaban en el puerto. Allí, las personas supervivientes fueron tratadas brutalmente y asesinadas. Sus cuerpos mutilados fueron lanzados por la borda. Más de 100 personas papuanas fueron masacradas. No estuvo presente ningún medio de comunicación. Pasó una semana antes de que llegara un equipo local de investigación de derechos humanos, e incluso entonces tuvieron que trabajar clandestinamente. Tuvieron que pasar meses hasta que la historia mereció ser como mucho mencionada en los periódicos internacionales de mayor difusión. A día de hoy no ha habido ninguna investigación judicial, ninguna justicia. Los autores fueron ascendidos y las personas supervivientes fueron condenadas a prisión.
  2. Avanzamos rápidamente hasta 2010. El reverendo Kindeman Gire, un cura de la Iglesia Kingmi fue detenido junto a una carretera por el ejército indonesio. Le sujetaron violentamente en el suelo mientras que los soldados le quemaron deliberadamente los genitales con un palo ardiendo. Gire murió más tarde. Tristemente, los actos públicos de tortura, como el sufrido por el reverendo Gire, no son incidentes aislados. El Dr. Yohanes (Budi) Hernawan OFM, un investigador en cuyo doctorado estudió las prácticas de tortura en Papúa Occidental, ha documentado cientos de casos. Hernawan argumenta que lejos de intentar extraer información, el ejército y la policía indonesios usan la tortura para gobernar. Los cuerpos humanos se marcan físicamente, a menudo como parte de un espectáculo público —en las celdas policiales o en el patio de entrada de los cuarteles, a la vista de toda la calle— para afirmar la soberanía indonesia sobre la población papuana de la manera más visceral imaginable. Lo que está cambiando lentamente es que, a diferencia de la masacre de Biak en 1998, la violencia del estado está siendo crecientemente grabada y distribuida en redes fuera del país, con la esperanza de provocar una acción internacional a favor de las aspiraciones papuanas. La muerte de Gire, por ejemplo, la grabó un soldado con su teléfono móvil y después la grabación fue obtenida por activistas corriendo un gran peligro personal. La grabación se convirtió en viral, desatando la indignación dentro y fuera de Indonesia.

Estas dos historias deberían ser suficientes para ilustrar que, en muchos sentidos, Papúa Occidental es uno los peores casos imaginables: comunidades remotas aisladas de los medios internacionales enfrentándose a un adversario determinado a usar una represión extremadamente cruel para mantener su dominio. Muchas personas papuanas creen sinceramente que el gobierno indonesio está intentando erradicar a la población papuana como pueblo diferenciado. Pero por muy terroríficas que sean estas historias, la opresión no garantiza necesariamente la sumisión. Los colectivos de activistas en Papúa Occidental han logrado innovaciones a lo largo de las cinco dimensiones siguientes para desarrollar resiliencia, aprendiendo con el paso del tiempo cómo resistir a la vez que continúan acumulando poder social y político.

Los movimientos pueden volverse mucho más estratégicos para erosionar el poder estatal

Para socavar el poder estatal, los movimientos tienen que analizar la fuente de ese poder y luego diseñar estrategias y tácticas para retirar la colaboración con aquél. Es lo que la gente en Papúa está haciendo, provocando deserciones en la elite, grietas en el sistema de dominación indonesio. Muy recientemente, el jefe del parlamento provincial de Papúa, Yunus Wonda, escribió a otros estados melanesios —Papúa Nueva Guinea, Fiji, Islas Solomon y Vanuatu— para expresar su apoyo al grupo a favor de la independencia Coalición Nacional por la Liberación de Papúa Occidental. En 2010, la totalidad de los 36 miembros de la Asamblea Popular Papuana, una especie de senado indígena encargado de la salvaguarda de los valores culturales papuanos, retiró públicamente su apoyo a la Autonomía Especial, una política diseñada para diluir el clamor por el autogobierno. La Asamblea argumentó que está política había fracasado. A continuación, apoyaron una ocupación de 5000 personas de dos días de duración del Parlamento Provincial.

A pesar de ello, los luchas secesionistas contra la ocupación se enfrentan a desafíos aún más duros que las luchas de cambio de régimen convencionales, que ya son suficientemente complicadas. Además de construir un movimientos de masas dentro del país, los grupos por la autodeterminación tienen que “extender el campo de batalla noviolento”. Eso requiere tres cosas. Primero, el terreno de la lucha tiene que ampliarse. La resistencia tiene que ejercerse dentro del territorio ocupado (Papúa Occidental), dentro de la territorio del ocupante (Indonesia) y dentro de la sociedades de los aliados principales del ocupante (como por ejemplo EEUU, los países de Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, y la UE). Segundo, la población papuana tiene que activar lo que Johan Galtung llamó “la gran cadena de la noviolencia”. O sea, reclutar a nuevos aliados que puedan servir de puente para salvar la distancia social y cultural entre ocupante y ocupado. Aliados indonesios progresistas están empezando a hacerlo. Tercero, la población papuana debe interrumpir los canales a través de los que la comunidad internacional proporciona capacidades para que el gobierno indonesio pueda continuar con la ocupación. En esencia, esto equivale a elevar los costes económicos y políticos de la ocupación.

Los movimientos pueden innovar las tácticas

En vez de acciones de alto riesgo y escasa participación como izar la bandera independentista del Lucero del Alba, la población papuana está experimentando con acciones de bajo riesgo y alta participación como vestir ropa negra, huelgas de no salir de casa y oraciones colectivas. En vez de concentrar a la gente en un solo lugar, estas acciones descentralizan la participación, y así la gente puede participar desde sitios diferentes.

La gente de Papúa también ha desafiado la ley de manera creativa. Cuando el estado indonesio promulgó un decreto que prohibía la exhibición de símbolos independentistas en Papúa Occidental (Ley 77/2007), la población papuana desafió la ley pintándose la bandera en sus rostros y cuerpos, ondeando el Lucero del Alba en sus nokens (un bolso tradicional hecho de cordeles), y exhibiendo otros aspectos distintivos de la cultura papuana en su vida cotidiana. Cuando la policía hacía detenciones por llevar pintada la bandera en la cara y en el cuerpo, la gente respondía: “¡Esto no es una bandera! ¡Es pintura!”, o “¡Esto no es una bandera! ¡Es un noken!”. Ahora, la presencia del Lucero del Alba en bolsos, ropa, bisutería y cuerpos se ha vuelto tan amplia, que la Ley 77/2007 ha sido imposible de aplicar. La gente en Papúa también usa vestidos tradicionales y comen alimentos papuanos para reafirmar que son de Melanesia, no de Indonesia.

Los movimientos pueden desarrollar estructuras organizativas más resistentes

Cada vez que ha surgido un líder carismático en Papúa Occidental, ha sido neutralizado por el estado. Arnold Ap y Theys Eluay fueron ambos asesinados. Thomas Wainggai murió en la cárcel. Kelly Kwalik fue asesinado con un disparo por las tropas indonesias. Forkorus Yaboisembut languidece actualmente en prisión. Por eso, la gente en Papúa Occidental está moviéndose lentamente hacia una estructura de red descentralizada, la estructura organizativa que es más probable que promueva un movimiento resistente a la opresión. Es importante subrayar que las estructura organizativas como coaliciones, alianzas y federaciones también facilitan la unidad. Sin embargo, es una unidad alrededor de objetivos, estrategia y tácticas más que una sola forma organizativa jerárquica. De esto es de lo que habla el líder de Papúa Occidental Benny Wenda cuando dice que “hay que intentar no tener una sola organización; intentemos tener una sola agenda”. El reto de la gente de Papúa es potenciar la coordinación entre los distintos nodos de la resistencia, dentro y fuera del país.

Los individuos pueden prepararse solos

La gente valiente que resiste, se hace; no nace. Kristina Thalhammer y sus colegas dicen que el sendero hacia la firme determinación de exponerse a un riesgo en pos de la justicia y la protección de otras personas, pasa por seis encrucijadas distintas. En cada encrucijada hay que tomar decisiones. En primer lugar, una persona tiene que tomar conciencia del problema. Segundo, el problema deber interpretarse como una injusticia. Tercero, la persona tiene que asumir una responsabilidad personal, y cuarto, identificar posibles opciones de acción. La quinta encrucijada es pasar a la acción, y la sexta es mantener la acción a lo largo del tiempo. Los destinos alternativos, que alejan de la posibilidad de convertirse en una persona valiente que resiste, llevan a volverse parte de la población pasiva o de la gente que colabora con la injusticia. Líderes religiosos papuanos como Benny Giay, Neles Tebay y Sofyan Yoman, han recorrido el camino hasta convertirse en valientes resistentes. Igual que muchas personas presas políticas. Igual que mucha otra gente papuana. El movimiento por la libertad en Papúa Occidental está creciendo porque cada vez más gente está librándose de su miedo a lo que podría hacerle la policía y las fuerzas de seguridad indonesias. Cuando el reverendo Benny Giay se enteró de que estaba en una lista de objetivos de la inteligencia indonesia, contestó: “No pueden quedarme ahí sentado cada vez que los hijos del Señor son víctimas de abusos o asesinatos. Tengo que levantarme y luchar por sus derechos, y dar voz a quienes no la tienen”. Personas como el reverendo Benny Giay aumentan las posibilidades de que otra gente se libere de sus miedos. El coraje de estas personas transforma su entorno social y político. Las personas papuanas que resisten con valentía ayudan a otra gente a sumarse a la acción que proclama una nueva Papúa.

Los movimientos pueden pedir asistencia exterior

La gente de Papúa invita a varios tipos de visitantes a acompañarla en su lucha. Durante algunos años, antes de que la policía indonesia les obligara a salir del país, Brigadas Internacional de Paz proporcionó protección sin armas a la población de Papúa Occidental. La gente internacional de BIP encarnó la preocupación de la comunidad internacional, convirtiéndose en los ojos y los oídos sobre el terreno de una creciente red internacional. Ésta es precisamente la razón de que el gobierno indonesio expulsara del país a BIP. También se ha invitado en secreto a periodistas a entrar al país, viajando encubiertamente para informar de la lucha. La asistencia de actores exteriores a petición de la gente de Papúa es bienvenida, siempre que se haga llegar respetuosamente de manera que potencien la resistencia que lidera la población papuana, y se apoyen los objetivos perseguidos por ésta. La cantidad y calidad de estos vínculos internacionales debe ser incrementada.

La lucha por la independencia y las reivindicaciones de derechos fundamentales no pueden ser separadas la una de la otra, ya que son interdependientes. Como dijo un líder de Papúa Occidental en una ocasión, “el clamor por los derechos básicos no es el enemigo de la independencia”. La lucha por la independencia es conocida mucho más ampliamente, pero la gente de Papúa Occidental también está defendiendo noviolentamente su tierra y sus derechos ancestrales. Por ejemplo, existe resistencia noviolenta de los Amungme y Kamoro contra las minas de oro y cobre de Freeport, propiedad de EEUU, una campaña por la justicia económica de las vendedoras del mercado, y resistencia noviolenta del pueblo indígena Malind Anim contra MIFEE (Empresa Integrada de Alimentación y Energía de Merauke), una pasmosa apropiación de 1600 millones de hectáreas de tierras por parte de empresas indonesias y multinacionales que desplazará a

cientos de miles de indígenas.

Resumen

Papúa Occidental se encuentra ocupada por el gobierno indonesio, que usa la violencia estatal para mantener desesperadamente el control del poder. Esta violencia directa y sistémica ilustra la pobreza de la imaginación política del gobierno indonesio.

Sin embargo, la violencia estatal descansa sobre una lógica básicamente defectuosa. Cuanto más fuerte aprieta el puño el gobierno indonesio para retener a Papúa, más legitimidad pierde. Al final, la opresión, incluso la más despiadada, no es capaz de garantizar la obediencia papuana a la continua dominación colonial indonesia. Mientras el gobierno indonesio siga negándose a permitir que la población papuana decida su propio futuro de manera libre, pacífica y justa, toda afirmación que diga que Indonesia es una democracia, sonará a hueco. Mediante los ejemplos contenidos en este artículo, hemos demostrado que la población de Papúa Occidental no se rinde en su lucha por la autodeterminación, y tampoco están luchando contra la dominación indonesia en los términos del opresor. Lo notable del caso es que la gente papuana está usando la resistencia noviolenta y los procesos políticos convencionales mucho más que la lucha armada. Usan la resistencia noviolenta para defender sus derechos fundamentales como pueblo indígena y lograr la independencia política, a la vez que admiten los vínculos entre ambos objetivos. Con la clase de inteligencia, coraje moral, creatividad y determinación que hemos mostrado en estas líneas, no nos cabe ninguna duda de que un día Papúa Occidental será libre.

Lecturas adicionales:

  • West Papua: Civil Resistance, Framing and Identity: 1910s-2012, Jason MacLeod, en Maciej J. Bartkowski (Ed.) Recovering Nonviolent History: Civil Resistance in Liberation Struggles. (Lynne Rienner: Boulder and London, 2013).
  • Freedom in Entangled Worlds: West Papua and the Architecture of Global Power, Kirksey, S. Eben (Duke University Press, 2012).
  • West Papua Media, http://www.westpapuamedia.info

 

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