Mujeres de Eritrea: en un cruce de fuegos entre la conscripción y que se las niegue ser objetoras de conciencia

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Eritrea está en el Cuerno de África, y se independizó de Etiopía después de treinta años de una amarga, sangrienta y costosísima lucha armada. La guerra de Independencia empezó en 1961 y la independiencia se consiguió formalmente el 24 de mayo de 1993, tras un referéndum supervisado por las Naciones Unidas en el que una aplastante mayoría votó a favor.

Eritrea es uno de los dos únicos países del mundo que reclutan a las mujeres. El gobierno ha militarizado el país por completo. El reclutamiento forzoso de jóvenes, niños, niñas y personas adultas menores de 50 años es diario. Desde el momento en que ingresan en el Ejército, les tratan con brutalidad, y hay pruebas de que violan a las niñas y a las mujeres. Nadie tiene derecho a cuestionar a las autoridades militares. Nadie tiene derecho a la objeción de conciencia. A las personas que se declaran objetoras, el régimen las considera cobardes y antipatriotas. No existe forma de defenderse en el ámbito legal, ni un servicio civil alternativo. Quien se declara objetor u objetora y quien deserta sufre tortura, penas de cárcel larguísimas e incluso condena a muerte.

El número de objetoras y objetores sobrevenidos (que declaran su objeción ya estando en el Ejército) aumentó después de la guerra de Fronteras con Etiopía (1998-2000). En la actualidad, son miles las personas que quieren objetar. Tienen que exiliarse. Un número considerable está buscando asilo político en Europa, especialmente en Alemania, y en Libia, Etiopía, Egipto, Israel y Sudán. En Alemania, la población refugiada eritrea ha fundado la Iniciativa Antimilitarista de Eritrea, que ofrece apoyo a otras personas refugiadas y trabaja para promover la paz y el antimilitarismo en Eritrea.

Debido al número abrumador de violaciones de derechos humanos de las mujeres a manos del ejército, el número de mujeres que intenta abandonar el país es alto. Ruta Yosef-Tudla y Bisrat Habt Micael son dos jóvenes lo bastante valientes como para contarnos sus experiencias. Ruta es pacifista, y salió del país antes de que la reclutaran. Bisrat nos habla de sus vivencias en el Servicio Nacional obligatorio antes de lograr escapar. En la actualidad, ambas viven en Alemania.

No existe ninguna organización de derechos humanos que organice campañas contra los abusos que sufren las personas reclutadas. La Asociación de Mujeres Eritreas trabaja para el régimen y muestra poca interés por (o bien no se las permite investigar) las violaciones y demás abusos que cometen los militares.

Se cree que una de cada cuatro combatientes del Ejército es mujer. Según la Proclamación del Servicio Nacional, que obliga a las mujeres a hacer el servicio militar y emitida por el actual gobierno en 1994, todas las mujeres mayores de 18 años deben recibir formación militar durante seis meses para servir después un año en la Reconstrucción Nacional. Después de la Proclamación, la oposición a la participación de las mujeres vino en especial de las comunidades musulmanas y fue de carácter religioso. Según informes, en las tierras bajas, donde la concentración de población musulmana es elevada, el gobierno no muestra el mismo celo a la hora de cumplir con la Proclamación que en las tierras altas.

Después de la guerra de Fronteras con Etiopía, no se ha cumplido con la sección de la Proclamación que limita la duración del servicio a 18 meses. El grupo más afectado ha sido el de las mujeres: les han ampliado el servicio de manera ilimitada.

En los últimos años, el campo de entrenamiento de Sawa se ha convertido en el cuartel general para el Servicio Nacional Universal. Todas y todos los estudiantes de secundaria son obligados a hacer su último año de estudios, el curso 12, en Sawa; ninguno ha vuelto para continuar estudiando después de realizar el Servicio Nacional. Sólo un grupo pequeño ha sido transferido a facultades nuevas semimilitares, como la de Mai NefHi, abiertas después de que la Universidad de Asmara, la única en Eritrea, fuera cerrada por el gobierno. Los rectores de las nuevas universidades son militares.

Hasta la guerra de Independencia, en Eritrea, la sociedad era muy tradicional y patriarcal, pero las cosas han ido cambiando en los últimos años, especialmente en las ciudades. Legal y teóricamente las mujeres son iguales a los hombres. En general, todo el mundo tiene derecho a la educación. Las mujeres que han estudiado tienen mejor estatus en la sociedad: disfrutan de igualdad de oportunidades en el ámbito laboral; en las ciudades pueden tomar decisiones sobre su propia vida respecto a casarse y similares; y pueden participar en política y en campos tradicionalmente exclusivos de los hombres. Sin embargo, la dominación masculina ha sido muy prolongada, por lo que su participación plena y el que la sociedad proteja su nuevo estatus no se encuentran más que en sus comienzos.

Tanto las zonas cristianas de las tierras altas como las zonas musulmanas de las tierras bajas son conservadoras en sus actitudes para con las mujeres. El padre o el hijo mayor es el jefe de la casa. Si éstos no están, los tíos o familiares hombres tienen el poder sobre las mujeres y las niñas. Las mujeres se ocupan de lo doméstico, como del cuidado de las niñas y los niños y de llevar la casa. Los hombres son los que toman las decisiones de toda la vida social y económica de la familia, incluido con quién van a casar a sus hijas. Hasta hace muy poco, los hombres eran los únicos que participaban en política en los poblados. Sólo los hombres podían ser jueces, funcionarios y similares. Sólo los hombres podían ser Ancianos, del Consejo que arbitra y media en los conflictos en las aldeas.

El proceso de armar a las mujeres de Eritrea empezó durante la lucha por la Independencia: tanto el Frente de Liberación Popular de Eritrea (FLPE) como el Frente de Liberación de Eritrea (FLE) lo apoyaron. El FLPE en concreto lo presentó como parte de su lucha por la igualdad de las mujeres.

Lograda la Independencia, las mujeres pasaron a tener un estatus oficial en el Servicio Nacional. Algunas y algunos académicos explican que la participación de las mujeres durante la guerra de la Independiencia contribuyó a romper la dominación de los hombres: su estatus mejoró de hecho porque accedieron al poder político. Se nombraron ministras y otros cargos importantes. La primera Constitución, de 1997, estableció la igualdad. El documento reservaba el 30% de los escaños parlamentarios para ellas, a lo que se podrían sumar los que se hubieran ganado en las elecciones. Sin embargo, la posición de las mujeres ajenas a este ámbito no cambió, y conservó sus elementos más duros, en especial, para las que eran reclutadas para el Servicio Nacional.

Después de la Independencia, el FLPE estableció de inmediato un gobierno de transición con miembros suyos en todos los puestos administrativos y lugares claves. En su Tercer Congreso de 1994, el partido cambió el nombre a Frente Popular por la Democracia y la Justicia (FPDJ). Sin embargo, el régimen no era democrático y sí era injusto, además de inconstitucional. En septiembre del 2001, el FPDJ aplastó a toda la oposición, ignorando la Constitución ratificada en 1997.

En la actualidad, el FPDJ ejerce una brutal dictadura y es el único órgano que hace leyes. A la población se le niegan derechos humanos y civiles básicos; todas las protestas terminan en detenciones arbitrarias, cárcel y tortura. Para todas las personas del país que imaginaron una nueva nación de paz, estabilidad y prosperidad, el nivel alcanzado por las guerras, la corrupción y el abuso de poder que siguió a la Independencia les parece inconcebible. La Eritrea de hoy es un país donde la pobreza y la opresión lo dominan todo. No existe prensa ni televisión independientes y todas las fuentes de información son propaganda del gobierno.

Aquí presentamos las historias de Ruta y Bisrat en sus propias palabras, los textos han sido revisados para incluirlos aquí.

Introducción de Ellen Elster y Abraham G. Mehreteab. Una versión distinta de esta introducción apareció en El fusil roto, nº 68, noviembre 2005.

Publicado en Objetoras de conciencia. Antología

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