Ocho razones por las cuales el antimilitarismo necesita el queer
1. El militarismo no es sólo una guerra, un ejército o un avión de combate. El militarismo es un sistema, una lógica y un conjunto de normas que perpetúa y recrea nuestras sociedades y nuestras vidas diarias. El análisis queer del poder es una herramienta política que nos puede ayudar a desafiar estas normas. La liberación queer no trata de la igualdad dentro de un sistema patriarcal y militarista, sino que trata de ir más allá de la política de inclusión y crear unas sociedades futuras justas que no se dediquen simplemente a recrear sistemas de poder con distintos nombres.
2. El militarismo perpetúa las rígidas normas de género y está basado en ideas hetero-sexistas de género que definen la masculinidad como físicamente poderosa y agresiva, mientras que la femineidad es sumisa y dócil. La gente queer y transgénica, así como el análisis y el activismo queer, desafían la legitimidad de dichas normas y, por lo tanto, retan las bases y las ideas del militarismo.
3. El militarismo depende de, y recrea, un orden mundial racista y jerárquico que nos dice la vida de quién merece ser defendida y la de quién no. La imagen “del otro” debe existir además del “nosotros” (blanco, heterosexual, sin discapacidad, hombre) cuya vida merece ser defendida. El análisis queer que resalta, cultiva y nutre la diferencia es un reto a la existencia de este “nosotros” homogéneo y, por lo tanto, supone un reto a la lógica que existe tras el ejército.
4. La oposición al militarismo por parte de las comunidades queer y de otros grupos marginados viene de largo. Dichos grupos hace mucho que se dieron cuenta que el ejército no actúa en su propio interés. Ahora, son las otras facciones del movimiento antimilitarista las que necesitan reconocer este tremendo activismo antimilitarista y unirse a todos los grupos que luchan por la paz y la justicia.
5. Claro está, los movimientos en los cuales la gente queer o los transexuales – o cualquier otro grupo – se sienten excluidos, ignorados o no tomados en serio, fracasan drásticamente a la hora de las responsabilidades. Trabajar activamente para que nuestros movimientos sean más inclusivos, no nos convierte sólo en un movimiento más grande, sino que además ofrece espacio para más perspectivas y experiencias y nos hace más creativos y efectivos en nuestro trabajo contra el militarismo.
6. La gente LGBTQ sigue sufriendo el ataque de ejércitos y gobiernos en todo el mundo. El Estado discrimina y sanciona la violencia contra la gente LGBTQ, en las comunidades militarizadas las tasas de criminalidad por odio aumentan, a la vez que las posibilidades para los transgresores de las normas y otros grupos marginados son reprimidos. Los movimientos radicales deben unirse en solidaridad con los más afectados por el militarismo, lo cual incluye a la gente LGBTQ.
7. En la actualidad el ejército utiliza a las comunidades LGBTQ para legitimar sus actividades. Creando una (falsa) imagen pública de un ejército “moderno” y “abierto”, intentan obtener la aceptación del militarismo y de las “soluciones” militares. La gente queer se está organizando en contra de este mal uso de su lucha y se niegan a ser utilizados para legitimar la muerte o la destrucción. Juntos debemos mostrar que un antimilitarista es un mundo seguro para la gente LGBTQ y otros.
8. Cualquier cambio comienza en casa. Una cultura hetero-sexista y patriarcal promueve y legitima la guerra. Un movimiento en contra de la guerra debe desafiar estas normas en sus propios movimientos y comunidades además de en la sociedad como un todo. Tenemos que abordar todos los problemas de violencia íntima, personal y estructural dondequiera que existan para crear unas culturas verdaderamente seguras y sostenibles que promuevan la paz y la justicia.
Alvine Andersson
Alvine Andersson participa activamente en la red antimilitarista sueca, Ofog.
Mantente al día de nuestro activismo antimilitarista internacional.
Añadir nuevo comentario