La militarización de la juventud y cómo contrarrestarla

Sahar Vardi and Dola Nicholas Oluoch

Las imágenes de la guerra, los conflictos armados y la violencia organizada en todo el mundo pueden tomar diferentes formas, pero lo único que casi siempre tienen en común son los jóvenes, hombres y mujeres, que integran las filas de las organizaciones militares y paramilitares.

Tanto en los países que aún tienen el servicio militar obligatorio, como en los que poseen ejércitos profesionales, los gobiernos, los sistemas educativos, los propios militares e incluso organizaciones y empresas privadas, todos ellos promueven activamente los valores militaristas, tanto para llenar las filas de las fuerzas armadas, como para legitimar socialmente el uso de la violencia organizada.

En las sociedades donde existe conscripción, pese a que el reclutamiento es legalmente obligatorio, todavía se hacen grandes esfuerzos para militarizar a la juventud. En Israel, por ejemplo, gran parte del esfuerzo se concentra en las escuelas. Los soldados que entran y salen de las aulas para hablar sobre sus unidades y puestos; profesores a quienes se evalúa de acuerdo a la tasa de reclutamiento de sus alumnos; directores que promocionan a sus escuelas alardeando de la alta tasa de soldados de combate u oficiales que se graduaron de sus establecimientos; y ministros de educación que derechamente afirman que la preparación para el servicio militar es uno de los objetivos del sistema educativo. De acuerdo con una encuesta realizada por la IRG en 32 países (tanto con servicio militar como con ejércitos profesionales), en 18 de ellos hay una colaboración oficial entre el ministerio de educación y el ejército, y en la mayoría de los países sin conscripción obligatoria, el ejército hace reclutamiento abiertamente en las escuelas. Pero la militarización de la juventud no comienza y termina dentro de las paredes de los sistemas educativos.

Mientras más y más países en el mundo terminan con el servicio militar obligatorio y se pasan a un sistema de ejército profesional, hay un montón de otras formas, más y menos oficiales, para militarizar a la juventud sin necesidad de leyes que los obliguen a la conscripción.

Aunque la mayoría de los jóvenes en el mundo nunca han disparado una pistola, ¿cuántos de nosotros hemos disparado y matado a alguien en un juego de computador? Si bien la mayoría de los jóvenes en el mundo nunca usarían un uniforme militar, ¿cuántos de nosotros hemos llevado telas camufladas desgastadas, como si fuera una moda más? ¿Cuántos de nosotros hemos jugado con pistolas de juguete? Los ejércitos también encuentran más y más maneras de ser más atractivos para la juventud, no sólo a través de los valores violento-militaristas tradicionales. La promesa de la aventura, de defender los valores de la democracia e incluso la igualdad de género, y finalmente, la promesa de obtener beneficios personales, ya sea mediante becas para la educación superior o la promesa de una carrera profesional duradera. La encuesta realizada por la IRG sobre la militarización de la juventud, encontró que en 30 de los 32 países encuestados, la idea de que ingresar a las fuerzas armadas significa oportunidades de empleo o de estudio a futuro, es uno de los puntos de venta más fuertes usados ​​por todos los ejércitos, tanto los basados en reclutas como los profesionales. Aun cuando muchas de estas promesas se basan en mentiras, esta retórica dirigida a los jóvenes que aún no alcanzan el suficiente criterio como para tener convicciones fuertes o explorar diferentes horizontes, especialmente entre los más desfavorecidos de la sociedad, parece que funciona. Hombres y mujeres jóvenes se alistan bajo la pretensión de estas falsas promesas y de valores sociales que los empujan a hacerlo.

Pero la militarización de la juventud no está reservada sólo para los Ejércitos regulares. Esto es particularmente cierto para los países en los que operan grupos paramilitares fuertes. A modo de ejemplo, si bien Kenia es considerado un país sin reclutamiento, allí la militarización toma una forma totalmente diferente, donde el denominador común es la falsa idea de que el uso de la fuerza es necesario para el liderazgo efectivo y el control. Se ha señalado antes muchas veces que tal noción es, de hecho, la premisa de la militarización. La existencia de la misma se produce a expensas del estado de derecho y la democracia, así como la realización de los derechos humanos. Como se vio en la situación de Kenia, los arquitectos de la militarización no siempre son puestos en marcha por el Estado. De hecho, hay instancias en las que el Estado está “desaparecido en acción” y eso abre espacios para la militarización por parte de grupos, tales como las milicias en los asentamientos informales de Kenia, los Mungiki (1) y otros parecidos. Situaciones similares son vistas en muchos sectores que se consideran desorganizados y con lagunas como el transporte público, la seguridad y el servicio social donde estos grupos inicialmente vienen a llenar esos vacíos, pero eventualmente se convierten en milicias y organizaciones terroristas, que extorsionan a los residentes en el nombre de la protección, la seguridad, recolección de basura, etc. El reto, sin embargo, es el hecho de que la militarización deja su huella no sólo en los sistemas políticos y legales, sino también en el comportamiento social. Amenazas y hostigamientos frecuentes son, por tanto, los síntomas de la ruptura de las relaciones sociales, así como de las instituciones del Estado de Derecho y la democracia. En estas circunstancias, las amenazas antes mencionadas están acompañadas de asesinatos extrajudiciales, hostigamiento físico de todo tipo, entre otros vicios.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Muchos activistas antimilitaristas de todo el mundo están encontrando diferentes formas de contrarrestar la militarización de la juventud, y mientras más creativos seamos, más amplio es el efecto que podemos tener.

Trabajar en las escuelas, a nivel municipal y regional, para tratar de exigir una educación libre de militarismo, ha sido el foco principal de algunos grupos. Otros han estado trabajando en cambiar los juegos de computador. Algunos activistas se enfocan en la creación de espacios alternativos donde los jóvenes puedan escapar y ser capaz de criticar y desafiar la dirección que su sociedad les está obligando a tomar; otros se centran en dar entrenamientos no violentos para proporcionar a los jóvenes una forma alternativa de reaccionar a situaciones cotidianas en que de otra manera la violencia podría ser la respuesta predeterminada. Algunos grupos se centran en poner de relieve el uso de soldados y símbolos militaristas en la publicidad, y otros en la denuncia de las condiciones reales de los soldados, frente a la que se muestra en la publicidad del ejército. Un día intencional de acción para la educación libre de militarismo, que se expandió a una semana de acción de este año, ha sido una oportunidad para que muchas de estas iniciativas se reúnan.

En el caso de Kenia, como ejemplo de muchos otros, la mayoría de los jóvenes a quienes apunta la militarización son aquellos con niveles mínimos de educación. Los arquitectos de la militarización se aprovechan de su vulnerabilidad, debido a su carencia de educación básica y su falta de exposición a otros modos y maneras de hacer las cosas, para atraerlos a este sistema, que con el tiempo se convierte en lo único que conocen, y la mayoría permanece así a menos que renuncien. En respuesta, ofrecer o garantizar la accesibilidad a la educación básica es también un método para contrarrestar la militarización. La educación y la exposición que viene con ella introduce a los jóvenes a formas alternativas y mejores de vida ofreciéndoles un camino no militarizada en la vida. El coaching, tutoría y acompañamiento mediante procesos de diálogo informales pero hechos a la medida, también pueden desempeñar un papel importante en la deconstrucción de las viejas nociones militares. La Constitución de Kenia del año 2010 abre espacios para la participación ciudadana en el gobierno, y es una forma alternativa de participación de los jóvenes en otras formas de construir su país. Los foros de participación ciudadana, desde hace un tiempo, han sido una forma alternativa de asegurarse de que los jóvenes están involucrados en los procesos locales y nacionales que buscan canalizar su contribución al desarrollo, la paz y la reconciliación y la gobernanza, y por lo tanto, poco a poco pero en forma constante, van formando parte de los procesos cruciales de toma de decisiones. Es una forma diferente de asegurarse de los jóvenes participan de manera constructiva en la construcción nacional, en lugar de ser parte de las actividades de militarización.

Al enfatizar los efectos que tiene la militarización en los jóvenes, las mujeres, los pobres, las personas sin educación, personas LGBTQ y otras comunidades marginadas, ya sea dirigida por los militares para el reclutamiento o enlistamiento, o bien por que son blanco de la violencia en su propia sociedad, debido a los valores militaristas, podemos tratar de desafiar todas estas situaciones.

Notas:

(1) Mungiki es una palabra en el idioma de los Kikuyu (la tribu más grande de Kenia) que significa “un pueblo unido”, “multitud” o “masa”. Es un grupo que se compone principalmente de jóvenes. Mungiki opera más ampliamente en los asentamientos informales de Nairobi como una pandilla callejera o una red criminal, esencialmente, que contribuye a - y se alimenta de - un entorno plagado de un perpetuo estado de crisis de seguridad. Se dice que inicialmente rechazaban la occidentalización y todo lo que se creía relacionado con ello, incluyendo el cristianismo, y por tanto, querían practicar la cultura africana.


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