Por qué me opongo a la derogación del DADT y la aprobación del DREAM ACT

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Uno de los primeros libros que leí sobre feminismo asiático-americano fue Dragon ladies: Asian American feminists breathe fire (Mujeres dragón: las feministas asiático-americanas exhalan fuego). En uno de los ensayos, la autora Juliana Pegues describe escenas de un "movimiento radical de mujeres asiáticas". En una de dichas escenas aparecen lesbianas y bisexuales asiáticas y de las islas del Pacífico que se manifiestan el día del orgullo gay con pancartas que rezan: "¿Soldados blancos gays en Asia? ¡Esa no es mi liberación!" y la escena "termina con la ausencia total de soldados, homo y heterosexuales, de cualquier ejército imperialista".

Si bien ya hace más de diez años que leí este fragmento, esta "escena" me vuelve a la cabeza cuando veo a tantísimos liberales y progresistas que aplauden la posible derogación de la ley No Preguntes, No lo Digas (DADT en sus siglas en inglés) y la posible aprobación del DREAM Act (Ley de desarrollo, ayuda y educación para los menores inmigrantes).

En cierto modo, puedo entender por qué la gente apoya estas iniciativas. La idea de que algunas categorías de identidad y estado legal, tales como gay, lesbiana o inmigrante (indocumentado), o están proscritas o bien se tratan como problemas sociales, ha generado, y con razón, una buena dosis de solidaridad. Y las innegables formas que adoptan la marginación y la discriminación contra estos colectivos –que van desde la falta de ciertos derechos hasta la violencia e incluso la muerte- indican claramente que hacen falta soluciones. Más aún, demasiados colectivos no blancos han sufrido de una manera desproporcionada desventajas, vigilancia y castigos, tanto por la DADT como por la legislación antiinmigración. Por ejemplo, se ha expulsado del ejército a un número desproporcionado de mujeres negras, algunas de las cuales no eran lesbianas, en virtud de la DADT. Y la legislación antiinmigración, las medidas policiales y el racismo xenófobo y violento vienen motivados por la supremacía y el nacionalismo blancos y los fortalecen.

Sin embargo, la derogación de la DADT y la aprobación del DREAM Act aumentarán el tamaño y el poder del ejército estadounidense y del Departamento de Defensa, que ya es el principal proveedor de empleos de EE UU. La derogación de la DADT permitirá que gays y lesbianas puedan servir abiertamente en el ejército y el DREAM Act, en su forma actual, puede proporcionar una vía a la obtención del permiso de residencia, y posible naturalización, de algunos jóvenes inmigrantes sin papeles siempre y cuando sirvan dos años en el ejército de EE UU o dediquen un tiempo equivalente a estudiar en la universidad.

No es de extrañar que esta última medida legislativa, impulsada por el Partido Demócrata, obtenga el apoyo de aquellos "que tienen vínculos estrechos con el ejército y la educación superior". Según informa el periódico Wall Street Times:

Los oficiales del Pentágono apoyan el DREAM Act. En su plan estratégico para los años 2010-2012, la Oficina del Subsecretario de Defensa para Personal y Capacidad de Intervención Inmediata se refirió al DREAM Act como una forma "sagaz" de atraer reclutas de calidad al ejército profesional…
"La promulgación del DREAM Act sería sumamente beneficiosa para el ejército estadounidense y para el país en su conjunto", declaró Margaret Stock, una profesora jubilada de West Point que investiga sobre los inmigrantes en el ejército. Opinaba que tiene "todo el sentido del mundo" vincularlo al proyecto de Ley de autorización de defensa nacional.

Louis Caldera, secretario de Ejército en el gobierno de Bill Clinton, declaró que cuando pugnaban por cumplir los objetivos de reclutamiento, "los oficiales de los centros de reclutamiento me decían que sería sumamente positivo que se permitiera a estos patriotas servir a nuestro país".
Además, en un informe sobre el plan estratégico del Departamento de Defensa de 2009, el segundo objetivo estratégico -"Crear y mantener una fuerza de voluntarios a punto para intervenir en misiones"- contempla el DREAM Act como una posible herramienta de reclutamiento bajo uno de los "objetivos de rendimiento":

Reclutar una fuerza de voluntarios mediante formas inteligentes de asegurar la calidad de los mismos, incluso ampliando los mercados para contar con suficiente personal limitando los costes, a base de cumplir los objetivos trimestrales de calidad y cantidad y a través de la ampliación del programa de Adhesiones al Ejército Vitales para el Interés Nacional (MAVNI) y de las poblaciones antiguamente restringidas por motivos médicos, así como la iniciativa DREAM.

Lo que me preocupa es el gran número de liberales y progresistas –entre ellos muchos que trabajan como comentaristas en los programas de noticias por cable y las publicaciones progresistas (y algunos que parecen abrigar una profunda afinidad con el Partido Demócrata)- que aplauden la promulgación del DREAM Act. No debería sorprendernos que muchos de ellos apoyen la derogación de la DADT. Si bien ambas reivindicaciones se pueden ver unidas por una sincera preocupación ante la discriminación, también las une una falta de perspectiva crítica respecto al ejército de EE UU como uno de los principales vehículos de expansión e imposición del imperialismo estadounidense, la heterosexualidad, la supremacía blanca, el capitalismo, el patriarcado y la represión contra la disensión política y los movimientos sociales en EE UU y en otros países. Son demasiados los liberales y progresistas, incluso aquellos que critican las políticas de represión de la disensión política, que adoptan una postura ambivalente respecto al ejército estadounidense. No está claro qué es lo que les lleva a no querer oponerse abiertamente al estado militarizado. Quizás esto les resulte más fácil que enfrentarse a la reacción adversa de ciertos sectores de la población, entre ellos muchas personas de color o mujeres que están desarrollando su carrera profesional en el ejército. O tal vez les resulte más conveniente para medrar profesionalmente como analistas en el entorno empresarial y progresista, entornos que pueden mostrarse críticos ante algunos capítulos del gasto de defensa o ante el "derroche" (léase fracaso) de ciertas intervenciones militares, pero no necesariamente ante el militarismo estadounidense.

Sea como fuere, la inclusión de un mayor número de gays, lesbianas y jóvenes inmigrantes indocumentados en el ejército no es un proyecto ético, dado que ambas medidas están destinadas a que nuestros colectivos sirvan como mercenarios a cambio de ciertos derechos, algunos de los cuales no siempre están garantizados en un país homófobo y partidario de la supremacía blanca. Tampoco resulta pragmático. Apoyando la diversificación del ejército, reducimos las posibilidades del radicalismo democrático al ceder más personas al estado militarista, muchas de las cuales morirán en combate o sufrirán trastornos de síndrome postraumático y otros problemas de salud, o bien mantendrán una relación a largo plazo con el ejército marcada por la afinidad con su mentalidad y sus objetivos. También nos resultará más difícil oponernos a los proyectos de privatización, la acumulación de una deuda enorme y la erosión de los derechos y la protección social en otros países –esfuerzos apuntalados por la amenaza de una intervención militar­- que, en último extremo, también afectarán al pueblo de Estados Unidos.

Evidentemente, no soy la primera en plantear esta cuestiones. Tal y como revelan los comentarios de Pegues, con los que he empezado este artículo, hay personas gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, muchas de las cuales no pertenecen a la clase media blanca, que propugnan una política LGBT que ponga en cuestión los deseos heteronormativos de los movimientos convencionales, incluso aquellos que fomentan ciertas organizaciones LGBT y sus presuntos "aliados" dentro del Partido Demócrata y organizaciones de personas de color heteronormativas. Algunos de ellos se organizan en pro de mejores oportunidades económicas, acceso a la vivienda y una existencia más segura en el sector civil para los LGBT pobres y de clase obrera. Algunos también se oponen abiertamente al reclutamiento militar o cuestionan las iniciativas para que los gays y las lesbianas sirvan (abiertamente) en el ejército contraatacando con el eslogan de “No te alistes”. Por ejemplo, Cecilia Lucas, que se crió en una familia de militares, escribe en un artículo aparecido en Counter Punch en 2010:

“No preguntes, no lo digas" es mala política. Fomenta el engaño y, muy concretamente, el quedarse en el armario, lo cual contribuye a la homofobia interiorizada, además de la pública. Esto perpetúa la discriminación y la violencia contra el colectivo LGBT. Prohibir que los gays sirvan en el ejército, sin embargo, es algo que yo apoyo. Y no porque yo sea homófoba, en absoluto, pues también soy una de ellos. También soy mujer y apoyaría una ley que impidiera a las mujeres servir en el ejército. No porque piense que las mujeres sean menos capaces. Apoyaría leyes contra cualquier colectivo que pueda servir en el ejército: personas de color, personas altas, personas entre los 25 y los 53 años de edad, hombres blancos, personas pobres, personas que tienen hijos, personas que votan a los Demócratas... dondequiera que se pongan las fronteras que definen a un grupo, yo apoyaría una ley que les impidiera servir en el ejército. Porque lo que yo apoyo es proscribir el ejército. Y hasta que esto suceda, apoyo que se reduzca por cualquier medio de que dispongamos, incluido, en este caso concreto, sacrificar ciertos derechos civiles en pro de los derechos humanos...

Escribir un artículo que acepta la discriminación como un medio tolerable para lograr un fin es complicado. En esta sociedad que sigue siendo homófoba, racista y sexista, temo desatar un alud de argumentos a favor de la discriminación motivada por la identidad. Si bien, claro está, el concepto de "proteger" a determinados ciudadanos mediante un ejército discrimina a todos aquellos cuya identidad les viene dada por su nacionalidad. De ahí mi argumento de que los derechos humanos se antepongan a los derechos civiles. Mi idea de que debemos luchar en contra, y no a favor, de que los gays puedan servir en el ejército no tiene nada que ver con los gays. Y tampoco tiene que ver con querer que sean otros quienes hagan nuestro trabajo sucio. Como ya he dicho, lo que creo es que no se le debería permitir a nadie servir en el ejército. Por ello, si el objetivo es la desmilitarización, luchar por que más personas tengan derecho a ser militares no tiene ningún sentido. Hay muchos otros derechos civiles que aún se les niegan a los homosexuales por los que tenemos que luchar, derechos civiles que no pisotean en modo alguno los derechos humanos de los demás.

Tal y como exponen los argumentos de Cecilia Lucas, oponerse a que los LGBT sirvan abiertamente en el ejército no significa hacerse cómplice del acoso y la injusta vigilancia a que se les somete; tampoco representa un apoyo a una mentalidad que propone que se queden en el armario en aras de la estabilidad militar y de la seguridad nacional. A lo que apunta es a socavar el atractivo del alistamiento y la ciudadanía militares, un proceso que ofrece a los grupos marginados una "vía a la ciudadanía" por medio del servicio militar. Más aún, la oposición a que la gente sirva en el ejército se basa también en la comprensión de que el ejército tiene un efecto negativo en prácticamente todas las gentes del mundo (incluidas las de EE UU), y más concretamente en la gente de color o gays y lesbianas, y no sólo aquellos que son discriminados mientras son militares o que se les propone que lo sean como medio para obtener la nacionalidad o el acceso a la educación.

Además de personas como Cecilia Lucas, hay inmigrantes y aliados de éstos que nos invitan a replantearnos las consecuencias de que se promulgue el DREAM Act, con sus disposiciones pro-militaristas, y, especialmente, de “crear una cantera de estudiantes bilingües, de alto rendimiento, con estudios realizados en EE UU, disponibles para su alistamiento en el ejército.” Algunos han retirado su apoyo a la versión actual de esta ley porque no están de acuerdo con sus condiciones. Por ejemplo, en una carta, uno de ellos, Raúl Al-qaraz Ochoa, expone:
La entrada en vigor del DREAM Act sería un claro paso adelante en la lucha por una inmigración más justa. Sin embargo, los políticos de Washington han despojado esta lucha de su esencia original y han convertido el sueño en una terrible pesadilla política. Yo me niego a formar parte de cualquier artimaña que nos convierta en peones políticos de las sucias políticas de Washington. Quiero que se "legalice" a mi gente, pero ¿a qué precio? Todos lo deseamos desesperadamente. Lo sé. Lo he vivido en carne propia. Pero creo que es una cuestión de cuánto estamos dispuestos a ceder para lograr una victoria, o tan sólo unas migajas... Por ello, si apoyo el DREAM Act, ¿significa esto que me parece bien que se utilice a mi gente como peones políticos? ¿Significa que mis manos se ensuciarán con la misma sangre que EE UU derrama por todo el mundo? ¿Significa que estoy de acuerdo con echar la culpa a mi madre y a mi padre por emigrar "ilegalmente" a EE UU? ¿Quiero verdaderamente rendirme a todo esto a cambio de alguna ventaja? Quizás a mí me resulte fácil decir que no quiero porque ya tengo papeles, ¿verdad? Sin embargo, querría pensar que es porque mis principios políticos no me lo permiten, independientemente de mi situación legal o de las ventajas personales que pueda obtener. Los movimientos fuertes que consiguen las mayores victorias son aquellos que se solidarizan con todos los oprimidos del mundo y nunca conquistan derechos a expensas de otros grupos oprimidos.

He llegado a una decisión profundamente dolorosa: mi conciencia política no me permite apoyar el DREAM Act porque la esencia de un bello sueño ha sido secuestrada por una pesadilla colonialista que busca financiar y aportar carne de cañón a la máquina imperial de EE UU.

Lamentablemente, la decisión de Lucas y Al-qaraz Ochoa, así como la de tantos otros, de criticar la diversificación militar o la aprobación del DREAM Act debido a sus disposiciones militaristas, han recibido poca divulgación y atención entre los liberales y progresistas que apoyan activamente estas medidas. Respecto a la derogación de la DADT, no es de extrañar que el rechazo del colectivo LGBT al alistamiento militar haya recibido una atención mínima de los progresistas profesionales, algunos de los cuales son heterosexuales. Muchos heterosexuales que se declaran aliados de los LGBT tienden a alinearse con las facciones liberales profesionales de las políticas de LGBT, debido a las nociones burguesas que comparten de políticas gays "respetables" (o sea, no ofensivas para los heterosexuales) que también fomentan una noción de democracia propia de la clase media, y apoyan al Partido Demócrata. Además, se ahorra más tiempo averiguando lo que piensan las organizaciones profesionales de LGBT, ya que es más probable que éstas tengan los recursos que faciliten la divulgación de sus programas políticos, que interesándose por los de aquellos que actúan políticamente en los márgenes de los márgenes, debido a sus posturas críticas con las corrientes políticas mayoritarias. Con todo, dada la tendencia de muchos progresistas profesionales a manifestarse en Internet y en las redes sociales, es revelador que muchos hayan apoyado la DADT sin tener en cuenta las posturas críticas de algunos sectores LGBT contra el estado militar, que se encuentran fácilmente en la Red. Esta patente falta de interés plantea algunos interrogantes: ¿Por qué los progresistas heterosexuales prefieren que los gays y lesbianas sirvan en el ejército de EE UU (o se casen) que, pongamos, sentarse a hablar y considerar seriamente los puntos de vista políticos de los sectores LGBT que adoptan posturas políticas radicales contra el estado militar (así como una ética y estética diferentes a las de la clase media)? ¿Y por qué luchan muchos progresistas héteros para que las personas LGBT puedan servir abiertamente en el ejército –uno de los proveedores de empleo más peligrosos, que exige que sus empleados maten y controlen a otros, incluidas personas no blancas y LGBT, en nombre del imperio-, pero raras veces se plantean cómo se trata a los LGBT de clase obrera, pobres o de color, ni se organizan políticamente contra las oportunidades en el mercado laboral civil, donde también se espera que se queden en el armario, sometidos al acoso y la vigilancia homófobos, o se les excluye completamente?

También es preocupante la voluntad de muchos progresistas de apoyar el DREAM Act a pesar de que posiblemente está vinculado a un proyecto de Ley de autorización de defensa nacional y cuenta con el apoyo de un variado grupo de gente unida por su apuesta por el alistamiento militar.  Si bien parte de este apoyo se debe a una justificada crítica a la supremacía banca que ofrece determinadas vías hacia la obtención de la nacionalidad, algunos (también) apoyan el DREAM Act porque sirve como una forma de "reparación" por las políticas exteriores y el colonialismo hacia el tercer mundo o los países en desarrollo que una vez fueron el hogar de los jóvenes inmigrantes y sus familias, a los que se dirige esta legislación. Es decir, la tan citada frase de "estamos aquí porque ustedes estuvieron allá" parece ser el estribillo soterrado de los que propugnan la aprobación de esta ley. Pero dado que ese "estuvieron allá" se refiere al ejército estadounidense, no se entiende cómo la solución a este problema, desde el punto de vista ético y pragmático, pasa por hacer que los jóvenes inmigrantes sirvan en el mismo ejército que destruyó, obstruyó, socavó y aún controla muchas de las políticas y la vida cotidiana de los países de origen de los inmigrantes.

Parte de la culpa de este apoyo ciego al DREAM Act la tienen distintas facciones del movimiento por los derechos de los inmigrantes, así como sus patrocinadores y algunos medios que propugnan entre los progresistas la adhesión incondicional a dicho movimiento. Es difícil plantear opiniones críticas al (variado) movimiento por los derechos de los inmigrantes, incluso cuando se deja bien claro que se rechaza la supremacía y el nacionalismo blancos de la derecha (así como los medios e instituciones progresistas, como algunos sindicatos, dirigidos por blancos), sin ser objeto de reacciones adversas de otros progresistas, especialmente los de color. A su vez, las preguntas críticas sobre de qué manera el movimiento por los derechos de los inmigrantes puede apoyar, en lugar de socavar, la hegemonía de EE UU y la supremacía blanca, brillan por su ausencia en los debates de los foros progresistas, tanto de los pequeños como de los grandes. Por ello, si bien algunos pueden expresar preocupación de que el DREAM Act forme parte de un proyecto de Ley de autorización de defensa, seguramente son menos los que se pronunciarán abiertamente contra este proyecto de ley ante la amenaza de ser tildados de xenófobos por algunos progresistas que no están dispuestos a rechazar el estado militar estadounidense o cuestionar las políticas de inmigración desde una perspectiva antirracista y anticapitalista. Con todo esto, el ejército podría acabar teniendo una mayor facilidad de acceso a los jóvenes inmigrantes que se enfrentan a dificultades para poder ir a la universidad.

Tal como muestra el fragmento citado de Dragon ladies, algunos tienen en cuenta la complejidad de las identidades y las realidades políticas y mantienen posturas antagonistas contra aquellos aparatos que son en gran medida responsables de las limitadas opciones de que disponen demasiadas personas. Muchos de nosotros estamos buscando formas de paliar las innegables situaciones de vulnerabilidad y falta de seguridad laboral, así como las formas de rechazo social que provocan estrés, miedo y consecuencias físicas vividas antes, y sobre todo durante, esta recesión. Y dada la reciente escalada de expresiones manifiestas de supremacía y nacionalismo blancos que se hace patente en la fuerza cada vez mayor del Tea Party, quizás sea ésta la forma más efectiva de contrarrestar el apoyo al ejército estadounidense por parte de un amplio abanico de gente preocupada por asegurarse, al menos sobre el papel, algunos de los derechos básicos que han conquistado los heterosexuales y los blancos. Pero los progresistas que apoyan la derogación de la DADT y la aprobación del DREAM Act podrían tener en cuenta otras posibilidades políticas que exploran algunos de aquellos que constituyen el objeto de estos debates sobre las políticas; estas personas, algunas de las cuales están desesperadamente necesitadas de protección, seguridad laboral y seguridad en general, nos alientan a resistirnos al apremio de buscar soluciones rápidas que, en última instancia, sólo sirven para perpetuar el estado militar y, en su lugar, explorar opciones más benignas, para aquellos que están en el punto de mira de la DADT y el DREAM Act, así como para el resto del mundo.

Tamara K. Nopper
19 de septiembre de 2010

Agradecemos el comentario de Bruce A. Dixon sobre el DREAM ACT en Black Agenda Report (BAR), que proporcionó un vínculo al 2009 DOD Report, sobre el cual se insertó una referencia en este artículo después de que el de Dixon apareciera en la edición de BAR del 22 de septiembre de 2010.

Taken from Tamara K. Nopper's blog at http://bandung1955.wordpress.com/2010/09/19/1156/

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