Especuladores de la guerra + Gobierno Obama = ???
El veredicto irá llegando despacio. Hay varias cosas que invitan al optimismo, a la esperanza, podríamos decir, en lo que se refiere a la lucha contra la corrupción, el fraude, el despilfarro y los engaños de los especuladores de la guerra. Y, como es lógico, existen también muchas razones para dudar de que lleguemos a ver ningún verdadero cambio. Yo, realmente, no sé qué esperar. Si Obama cumple sus positivos programas, les hará la vida bastante más difícil a los contratistas militares. Por otro lado, no obstante, si sucumbe a todas las presiones a las que se enfrenta, ello puede conllevar más de las mismas y bien conocidas frustraciones.
Si bien se ha hablado mucho del nombramiento por parte de Obama del general de Marina James L. Jones como asesor de Seguridad Nacional, y de sus vínculos con Chevron y Boeing, así como de otros polémicos nombramientos de “centro”, como mantener al actual Secretario de Defensa, Gates, me gustaría ofrecer algunos ejemplos para ilustrar el potencial de Obama para llegar a convertirse en el Dr. Jekyll o en Mr. Hyde. Son los siguientes:
Desazón
Buscando lo siguiente en Google: “Obama, contratistas de defensa”. Aparecerán numerosos mensajes que plantean la pregunta: “¿Qué significará el Gobierno de Omaba para mis inversiones en empresas de defensa?” También aparecerán titulares como “Los contratistas militares podrían prosperar con Obama” y otros análisis semejantes, como un artículo de forbes.com que comenta que “los contratistas de defensa prosperan tan bien con los gobiernos demócratas como con los republicanos, o incluso mejor, y la [...] elección de Barack Obama como presidente no ofrece ningún indicio de que vaya a ser una excepción.” Si bien las noticias desde el otoño de 2008 a esta parte nos recomiendan cautela respecto a los asesores financieros, a mí me produce bastante desazón que los asesores financieros no les hagan ascos a los contratistas militares a la hora de invertir sus activos.
Frustración
La crisis económica. Los tentáculos del complejo industrial militar llegan hasta el último rincón de EE UU. Millones de norteamericanos tienen empleos relacionados con los contratos bélicos y una parte nada despreciable de los mismos están afiliados a sindicatos. Los lazos sindicalistas de Obama podrían inhibir sus planes de recortar el gasto militar. La Asociación Internacional de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales (IAM), por ejemplo, está estrechamente relacionada con el Complejo Industrial Militar del Congreso (MICC) e incluso ha hecho un llamamiento para reforzar la infraestructura estadounidense de la industria de defensa. No debería sorprendernos ver a peces gordos de empresas como Boeing y General Dynamics apelando a estos sindicatos para que presenten peticiones a la oficina del presidente en nombre de sus empresas. Esto representa a la vez una bendición y una maldición. Por último, tenemos un presidente (y Secretario de Trabajo) que escucharán atentamente a las peticiones de los sindicatos, pero estas peticiones de organizaciones como la IAM pueden encadenar sin querer la nación a los tentáculos del MICC. Los megacontratistas militares no tienen el menor escrúpulo para utilizar a sus empleados, especialmente a miembros de los sindicatos, como peones de ajedrez para convencer a sus representantes en el Congreso y el Senado de que se deberían conceder más contratos, tanto si son necesarios o han sido solicitados como si no.
Boeing, por ejemplo, ya ha jugado sus cartas en referencia al avión cisterna KC-X y al de carga C-17. También podemos leer el informe reciente de newsdaily.com que nos cuenta que “[La Asociación de Industrias Aeroespaciales] – entre cuyos miembros se encuentran Lockheed Martin Corp., Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics y Raytheon Co – ha empezado a hinchar la cifra de empleos que crea en un intento de proteger los lucrativos programas de armamento bajo Obama”.
Esto, para mí, no es más que chantaje político, y todo contratista militar está dispuesto a jugar desvergonzadamente esta carta a la mínima de cambio. No es correcto crear más instrumentos bélicos simplemente porque hacen falta puestos de trabajo. Si lo que queremos son puestos de trabajo, invirtamos entonces en proyectos que sigan estimulando la economía, independientemente de si estamos envueltos en guerras o no.
La crisis económica también hace disminuir las posibilidades de prescindir de los contratistas bélicos, pues la infraestructura necesaria para que las plantas de manufacturación “cambien las espadas por los arados” no existe actualmente. Durante una recesión, el Gobierno tiene que gastar dinero o arriesgarse a exacerbar el problema. Para Obama será difícil recortar inversiones y empleo en el sector de la defensa si no dispone de alternativas inmediatas y explícitas en las que invertir y a las que enviar a los trabajadores.
Pesimismo
Obama se ha mostrado más bien indeciso respecto al papel de los contratistas militares en los conflictos de Irak y Afganistán. Durante su campaña, Obama fue cauteloso en sus comentarios sobre la guerra de Irak. Su postura es la de, con el tiempo, dejar una “fuerza residual” en Irak y redirigir una gran parte de los efectivos de Irak a Afganistán. Ha dicho poco respecto a mantener fuerzas mercenarias como Blackwater o personal de apoyo como KBR y Halliburton, si bien ha afirmado que “establecerá las condiciones legales del personal de los contratistas, haciendo posible que se enjuicie cualquier abuso cometido por contratistas militares privados”, lo cual supone un paso en la dirección correcta.
Trasladar el centro de atención a Afganistán significa un suministro continuado y constante de más munición e incluso un mayor desgaste de los suministros, puesto que dicho territorio ha demostrado ser un enemigo tan formidable como los talibán. Alliant Techsystems, el principal fabricante de munición del ejército estadounidense, y Boeing, que fabrica JDAM, o “bombas inteligentes”, seguramente ya se están frotando las manos al pensar en otros siete años de conflicto en Afganistán.
Optimismo
Northrop Grumman (N-G) debió de leer mi artículo dirigido a Boeing respecto a cómo invertir en el medio ambiente puede conducir a la sostenibilidad económica. N-G instó hace poco al presidente electo Obama a que abriera oportunidades para que los contratistas militares usaran sus “mares de datos para usos prácticos”, especialmente en el sentido de la lucha contra el cambio climático. Es decir, buscan apoyo para encontrar formas de usar su tan cacareada “tecnología de desborde (spillover technology)”. Ahora bien, no podemos esperar que N-G desista de su inminente renovación de contrato con Boeing para aviones cisterna, pero a medida que sus empleados e inversores vean que pueden ser una empresa viable y rentable más allá de los contratos militares, estarán más dispuestos a ir abandonando completamente dichos contratos.
El hecho de que Tom Daschle, el Secretario de Salud y Servicios Humanos elegido por Obama, así como el miembro del equipo de transición John Podesta, tuvieran anteriormente cargos en el Center for American Progress (CAP), es un buen augurio, en combinación con el anuncio de Northrop Grumman. El pasado otoño, el CAP encargó un estudio al Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachussets Amherst, que demostró que una inversión decidida en economía verde podría crear empleo, reducir la dependencia del petróleo, combatir el cambio climático y actuar como un eficaz estímulo económico. ¡Ojalá John y Tom hablen por teléfono con algunos altos ejecutivos de N-G y podamos ver que los milagros son posibles!
Posibilidades positivas
Una de ellas, el escepticismo de Obama respecto a los mísiles de defensa, las armas nucleares, las armas en el espacio y futuros sistemas de combate. El conjunto de estos programas representa unos 37.700 millones de dólares en gasto militar anual [National Priorities Project, Economists for Peace and Security, y ArmsControlCenter.org], con grandes partidas que se destinan a los principales protagonistas del juego de los contratos bélicas, como Raytheon, Boeing y Lockheed Martin, entre otros. Recortar drásticamente estos programas sería ir directamente en contra del sistema. El éxito o fracaso de Obama en enfrentarse a ellos será una prueba decisiva de cara a poder recortar otros programas militares que son un despilfarro flagrante.
Esperanza
Reforma de contratos. Como parte de sus esfuerzos por dar mayor transparencia a la contratación, Obama ha dicho que “requerirá que el Pentágono y el Departamento de Estado desarrollen una estrategia para determinar qué contratos son verdaderamente necesarios, en lugar de repartir constantemente encargos gubernamentales entre las empresas que tienen buenos contactos”.
Se ha comprometido asimismo a enfrentarse a la corrupción y al gasto excesivo creando programas destinados a eliminar la contratación sin concurso público. Su Gobierno también aspira a “poner fin al abuso de los presupuestos complementarios creando un sistema de supervisión de los fondos bélicos tan riguroso como el de los presupuestos generales.” Estos ambiciosos objetivos apuntan en la dirección correcta. Nosotros deberemos estar vigilantes a si los sigue verdaderamente y recordarle que estas prioridades no se pueden dejar de lado, especialmente si quiere tomarse en serio la sostenibilidad económica.
A la vista de estos y otros pros y contras, parece claro que Obama no será ninguna “huerfanita Annie” que se dedique a ablandar el corazón de los capitalistas de la guerra de Estados Unidos. Sin embargo, tampoco es un Halliburton que se compinche con Dick Cheney. Mi esperanza y optimismo estriban en el hecho de que, Obama, de nuevo, si todo anda bien, ha mostrado una voluntad de plantarles cara a los especuladores de la guerra. Como activistas, podemos, y debemos, usar sus propias palabras para atraerle hacia una gestión que pinche la burbuja de la especulación bélica de una vez por todas. Yo no tengo la impresión de que vaya a permitir que estas empresas se vuelvan aún más malvadas de lo que ya son, pero la especulación bélica debe ser confrontada agresivamente, y, hoy por hoy, aún no está claro que sea Obama quien se atreva a ello.
A medida que el presidente entrante se va instalando en una cómoda postura de centro respecto a numerosos aspectos de la gestión política, el futuro se vuelve nebuloso, y a veces desalentador. Pero cada vez que quiero enfadarme con él, me vuelve a llevar hacia la esperanza, y al final me deja con una sensación de frustrante confusión.
Sin embargo, una cosa está del todo clara: nuestro trabajo no se ha acabado. No habrá ningún cambio nada en lo que creer si nosotros no hacemos que se produzca.
Andy Heaslet es el coordinador del Projecto de Economía de Paz con base en St. Louis EE.UU. http://www.PeaceEconomyProject.org
Traducido por: Matías Mulet
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