“Atrápalos antes que el ejército”

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David Gee

Pregúntale a una maestra cuál es su objetivo y qué hace para lograrlo, y puedes esperar una respuesta simple: enseñarles a los jóvenes diferentes cosas para ayudarlos a crecer. También sabemos para qué necesitamos a los panaderos; hacen el pan para alimentar a las personas. Y entonces, ¿para qué sirven los soldados?

Los políticos que deciden qué guerras pelear dicen que su objetivo es defender al país. De hecho, la mayoría de los soldados defienden poco. Todas las guerras recientes que involucraron a las fuerzas europeas o norteamericanas han sido por conflictos de intereses. En la antigua Yugoslavia, Irak y Afganistán, los estados occidentales han iniciado las guerras planeando utilizar su poder militar lejos de sus países. No hay una opinión general sobre si estas acciones reflejaron las sabias y valientes intenciones de gente desinteresada, o las tentativas para darle forma a la geopolítica del mundo para beneficio de los estados más poderosos. La historia muestra que las FF.AA tienen objetivos diferentes, algunos son benignos pero no evidentes, y otros son totalmente malignos. En efecto, el propósito del soldado en la guerra no es siempre, o ni siquiera normalmente, defender al país sino ayudar a ganar cualquiera que fuese la lucha por la cual su líder político ha decidido comenzar la guerra.

El objetivo de las FF.AA puede ser confuso; pero el rol de los soldados no lo es, incluso cuando este se explica pocas veces. De nada sirve buscar una descripción en la literatura militar sobre el rol de un soldado. El folleto de la Infantería Británica, por ejemplo, describe el trabajo del militar de infantería como “vencer al enemigo”, “enfrentar al enemigo”, “enfrentar al objetivo”, dar “golpes decisivos”- son todos eufemismos sin sentido, como el del panadero que facilita la nutrición o la maestra que “pedagogiza” la información. Si la maestra enseña; el panadero, hornea; entonces, el soldado sirve en el ejército. ¿Qué significa esto? El general Michael Rose, quien comandó las fuerzas de la ONU en Bosnia, se destaca entre sus pares por su franqueza. “Nadie pide matar a otros humanos o, de manera explícita, que ellos mismos se sacrifiquen por la nación”. El trabajo de un soldado es matar o amenazar con matar (palabra que no aparece en el folleto de la infantería) y aceptar la posibilidad de que lo maten o salga herido. Esto es tan cierto de las fuerzas para el mantenimiento de la paz – sus armas están cargadas por algo.

Reclutar a los más vulnerables

Dado que el objetivo de las FF.AA no es evidentemente benigno y que el trabajo de los soldados es muy peligroso ya que requiere ejecutar a otras personas, ¿quién elegiría este trabajo? Dicho de otra manera: ¿cómo las elites políticas y sociales de los estados persuaden a una cantidad suficiente de personas para que peleen sus guerras?

La respuesta es que tienen interés, hasta ahora faltante, en los grupos sociales cuyas opciones de vida son pocas y cuyas elecciones se realizan bajo una posición de relativa debilidad. Estos grupos sociales están formados por jóvenes fácilmente influenciables y que todavía no alcanzaron la madurez suficiente de la adultez. Son personas pobres, que recibieron una educación deficiente y tienen pocas oportunidades de conseguir un trabajo y que, encima, pueden llegar a tener que mantener a una familia. Pertenecen a grupos de minorías étnicas que tienen desventaja social en comparación con la mayoría de la gente.

Si cumples con los tres requisitos (joven, pobre y provienes de una minoría) es probable que las FF.AA te llamen. Van a ir a tu escuela, a tu barrio, a tu agencia local de desempleo. Te van a buscar a través de comerciales de televisión, en el cine y en Facebook. Te ofrecerán atractivos folletos, juegos de internet, clubes militares para unirse, y la posibilidad de sentarse en un carro de combate, sostener un rifle o manejar los controles de un bombardero. Van a empezar con todo esto cuando aún seas demasiado joven para enlistarte. Cuando ya tengas la edad suficiente para sumarte a las fuerzas armadas, te prometerán aventura, el desarrollo de una carrera profesional, nuevos amigos, una sensación de poder personal y un sentido de pertenencia (comúnmente por primera vez para los nuevos reclutas) junto a otros en una causa. No están ahí para aprovecharse de tu débil posición social, sino para ofrecerte (te van a insistir) la oportunidad de mejorarla. El estado, el principal responsable de las condiciones de pobreza en las que vives, te salvará del mismo al ofrecerte un trabajo. Su retórica es que te han hecho un favor. No obstante, un favor que solo pocas personas un más grandes que tu o de un entorno más privilegiado aceptarían.

La verdad de la vida militar

La realidad de las FF.AA no se parece en nada a lo que los folletos y las publicidades de internet muestran. Los nuevos reclutas en todos los países están sujetos a leyes especiales nacionales e internacionales que anulan muchos de los derechos civiles, políticos y humanos, como el derecho a no realizar trabajo forzoso u obligatorio. Las obligaciones legales de alistamiento previenen a aquellos que quieren dejar de hacerlo (por cuatro años o más en el Reino Unido); los soldados pueden ir a prisión, y de hecho varios han terminado ahí. La gente joven de los barrios más pobres que los reclutadores han captados esanalfabeta, lo que los pone en desventaja para entender los complejos compromisos necesarios para tomar una decisión libre e informada.

Algunos reclutas están felices con su elección de carrera y lo seguirán estando. Pero, aunque las estadísticas del RU muestren que hay más soldados satisfechos que insatisfechos, la satisfacción profesional sigue siendo más baja en las FF.AA que en la vida civil. Les guste o no su trabajo, los reclutas de las FF.AA se enfrentan a grandes riesgos físicos y psicológicos. Estudios británicos y americanos revelan que los militares tienen mayores problemas de salud mental que el resto de la población, con un mayor nivel de consumo nocivo de alcohol, tasas más altas de trastorno por estrés postraumático (TEPT) y tasas similares o un poco más altas de ansiedad y depresión. El desplazamiento a las zonas de guerra aumenta aún más los riesgos, especialmente para aquellos que están en combate directo, como la infantería y aquellos que se alistaron jóvenes y que provienen de entornos desfavorecidos. A medida que se incrementa o intensifica la exposición al conflicto armado, los eventos traumáticos (que te disparen, llevar cuerpos, ver a alguien ser asesinado y matar o herir a otras personas), también aumenta la prevalencia de problemas mentales de gran importancia clínica. Los soldados jóvenes de entornos desfavorecidos son más vulnerables a estos riesgos. En el RU, los soldados que se alistaron a la edad más joven (16) han estado más expuestos a perder sus vidas en Afganistán que aquellos que se enlistaron a los 18 o de más grandes. Dado que el riesgo a ser lastimado es cinco veces mayor a ser asesinado, los reclutas que se enrolan de más jóvenes también enfrentan el riesgo de sufrir heridas no fatales. En contextos británicos y norteamericanos (y seguramente en algún otro lado también), los soldados más jóvenes de los barrios con desventaja social son los que tienden a ocupar los lugares más peligrosos, como la infantería, porque estos tipos de trabajos no suelen ser específicos y requieren de pocas o casi nulas cualificaciones. Incluso en los momentos en que el despliegue es bajo, los jóvenes soldados tienen más probabilidades de que los disparen y, en especial si son mujeres, de ser acosadas sexualmente.

La idea general es que los jóvenes de los barrios más desfavorecidos son más vulnerables a padecer problemas de salud mental y también son más propensos a participar en funciones militares con mayor nivel de exposición a eventos traumáticos. Por ejemplo, un estudio británico descubrió que un % 17,5 del personal menor de 20 años tuvo síntomas de TEPT en la Guerra del Golfo, y otra encuesta mostró que entre aquellos que se unieron al ejército sin cualificaciones (es probable que estos se hayan alistado de muy chicos o directamente al terminar la escuela), el % 18, 4 sufría de síntomas de TEPT. Estas cifras de TEPT son muchos más mayores que el % 3 de la población general del RU. Igualmente llamativo es el uso nocivo del alcohol entre los militares más chicos, y se descubrió que en los reclutas de los ambientes menos beneficiados es tres veces más frecuente de lo que lo es en la población general. La creencia de que el ejército es bueno para los jóvenes en dificultad social no es para nada convincente.

La situación en otros lugares

Dado el hecho de que las condiciones en las FF.AA de Inglaterra y EE.UU tienen mucho en común con las de otros estados industrializados, es probable que la gente joven en otros países también se enfrente a graves riesgos psicológicos y físicos, si se los compara con los reclutas mayores o con la población general.

En un taller en la conferencia de Darmstadt, nueve de nosotros (todos de diferentes países) analizamos esta cuestión y todos describimos tácticas de reclutamiento similares: comercialización activa para los más jóvenes, especialmente de comunidades pobres; la idealización de los trabajos militares como un camino a una vida de aventura, haciendo hincapié en presentar al soldado, marinero o aviador como alguien muy masculino; y no mencionar o pasar por alto los importantes riesgos y dificultades que conlleva. Todos estábamos preocupados por esta militarización de la juventud y el daño que le causa al bienestar de la gente joven por el bien de la violencia armada planeada por las clases elitistas de generaciones de mayor edad.

En todos nuestros países además de Suiza, el reclutamiento militar se ha fortalecido en lugares de pobreza y/o en épocas de crisis económicas nacionales, cuando hay pocos puestos de trabajo disponibles. En muchos países, tener un trabajo en las FF.AA es la única manera para algunos hombres de ser el sostén principal de su familia; esto sucede especialmente en los países más pobres como Ghana o en sociedades desiguales como Sudáfrica. El reclutamiento también es exitoso donde el orgullo nacional por las fuerzas armadas estatales es muy alto. Se gastan grandes sumas de dinero en desfiles, propagandas y en celebrar fechas patrias para incentivar este sentimiento.

En todos los lugares en los que estuvimos (excepto Suiza), las FF.AA dirigen sus publicidades a los reclutas más jóvenes. Aunque el énfasis en general está puesto en atraer a los chicos que están por terminar el colegio, hoy en día las FF.AA también tienen programas para incorporar a mujeres.

Para los reclutadores, la gente de entornos inmigrantes es una prioridad emergente. Suecia tiene programas de reclutamiento destinados a estas comunidades, los cuales están vinculados con agencias estatales de desempleo. En el RU, el reclutamiento que se lleva a cabo entre los de raza negra y otros grupos de minorías étnicas ha aumentado desde un % 6,1 del 2006 a un % 7,9 en el 2012. Sin embargo, el número de oficiales que pertenecen a estos grupos étnicos sigue siendo el mismo (% 2,4), lo que muestra una duradera diferencia social entre los que comandan y los que son comandados. En ambos grupos, la proporción de las personas que pertenecen a la raza negra o a otras minorías étnicas es mucho menor que la proporción general, a un % 14. Pese a que en algunos países, como Suecia, los reclutas de entornos inmigrantes son valorados debido a su conocimiento cultural; generalmente las FF.AA se aprovechan de la debilidad socioeconómica de las poblaciones minoritarias para que se animen a unirse.

Si se muestra una imagen más realista de la vida militar, dejaría a los reclutadores muy lejos de sus objetivos de alistamiento, por lo que tienen que involucrarse en los ejercicios de propaganda. Como un reclutador una vez me dijo: “Tienes que decir la verdad...hasta un cierto punto”. Diferentes grados de verdad implican diferentes grados de mentiras u omisiones. Entender cómo se hace la propaganda de reclutamiento ayuda a informar los desafíos que trae. Una importante debilidad del reclutamiento es que tienen que convencer a la gente joven de dos cosas que no son verdad. La primera afirmación agrupa a servir en el ejército con la sociedad. Dice que ser soldado es algo normal; es una elección de carrera no muy distinta a ser un profesor o panadero; se necesitan fuerzas armadas poderosas como parte de lo que hace a una sociedad civilizada; el estilo de vida de un soldado es casi el mismo al de un civil. La segunda afirmación, paradójicamente, pone a los soldados por encima de la sociedad civil. Unirte al ejército automáticamente te hace especial, poderoso, te convierte en un héroe.

Este patrón es común en los países europeos que creen en el reclutamiento “voluntario” y que no están involucrados en conflictos militares en sus propias tierras. Esto también ocurre en Ghana, donde ser soldado significa pertenecer a un determinado estatus social y tener ingresos altos; y también en Sudáfrica. Parece ser menos común en los países representados por el taller de Darmstadt que no necesitan publicitar la carrera militar porque tienen el servicio militar obligatorio, como Suiza o Colombia, o en donde la guerra está más cerca a sus hogares, tal en Colombia.

Respuestas

Algunas de las mejores críticas de los mensajes de reclutamiento vienen desde las mismas fuerzas armadas. Como el general Sir Michael Rose señaló que, en lo que se reduce a matar y a la posibilidad de morir, servir en el ejército no se parece en nada a otros trabajos. De hecho, lleva a encontrarse con preguntas éticas, de las cuales la más importante es “¿Matar es humano?” Personalmente, creo que el desafío principal de los activistas no es persuadir a los jóvenes de un determinado punto de vista sobre lo bueno y lo malo de la violencia, sino asegurarse que surjan las preguntas cuando alguien está pensando en enrolarse. Después de todo, una buena opción no es aquella que es libre e informada, sino la que se toma con responsabilidad.

En cuanto a la equivalencia soldado-héroe, los soldados vagamente reconocen este paralelismo. No conozco a un militar con experiencia que piense que todos los soldados son héroes. Más bien, tienden a creer que este epíteto utilizado en exceso desvaloriza los verdaderos actos heroicos de los soldados que han puesto su vida en riesgo mortal para cuidar a sus compañeros. El paralelismo soldado-héroe es una mezcla civil que los políticos y los medios de comunicación motivan de manera activa y que tácitamente nos alienta a creer (o a no cuestionar) que las guerras que se pelean en otros países en nombre nuestro son necesarias y nobles. La realidad es que muchos soldados que han visto el horror y la calamidad política de las guerras piensan que los políticos, que han visto mucho menos, están demasiado dispuestos a empezar ellos las guerras.

El reclutamiento militar está muy involucrado en las clases y las estructuras económicas de la sociedad. Sus métodos, alimentados por las fantasías de masculinidad que conlleva servir en el ejército y en sociedades capitalistas en particular, un insidioso alejamiento de nuestros valores humanos, pueden entenderse como una manera de aislamiento humano. Aun así, a pesar del éxito que tiene el reclutamiento militar alrededor del mundo, es quizás todavía el talón de Aquiles del militarismo. La guerra depende de muchas personas que aceptan participar en matanzas masivas. Si podemos trabajar de manera correcta con la gente joven, sus padres, los educadores y los medios de comunicación, para así lograr que un gran número de personas se detengan a pensar en lo que se espera que los soldados hagan y porqué, se pueden llegar a abrir grietas en el militarismo de abajo hacia arriba.

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