Las mujeres en el Movimiento por la Paz de Corea del Sur

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Por Jungmin Choi, Solidarity for Peace and Human Rights

Paisajes militaristas después de la Democracia

En Corea del Sur el militarismo se basa en el Ejército, y el sistema de conscripción tiene una influencia considerable no sólo en la vida de los hombres, también en la de las mujeres. Dicha influencia va desde el uso de la violencia física directa hasta el tono cultural y emocional prevalente en la sociedad, pasando por un amplio espectro. Las activistas que trabajan en temas de objeción de conciencia al servicio militar, Seguridad Nacional, y paz y desarme se enfrentan a varias dificultades, que ilustran bien lo profundamente militarizada que se encuentra la sociedad surcoreana. A continuación presento mis reflexiones y experiencias como activista interesada en temas de pacifismo y feminismo.

Corea, como único país del mundo que está dividido, es un lugar donde la posibilidad de que estalle un conflicto militar entre el norte y el sur y la consecuente tensión militar son continuas. Aunque la distancia entre Corea del Norte y del Sur ha quedado mitigada a lo largo del prolongado proceso de reunificación y con la globalización neoliberal, la sociedad sigue creyendo que la seguridad se consigue gracias a la defensa militar. A lo largo de la historia, la población coreana ha creído que la defensa nacional y la defensa militar son conceptos vitales para su existencia como nación. Esta angustia por la seguridad (especialmente concebida así, militarmente) ha posibilitado que continúe vigente el sistema de conscripción “No preguntes”; peor aún, es responsable además de que la gente crea que la violación de derechos humanos dentro del Ejército es inevitable hasta cierto punto.

Con la obsesión por esta noción tradicional de seguridad, las diferencias entre los sexos se hacen más específicas, y se celebran la beligerancia y la violencia masculinas. Este patrón de comportamiento se puede apreciar por regla general en las relaciones internacionales, la guerra fría, la carrera armamentista, y también en las relaciones entre hombres y mujeres. No sorprende que el Ejército quede retratado como un activo defensor de la paz. En Corea, donde el sistema de conscripción ha sido duramente puesto en práctica, es innegable que las imágenes de las mujeres como ciudadanas de segunda clase, seres débiles, a los que hay que proteger, han sido necesarias para conformar y mantener el poder de la cultura militarista e incluso del propio Ejército. En la sociedad coreana, donde el equilibrio de poder es entendido como la única forma de sobrevivir, sólo se valora a los hombres con cuerpos aptos para el combate y la masculinidad. En consecuencia, las mujeres y personas con minusvalías quedan marginadas. Por esta razón, en Corea a los objetores de conciencia se los asocia a menudo con seres afeminados o mujeres; pasan a ser ciudadanos de segunda clase que quedan excluidos de la sociedad.

El Ejército y la defensa nacional disfrutan de una ideología y una historia muy sólida y compleja en Corea del Sur. En los más de 30 años de dictadura, el Ejército se ha convertido en un santuario que escapa al control civil. En su seno, se han producido numerosas violaciones de derechos humanos, situación que continúa produciéndose hoy. Aunque Corea del Sur, en general, se ha desarrollado en una dirección más democrática, estos logros no se aplican al ámbito militar, como si lo militar no entrara en la consideración del sistema democrático. Es un secreto a voces que algunos privilegiados abusan de su poder para conseguir que sus hijos no hagan el servicio militar. Corea del Sur no aplica la conscripción de manera universal, pues sólo se recluta a los hombres sin dinero o poder.

Últimamente, el nacionalismo y el patriotismo en Corea (las bases de una defensa nacional autosuficiente) han pasado a ser bastante amenazantes. Tanto las personas conservadoras como las de izquierdas sueñan con un país que no tenga que prestar atención a otros más poderosos, que pueda mantener su política sin tener en cuenta a las superpotencias, ejerciendo su autoridad soberana. Y es incuestionable: este tipo de patriotismo necesita del Ejército. Ahora es común ver a jóvenes estrellas en anuncios donde cuentan que se han enlistado, para alentar el patriotismo y que se participe en la cacería de quienes no quieren hacer el servicio militar. A diferencia de antes, cuando la mayoría consideraba que ingresar en el Ejército implicaba el “fin de la carrera a la fama”, ahora esto mejora la popularidad porque se considera que estos hombres se comprometen con la protección de las mujeres y de la familia. Como contrapunto, una estrella del pop que consiguió evitar legalmente la conscripción porque era ciudadano estadounidense, ahora no puede volver a Corea porque no hizo lo que prometió: renunciar a esa nacionalidad para poder servir en el Ejército.

Las mujeres y el Ejército

El debate sobre una decisión judicial que determinó que el trato preferencial (otorgar méritos computables a los hombres desempleados que hubieran hecho el servicio militar) es anticonstitucional muestran claramente cómo afecta el sistema de conscripción a las vidas de las mujeres de una forma u otra. (Con todo, se sigue pensando que este sistema no les afecta.) El 23 de diciembre de 1999, cuando el Tribunal Constitucional dictaminó que la política de méritos computables violaba la igualdad en la nación, los hombres que sintieron que esto era una provocación emprendieron ataques cíberterroristas contra sitios webs de organizaciones de mujeres, y contra la Universidad Mujer-es de Ewha, a la que asistía la parte litigante. Las activistas de estos grupos empezaron a sufrir vómitos y dolores de cabeza por la tensión soportada, ya que las webs estaban plagadas de insultos y amenazas. Tuvieron que cerrarlas.

A partir de esa época, el cíberterrorismo ha sido muy común: los sitios feministas que critican el Ejército o la cultura militarista son arrasados o cerrados por los ataques terroristas de hombres. En algunos casos, roban la información personal de las mujeres que participan en estas webs y la publican en sitios de pornografía en Internet. Una mujer estuvo sufriendo más de 60 llamadas telefónicas pornográficas al día, por ejemplo. La cuestión que afecta a la Universidad Mujer-es de Ewha no acaba aquí. En 2003, en pleno debate social sobre la objeción de conciencia, cuando expresaron su apoyo a este movimiento, su web volvió a quedar cerrada. Desde entonces, se considera esta web el lugar de encuentro del movimiento feminista, y no cesan los ataques a manos de hombres militaristas cada vez que surge un debate social sobre las mujeres y los ejércitos.

El papel de “protector” es alentado también por la gratitud y el respeto de quienes reciben esa protección, por eso, por ejemplo, en los colegios se le escriben cartas de agradecimiento a los soldados. Las personas ciudadanas de segunda clase, mujeres y hombres con discapacidades, que sólo pueden estar en el grupo de las personas protegidas, no tienen derecho a expresar sus opiniones.

Una de las preguntas que más me hacen como objetora de conciencia es “¿Por qué si no tenéis que hacer el servicio militar os ponéis a debatir este tema?”. La pregunta es reflejo de la ideología prevalente en la sociedad coreana, que ha silenciado las voces de las mujeres en lo concerniente al Ejército o la conscripción, tanto visiblemente como de forma invisible.

En los inicios del movimiento, yo participaba en debates online porque, como mi nombre puede ser de hombre o de mujer, creían que era un hombre. Cuando quedo con alguien a quien no conozco en persona, siempre le sorprende que sea una mujer. Ya me he acostumbrado al “¡Pero si eres una mujer!”. Sin embargo, en los debates de la televisión, o en los artículos de los periódicos que van con foto, no he tenido esa presencia. No sólo porque las personas a cargo consideraban el hecho de que soy mujer, sino también por seguridad mía, pues el tema me preocupa desde que he visto lo que le pasa a las mujeres que se expresan públicamente. Mi autocensura llegó a tal punto debido a todo esto, que me vi hablando del Ejército, de la conscripción o del militarismo de manera muy limitada, o buscando que lo hiciera algún hombre en mi lugar, incluso aunque no nos hubieran pedido que el portavoz fuera un hombre. Mis compañeras activistas que han sido objeto del cíberterrorismo por ser de la Universidad Mujer-es de Ewah, dicen, a día de hoy, que siguen sin decirle a la gente que no conocen bien que estudian allí.

La población está convencida de que las mujeres no tienen derecho a debatir nada relacionado con temas militares. Este tipo de hechos (que las mujeres que no hacen el servicio militar no pueden hablar) define el Ejército como un ámbito exclusivamente masculino/de hombres, restringiendo el acceso de las mujeres a él. Dicha actitud impide que la gente se dé cuenta de cómo el Ejército coreano y la cultura militarista coreana han estado exacerbando el sistema que regula los papeles de género, la explotación de los derechos humanos, y el derecho de una mujer a la vida. Por estas razones, cuando las mujeres coreanas hablan contra el sistema de méritos y a favor de la objeción de conciencia sólo se entiende que lo hacen desde su posición de madres o esposas de soldados.

Los inicios del movimiento de objeción de conciencia

La gente ha estado practicando la objeción de conciencia al servicio militar durante al menos 60 años, y se les ha castigado por ello. Pero no fueron motivo de interés hasta que una revista semanal sacó el tema en su portada a principios del 2001. Antes de este artículo sobre la objeción de conciencia de los Testigos de Jehová, nuestra sociedad había tratado a los objetores como si fueran invisibles. Aunque nunca antes se había discutido este tema a nivel social, ahora ha pasado a ser un tema de debate.

Cuando creamos el movimiento de objeción de conciencia, empezamos por mostrar el sufrimiento de los objetores de conciencia y de sus familias. De hecho, durante la dictadura militar, cuando se negaban a sostener un fusil entre las manos, muchos recibían palizas, que en ocasiones les costaban la vida. La necesidad más urgente que teníamos era transformar su imagen, pues estaba gravemente dañada. No queríamos hacerlo con argumentos lógicos, sino consiguiendo generar un ambiente emocional en la sociedad. Según previmos, se armó un gran revuelo: la gente empezó a darse cuenta del abuso de las violaciones del gobierno y de lo irresponsable que era no querer enterarnos del tema. Y entonces llegó la represión sistemática del ministerio de la Defensa Nacional y de los grupos cristianos conservadores. Cínicamente, presentaron a los objetores como un grupo de privilegiados que intentaban librarse del servicio militar, ilegalmente. Asimismo, hicieron hincapié en el hecho de que la mayoría de los objetores pertenecen a una religión determinada, para que se les diera el trato especial de herejía. Pronto la sociedad le dio la espalda a los objetores de conciencia, y dejó de ser posible tratar el tema con argumentos en el foro social.

El movimiento de objeción de conciencia y las mujeres

La crítica feminista al activismo dominado por los hombres es ya una realidad en casi todos los movimientos sociales, y casi siempre enfrenta una poderosa oposición, que adopta muchas formas y que se da en muchos terrenos. Según lo que yo entiendo, esta oposición se basa en el argumento de que la crítica feminista socava la Causa Mayor del movimiento, y elimina la posibilidad de que se encuentren formas más eficaces de resistencia. Yo no creo que las críticas feministas existentes en el movimiento por la paz y de mujeres se produzcan para crear problemas: muy al contrario, señalan que existen diferentes enfoques sobre lo que es la paz, y no se puede ignorar esto. Las activistas también nos negamos a ser consideradas un grupo con una sola identidad, hemos cuestionado el constructo Mujeres y “nosotras” para averiguar dónde estamos cada una en realidad. Además, nos oponemos a cómo se presentan nuestros sufrimientos en el movimiento Antiimperialismo Estadounidense o en el de la guerra de clases. Estamos planteándoles a los y las activistas la necesidad de análisis y redefinición de una metodología dentro del activismo para evitar que se reproduzca la dominación masculina.

La marginalización de las mujeres dentro del movimiento de objeción de conciencia tiene que ver con la breve historia de siete años del movimiento. Al participar en la lucha contra la oposición y la violencia hacia el movimiento, no hemos tenido elección: hemos tenido que limitar lo que queríamos decir. Esta estrategia tuvo aspectos positivos: mostró el sufrimiento y el dolor del objetor y de la gente que le rodea, familia y amistades. Pero también es verdad que dicha representación facilitó que se se distorsionara el sufrimiento de los objetores para colmar la interpretación social de ellos, a saber, que un objetor era una “pobre víctima” de la violencia del Estado, en lugar de un activo resistente al militarismo. En consecuencia, los objetores de conciencia tuvieron que adaptarse (al margen de sus específicas personalidades) al papel de “buena gente” que soporta en silencio la crítica de la sociedad, lo que no ha sido sólo una carga para los objetores, sino que ha contribuido además a marginalizar a quienes les apoyaban, en especial, las mujeres. El fenómeno ha sido más común en el servicio social alternativo, donde el activismo ha estado excesivamente centrado en los objetores individuales y donde las mujeres sólo han sido personajes secundarios de apoyo (por ejemplo, en el tema apoyo a los presos). Por otro lado, con objeto de criticar la fuerte masculinidad que la sociedad espera de los hombres, cada objetor, individualmente, tenía que convertirse en un superhéroe. No tuvieron más elección que objetar a hacer el servicio militar, no porque fueran extraordinariamente valientes sino porque son débiles, demasiado débiles como para poder entrenarse militarmente en desarrollar la capacidad de hacerle daño a alguien. [Dificultades de traducción.] Estos papeles de género que se esperan de las activistas también, junto con un ambiente que hace énfasis en la obediencia ciega ha desesperado a las activistas y oscurecido los objetivos de nuestro movimiento.

Yo espero que el movimiento de objeción de conciencia nos proporcione la oportunidad de averiguar dónde estamos en esta sociedad donde la violencia se encuentra normalizada, y si somos o no parte de esta violencia. Espero que sea un movimiento que nos empuje a pensar cómo se crea la violencia en nuestra sociedad y que nos ayude a evitar que entre en nuestras vidas cotidianas, en vez de limitarse a entender el mundo y establecer el papel del movimiento desde la arena de la esfera pública y los discursos grandilocuentes.

Pensar el movimiento de objeción de conciencia como proceso y no como producto, ¿no sería acaso ejercer un activismo por la paz auténtico?

Un agradecimiento a Dongyoung Kim por la traducción del coreano al inglés.

Publicado en: Objetoras de conciencia. Antología

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