¿Impulso a un complejo militar-industrial en la India?

Las adquisiciones indias de material militar son el tema caliente del bazar del armamento global. Se espera que India gaste alrededor de 30.000 millones de dólares en importaciones de armas durante los próximos años. India es quizás el mayor importador mundial de armamento con gastos anuales de unos 6.000 millones de dólares en este apartado, una proporción considerable de su presupuesto militar de 28.000 millones de dólares para 2009-2010. A los analistas de seguridad les encanta señalar que esto supone sólo el 2,5% del Producto Interior Bruto en comparación con los vecinos de la India, Pakistán y China, cuyos presupuestos militares anuales están en un 4,5% (4.400 millones de dólares) y un 4% (100.000 millones de dólares) de su PIB respectivamente. Mientras que los méritos o cualquier otro aspecto de los gastos militares de la India están fuera del alcance de este artículo, nos referimos más bien a un aspecto que ha escapado ampliamente de la observación. La naturaleza y escala de las masivas importaciones militares de la India, la reciente y en alza implicación de grandes corporaciones indias y productores mundiales de armamento, y las políticas gubernamentales en general y aquéllas que regulan la industria militar en particular, todo ello está coordinándose para sentar las bases de lo que puede ser un complejo militar-industrial indio que va a ocupar el lugar de una seria, alguien diría aburrida, industria con la vista puesta puertas adentro y mayoritariamente de naturaleza estatal.

En el sector militar indio pueden verse tres tendencias distintas pero interrelacionadas. Primero, hay una constante tendencia de aumento del presupuesto militar relacionada con una sustancial modernización del ejército indio y con un nuevo punto de vista estratégico. Segundo, la adquisición a gran escala de material militar de alto valor es un elemento central de estos planes de modernización, debido a una combinación de adquisiciones de equipamiento retrasadas o defectuosas, la obsolescencia del actual material y el fracaso de los esfuerzos autóctonos para cumplir los requisitos militares. Tercero, una gran proporción de esta adquisición proviene de suministradores exteriores, pero con unas compensaciones previstas según las cuales las firmas domésticas deberían estar implicadas sustancialmente en la ejecución de esos pedidos. Consideradas conjuntamente, estas tendencias reflejan un cambio significativo en las políticas militares, industriales, y de ciencia y tecnología indias, con implicaciones dignas de atención no sólo para la industria militar india, sino también para la industria armamentística mundial, como mínimo en el corto y medio plazo.

Importaciones crecientes

Las inversiones indias de capital en defensa han seguido un continuo crecimiento desde 2004-2005, cuando las adquisiciones subieron desde unos 3.500 millones de dólares hasta los 7.500 millones de dólares en cada uno de los 3 años siguientes, y entonces crecieron hasta los 11.000 millones en 2008-2009. Los aviones, barcos de guerra y las telecomunicaciones y sistemas de armas correspondientes, son por supuesto muy caros y su adquisición ha supuesto pedidos de alto presupuesto. Junto a la necesidad y al coste del programa de modernización militar, ha estado la llamada “Revolución de los Asuntos Militares” (RMA) —una expresión aplicada al salto cualitativo en las capacidades de material y al desarrollo de “multiplicadores de fuerza”— debido a los rápidos avances en electrónica, comunicaciones vía satélite, sistemas y redes informáticas, junto con el agudo incremento en el uso de misiles, otros sistemas aerotransportados y municiones guiadas.

En la India, la modernización de la fuerza ha significado la adquisición de nuevo equipamiento de infantería, artillería, tanques modernos y sistemas de antiaéreos y antimisil. Por mucho que todo ello haya supuesto un gasto relativamente grande, las grandes cifras se las han llevado la marina y la fuerza aérea. Esta tendencia es probable que continúe hasta bien entrada la década siguiente.

Las fuerzas aéreas indias han adquirido recientemente el avión de transporte de tropas estadounidense Hercules, aviones de repostaje de combustible rusos Ilyushin, sistemas aerotransportados de alerta temprana Phalcon de Israel, montados sobre Ilyushin rusos, todo ello sin contar el acuerdo firmado con Rusia a finales de los noventa para los cazas MkI Sukhoi 30, montados según instrucciones del cliente, de los cuales 40 han sido adquiridos en el acto y son producidos en la India bajo licencia con opción a cifras mayores si es necesario. La marina india ha adquirido el avión antisubmarino y de reconocimiento marítimo de largo alcance Lockheed P8, está en tratos con Francia para la coproducción de 6 submarinos diesel Scorpene, y tiene acuerdos en vigor con Rusia para la adquisición de un portaaviones remodelado y el alquiler de dos submarinos nucleares, en combinación para ganar capacidad en alta mar en la amplia región del Océano Índico o incluso más allá. Todos estos servicios han adquirido también numerosos modelos de misiles tácticos y sistemas relacionados, en su mayoría procedentes de Industrias Aeroespaciales Israelíes (IAI), pero también algunos también de Rusia, para operaciones de tierra, mar y aire. Recientemente terminó un acuerdo de 2.000 millones de dólares entre el ejército e IAI para sistemas de defensa terrestre antimisil. Los suministradores de todo el mundo mantienen la respiración a la espera de que la India complete las pruebas previas y haga pedidos para 190 helicópteros avanzados que costarán alrededor de 1.000 millones de dólares, y para la realmente apetitosa llamada “madre de todos los pedidos”, el mayor pedido en la historia de la aviación militar: 126 aviones de combate multitarea (MRCA), con un valor estimado de unos 10.000 millones de dólares.

Las compras anteriores de todo el mundo han estado por encima de la producción autóctona acabada o en marcha de numerosos buques de guerra, 5 submarinos nucleares con armamento nuclear (el primero de los cuales, el INS Arihant fue botado justo el mes pasado), 2 portaaviones, un carro de combate de diseño indio para complementar los tanques T-90, de origen ruso y producidos bajo licencia, la próxima producción en serie del avión ligero de combate indio, y la gran cantidad de diferentes misiles balísticos de corto, medio y largo alcance.

La India ha entrado también en acuerdos de colaboración para el diseño y desarrollo conjunto relacionados con varios sistemas que requiere para la tercera a la quinta década de este siglo, como con el Mikoyan Bureau ruso para el codesarrollo de un avión de combate de quinta generación, y con IAI y su empresa hermana Rafael para sistemas antimisiles de medio alcance.
El esquema de adquisiciones anterior revela que el ejército indio está cambiando desde una fuerza esencialmente defensiva orientada a la protección de las fronteras y la línea costera del país, en uno de largo alcance, capaz de llevar a cabo operaciones ofensivas y proyección de fuerza muy lejos de las fronteras indias. Esto tiene un significado enorme para la geopolítica regional y global, y es un asunto de gran interés para los que siguen de cerca los temas estratégicos, aunque fuera del alcance de este artículo. Un hecho de gran relevancia aquí es que la mayoría del material para lograr estas nuevas capacidades está siendo adquirido mediante exportaciones.

Fracaso de la “hinduización”

En los 60 y en los 70 la política militar india se caracterizó por una más modesta postura defensiva y un programa de construcción de capacidades autóctonas de fabricación y más tarde de diseño y desarrollo. La India logró una extensa base industrial de fábricas de artillería, empresas estatales militares que fabricaban aviones, tanques, vehículos blindados de transporte, y equipos de radar y comunicaciones. Durante los 70 y los 80, esta base se amplió y profundizó con la adición de numerosos laboratorios de investigación militar. Las exportaciones de armas nunca tuvieron una gran consideración, principalmente por razones políticas relacionadas con la preservación de la neutralidad entre naciones y un matiz de remordimientos morales por beneficiarse del mercado de la guerra.

Sin embargo, a pesar de algunos notables éxitos en misiles y electrónica, la India nunca se acercó a cumplir su objetivo declarado de independencia en la producción armamentística, y no digamos en el I+D para el desarrollo de nuevo equipamiento avanzado. La mayoría de las valoraciones objetivas sitúan el “índice de independencia” entre el 30-35%. Hoy, tras 3 ó 4 décadas de esfuerzos para levantar las capacidades autóctonas mediante la colaboración exterior y la transferencia tecnológica, las implicaciones de este fracaso están bastante claras. La India debería haber estado en mejor posición para modernizar su ejército sobre su propia base industrial y una razonable capacidad para el desarrollo de nuevos sistemas, pero no éste es el caso, y se ve obligada a seguir costosos y repetitivos ciclos de importaciones y producción bajo licencia.

La sobredependencia de los suministradores exteriores ha alcanzado proporciones peligrosas. Reducirá la capacidad negociadora de la India, hará subir los precios y obligará a la India para poner en situación comprometida su política exterior independiente, presionada por las naciones suministradoras. India ha tenido amplia experiencia en el rechazo de tecnología por parte de EEUU durante décadas, tácticas de presión de RU en la transferencia tecnológica, y problemas agudos en el suministro de recambios de Rusia. Aparte del punto de vista de la seguridad nacional, la India no ha sido tampoco capaz de adquirir capacidades tecnológicas independientes en muchos sectores relacionados con el armamento de la manera en que sí que lo ha logrado en determinadas áreas estratégicas.

Se han elaborado muchas explicaciones sobre cómo y por qué la India ha llegado a esta situación: una administración pobre, cultura no profesional en el sector estatal militar, productivo y de investigación, ausencia de rendición de cuentas en un sistema demasiado secreto, y notables retrasos en la toma de decisiones por parte de la burocracia civil y política. Puede que incluso tengan cierta parte de razón las teorías conspirativas sobre la tecnoburocracia que domina la toma de decisiones, o hasta que elementos del ejército implicados en los procesos de selección de equipos hayan saboteado deliberadamente los esfuerzos autóctonos o hayan recomendado equipamiento importado en contra del fabricado en la India.

Nueva política de compensaciones

Ante este panorama, el gobierno ha adoptado una nueva política de compensaciones, tal y como se ha hecho en muchos otros países. Siguiendo los nuevas Procedimientos de Adquisiciones de Defensa anunciados en 2007, todos los pedidos de importación por valor de más de 60 millones de dólares deben ser ejecutados gastando al menos el 30% del valor en productos y servicios procedentes de compañías indias. En casos excepcionales altos valores, este porcentaje puede llegar hasta el 50%. Las compañías indias y las grandes empresas armamentísticas de otros países miran codiciosamente las previsiones de compartir unos 10.000 millones de dólares supuestamente al alcance de cualquiera mediante compensaciones en los próximos años.

A primera vista, sería esperable que esta política se enfrentara al ya estructural problema enunciado anteriormente, además de asegurar que una parte sustancial de los fondos se queden en el país. En teoría, la base industrial de la India se vería reforzada y absorbería nuevas tecnologías, construyendo por tanto capacidades independientes para el futuro. En la práctica, sin embargo, es de suponer que las cosas resulten de una manera bastante diferente. Y también hay otros peligrosos augurios.

La política de compensaciones ya ha sido difuminada de una manera importante bajo la presión de la industria mundial armamentística. Los fabricantes exteriores han sido autorizados ahora a “depositar” sus obligaciones de compensación, es decir, a acumular previsiones de compensación sobre dos o más proyectos y luego suscribir un único subcontrato equivalente a la cantidad acumulada. Las obligaciones de compensación pueden así ahora ser transferidas de un contrato a otro, incluyendo el sector civil. Así, Boeing podría, por ejemplo, si ganara el concurso para suministrar el F/A18, evitar subcontratar cualquier elemento de la fabricación del F18, pero en su lugar subcontratar la fabricación de las puertas o de otras partes de los aviones de pasajeros Boeing 737. Al desligar las compensaciones de las obligaciones específicas de contrato, la deseada absorción tecnológica en tecnologías militares avanzadas no ocurrirá. Las compensaciones se reducirán a simple dinero y los problemas estructurales de importación reiterada y escasa independencia se perpetuarán.

Esto no debería representar una gran sorpresa cuando las élites gobernantes indias han abrazado las políticas neoliberales y la globalización. La independencia es vista por estas mismas élites como una idea pasada de moda que se remonta a los “malos viejos tiempos”.

La industria militar en la India ha estado dominada tradicionalmente por el sector público. Desde los años 90, cuando la India se embarcó rumbo a la liberalización, la implicación del sector privado en la India ha estado ganando impulso. En 2001, el gobierno decidió formalmente alentar la participación del sector privado en la producción militar sujeta a licencia y también permitió hasta un 26% de inversión directa extranjera en dichas compañías. Con los años, aunque el sector privado indio en su conjunto ha recibido sólo el 9% del total de pedidos militares o unos 700 millones de dólares anualmente, unas pocas empresas de ingeniería han emergido como agentes importantes ejecutando trabajo subcontratado incluso en áreas estratégicas. Dada la anticipada explosión de compensaciones, hay ahora un barullo para organizar empresas conjuntas con compañías internacionales de armamento, las cuales se espera que ganen capital pero, más importantemente, tecnología y capacidades.

Tata Advanced Systems ha puesto en marcha una empresa conjunta con una inversión de 150 millones de dólares y el 76% de participación accionarial de la gigantesca Tata Industries y 50 millones de dólares de la israelí IAI para fabricar Vehículos Aéreos No Tripuladas (UAVs), sistemas de guerra electrónica, misiles, sistemas de radar, y sistemas de seguridad. Tata se ha aliado también con la compañía estadounidense Sikorsky para el subensamblaje de helicópteros. De manera similar, la gran compañía de automóviles Mahindra & Mahindra se ha enlazado con British Aerospace, el mayor fabricante armamentístico del RU y el cuarto de todo el mundo de sistemas terrestres de armamento, y con la italiana Finmecanica como subsidiaria para sistemas submarinos. El gigante de la ingeniería y la construcción Larsen & Toubro ha iniciado empresas conjuntas con varias compañías militares como por ejemplo el conglomerado europeo y fabricante del Airbus, EADS Defence & Security, y con la gran empresa aeroespacial estadounidense Boeing.

Actualmente está en marcha una campaña orquestada por empresas mundiales de consultoría como Ernest & Young, junto con las principales asociaciones industriales indias, para reclamar al gobierno que incremente el límite permitido de inversión extranjera (FDI) del actual 26% hasta el 49%, e incluso, como algunos piden, ¡que se permita hasta el 100% a las empresas extranjeras en el sector militar indio! El argumento se desarrolla sobre esquemas ya familiares a quienes siguen el guión de la liberalización en la India: el sector público se ha demostrado incapaz de entregar a tiempo material militar de calidad, así que el sector privado debería ser alentado a intervenir. Debería permitirse el máximo FDI porque el material militar es un negocio arriesgado e intensivo en capital, y porque las compañías indias no cuentan con la capacidad requerida (es difícil no captar la ironía de esto). La guinda del pastel, se argumenta a continuación, será la apertura de un mercado de exportación para el armamento hecho o externalizado desde la India, un camino que la India ha evitado hasta el momento.

El actual impulso a una mayor implicación de las empresas del sector privado indio en la industria militar, mayor FDI y partenariados con prominentes fabricantes de armas mayoritariamente occidentales, todo ayudado por la nueva política de compensaciones que prioriza las transferencias monetarias mediante sucontratos en vez de desarrollar las capacidades locales, son todo parte de un plan mayor. La idea es socavar y en último término desmantelar la industria pública militar india, que debido a su debilidad es y sería servil respecto objetivos políticos más amplios sujetos a la responsabilidad pública, y reemplazarla con un gran sector de empresas privadas con intereses sustanciales o incluso control total de los fabricantes mundiales de armamento. En una situación así, la adquisición y modernización de equipamiento militar sería progresivamente dirigido por intereses empresariales y comerciales, y la exportación de armas se convertiría en un condicionante importante de la política exterior de la India. No pierdan de vista este lugar... un complejo militar-industrial incipiente está forjándose.

D. Raghunandan
Delhi Science Forum

Programmes & Projects
Countries
Theme
Companies

Añadir nuevo comentario