Mujeres de Estados Unidos resistentes a la guerra del Golfo, de Afganistán y de Irak
En Estados Unidos el ejército se profesionalizó en 1973, por lo que en la actualidad se compone de personal voluntario. Existe un sistema sólidamente diseñado para captar a gente joven; la financiación anual para los programas de reclutamiento y retención pasó a ser más del doble del 2003, con $3.400 millones, al 2007, con $7.7000 millones. Hoy en día, las mujeres constituyen el 15% de las fuerzas, casi medio millón de los tres millones de militares en las fuerzas armadas combinadas. De los efectivos desplegados en Irak y Afganistán, el 11% son mujeres [1]. Aunque ellas no pueden ocupar “posiciones combatientes” (política empleada por el Ejército para reclutar a las mujeres), la realidad es que cualquier puesto ocupado en guerras como las de Irak y Afganistán es un puesto combatiente.
Existen numerosas razones por las que las mujeres ingresan en el Ejército. Stephanie Atkinson y Tina Garnanez, aunque se enlistaron con casi 20 años de diferencia, explican que venían de familias pobres con escasas oportunidades, y que no sabían qué iban a hacer en su vida adulta. Jóvenes en situaciones así son un blanco fácil para los grupos de captación militar. Anita Cole y Diedra Cobb, que habían pasado por la universidad antes de ingresar en las Fuerzas Armadas, nos cuentan que pensaban que así servirían a su país “sacrificándose por el bien común”, tema que utiliza el Ejército en sus campañas publicitarias. Cada una de estas mujeres se enfrentó a una difícil decisión a medida que crecía su oposición a la guerra. La declaración de Katherine Jashinski refleja lo que todas decidieron: “No comprometeré mis creencias por ninguna razón”. Todas pagaron un precio por sus acciones.
A Stephanie Atkinson y a Diedra Cobb se les pidió un artículo para esta antología, y les fue doloroso escribirlo. Stephanie manifiesta: “Me cuesta una verdadera lucha contra lo que me pasó”. “A veces no sé si quiero revisitar esta historia”, escribe Diedra. Para ella, incluye mencionar que la violaron en unos barracones. La violación es una amenaza muy real para las mujeres que sirven en el Ejército: documentos gubernamentales demuestran que casi un tercio de las mujeres militares son violadas. Las dos tienen muy claro lo difícil que es cuestionar el Ejército estando en él. Como cuenta Stephanie, “Fue años después de mi resistencia cuando empecé a educarme para poder entender racionalmente lo que me había generado tanto malestar”. Menciona los escritos de Cynthia Enloe como buena fuente de información sobre nacionalismo y masculinidad desde una perspectiva feminista. La invitamos a escribir sobre esto, pero nos dijo que ése sería otro capítulo que no podría escribir para la presente antología. No obstante, sí habla ahora lo que llama “la Cultura hípermasculinizada Militar”. El mensaje que le envían a las mujeres militares, nos explica, es: “Os permitimos estar aquí pero nunca seréis como nosotros”. Existe un tipo de feminidad que no amenaza a esta cultura, pero no todas las mujeres encajan en él.
En agosto del 2008, el informe del Observatorio del Congreso (Government Accountability Office) recogió que los altos cargos y los comandantes habían obstaculizado (al no apoyar) los pasos para combatir la violencia “sexual” dentro del ejército: “Las cifras más recientes del Pentágono reflejan que casi 3.000 mujeres sufrieron agresiones “sexuales” (violación) en el año fiscal 2008, un 9% más que el año anterior; y que entre las mujeres sirviendo en Irak y Afganistán, la cifra asciende un 25%. Cuando contemplamos el universo entero de las víctimas, casi un tercio manifiestan haber sido violadas o acosadas en servicio, el doble de lo que ocurre entre civiles. [2]
Jessica (prefiere que no utilicemos su apellido) es una de las mujeres que pasó por una experiencia así y que no ha podido escribir sobre ella, aunque lo ha intentado. Contó su historia por primera vez en público en un acto para gays y lesbianas que habían sido víctimas de la violencia. La mayoría de las historias contadas aquella noche eran sobre terceras personas, pues no habían sobrevivido a la tortura homófoba a la que habían sido sometidas. Pero Jessica contó su propia historia. Cuando estuvo en el Ejército, un día fue a un bar gay, y al salir a tomar el aire, los sargentos que la conocían del cuartel la secuestraron y la violaron, estrangulándola y abandonándola porque la dieron por muerta. Unas estudiantes de secundaria que trabajan para evitar la captación militar en sus institutos, le pidieron a Jessica que diera una charla en su grupo, YouthPeace (JóvenesPaz), y lo hizo.
Jessica ingresó en el Ejército a los veintipocos. Antes había trabajado como entrenadora personal en fitness. Físicamente estaba fuerte, y eso les parecía amenazante a los militares hombre. El acoso lo sufrió desde el primer entrenamiento. Habló de cómo consiguió sobrevivir a las violaciones y al estrangulamiento, de cómo le robaron documentos del caso, de cómo la hicieron volver a empezar desde cero en los entrenamientos después de trasladarla a otra base. Jessica sufría Trastorno del Estrés Post Traumático, pero en el Ejército no se le prestó asistencia médica para tratarlo. Eligieron a Jessica, contó Stephanie, porque no se ajustaba al “nivel de feminidad” que exige la “Cultura hípermasculinizada Militar”. Después de un año entero de horrorosos abusos, Jessica pudo abandonar el Ejército con dinero suficiente para ir a la facultad y recibir atención médica. Sin embargo, hasta el momento, le ha sido demasiado doloroso escribir su historia. Espera poder hacerlo algún día, pero necesita más tiempo para recuperarse.
En esta sección de la antología podréis leer a mujeres que se enlistaron en el Ejército estadounidense a lo largo de un periodo de veinte años, desde las militares que fueron enviadas a la Guerra del Golfo, a las que sirvieron en Irak y Afganistán. Hablan de sus evoluciones en los primeros entrenamientos, influidas por lo que iban leyendo, por lo que aprendían del papel de Estados Unidos en el mundo, por el hecho de recibir un arma, y enfrentarse finalmente a la realidad de la guerra y el hecho de matar. Aunque cada una tiene una historia personal propia sobre cómo fue que decidió oponerse a la guerra, y a abandonar el Ejército, sus vivencias son de hecho compartidas por muchas otras mujeres cuyas historias no han sido contadas jamás.
Introducción de Joanne Sheehan, Liga de Resistentes a la Guerra (WRL)
Notas
[1] Budget figures: The Washington Post, May 11, 2009. Todas las cifras sobre el Ejército son del Departamento de Defensa de EEUU, 2009
[2] The War Within (La guerra de dentro), de Nancy Gibbs, Time Magazine, 8 de marzo, 2010
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