Notas de un viaje a Macedonia Feministas en campos de refugiados

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En la carretera hacia Skopje, frente a la frontera, la gente espera
de pie para cruzar. Hay unos 15-20, presumiblemente de una ciudad
cercana, quizás de Gnjilane. Me pregunto cuando han visto
los ciudadanos de Belgrado a los de Gnjilane si es que los han
visto alguna vez. ¿De nacionalidad serbia o albanesa? En
cualquier caso yo los veo por primera vez en mi vida. Deben ser
albaneses. Están de pie en la oscuridad y esperan para
cruzar la frontera. De pie. Permanecen en silencio y sólo
puedo oír voces de niños pequeños. Están
callados como si no hubieran hablado nunca y parece como si el
sufrimiento trascendiera esos rostros que aguantan allí
inquietamente pacientes. Los desplazados que cruzan la frontera
de Tabanovci tienen un status diferente del de los viajeros que
llegan en autobús desde Belgrado.

He venido para ver a mis amigas que fueron arrancadas de sus casas
con metralletas y se encuentran en este momento en Macedonia.
Voy a visitarlas, a ver cómo viven desde que hace unos
pocos días se han convertido en refugiadas. Caminan por
calles extrañas para alquilar pisos en otro país.
Algunas de sus experiencias sobre cómo consiguieron llegar
aquí me son familiares. Desde 1992 a mis amigas ahora separadas
por líneas de frente les ocurre la misma historia. Que
nos echamos de menos unas a otras, que las guerras nos separan,
que ansiamos el reencuentro, abrazarnos en los llamados "países
terceros", viajar horas para vernos. ¿Es esta nuestra
última guerra?

Cegrane

Todo el mundo ha oído hablar de "Cegrane", porque
es el más grande, se encuentra cerca de Tetovo, y alberga
a unas 43.000 personas. Es célebre porque está asentado
en el polvo y la piedra, apropiado para lagartos y serpientes.
Es la ladera de una colina, al lado del fértil valle donde
viven los naturales, con muchos árboles, agua, flores.
Pero el campo no está en el valle sino que comienza justo
cuando este acaba y deja paso al roquedal. Al otro lado del valle,
sobre la ladera opuesta, está situado el campo de Stenkovec
con unas 30.000 personas. A día de hoy unos 103.000 albaneses
expulsados de sus casas en Kosovo están ubicados en campos
de refugiados en Macedonia y otros 150.000 en casas de familiares
o amigos.

Cegrane es una pequeña aldea en el valle habitada principalmente
por albaneses. Se encuentra ahora muy activa; jeeps de agencias
humanitarias, aglomeraciones, tiendas, restaurantes abarrotados.

El campo de Cegrane son miles y miles de tiendas de color blanco
amarillento. Conviene subir hasta el final. Muchas llevan aquí
dos meses. Las organizaciones humanitarias instalaron tomas de
agua, los servicios, escuelas, hospital, almacenes, parque infantil
y distribución de alimentos. Todavía no tienen duchas
pero se las han prometido para junio.

Cuando te adentras en el campo sólo ves alambradas tanto
alrededor como en el interior. Mis amigas me contaron que las
alambradas están para prevenir los altercados. Cada campo
está rodeado de una valla de alambre. En la mayoría
hay una disposición que impide salir a los refugiados menos
que tengan un permiso. Una norma vigente en Macedonia les impide
viajar de una parte a otra del país más de dos veces,
a la tercera tendrían que abandonarlo. Además no
pueden salir y volver a Macedonia después. Desde el campo
de Cegrane pueden ir al pueblo cercano, bañarse, visitar
la mezquita, hacer alguna compra. Los jeeps circulan arriba y
abajo y el polvo llena los ojos. No hay una sombra donde ocultarse.
Hay muchos niños. UNICEF ha organizado tiendas para escuela.
Las escuelas elementales tienen cinco turnos de dos horas a partir
de las 8. En las tiendas hay pizarras y bancos. Un actor del teatro
infantil de Pristina "Dodona" hizo una representación
en el suelo pedregoso en mayo. 4500 niños la presenciaron
aplaudiendo y saltando.

El grupo de mujeres Motrat Qiriazi de Pristina comenzó
a trabajar en 1994 para apoyar a las chicas en el área
rural de Has en Kosovo. En mayo de 1999 seguían con la
tarea en Cegrane. Feministas de Pristina y sus amigas de Inglaterra,
Suecia y otros países montaron una gran tienda sólo
para mujeres. Un grupo de chicas, un grupo de mujeres, reuniones
diarias con los coordinadores locales, clases de cámara
de televisión, de fotografía amateur, clases de
inglés, todas estas actividades se llevan a cabo allí.
Dos veces a la semana en esa misma tienda trabajan dos peluqueras.
Diez feministas trabajan allí cada día.

Ese sábado llegué yo y me presenté como Marija
de Italia. Fue una decisión conjunta, conscientes de lo
inmediato del trauma no queríamos provocar recuerdos desagradables
o dolorosos a nadie.

La semana anterior cuando Rada Boric, Neva Tolle y Slavica Kusic,
feministas de Zagreb, visitaron los campos de refugiados en Albania,
algunas chicas temblaban sólo de oír hablar croata.

En el campo algunas chicas se dirigieron a mí con algunas
palabras en español aprendidas de la serie Casandra. En
la tienda de las mujeres, a la media hora no quedaba sitio, todo
estaba lleno, hasta el suelo; había allí 120 jóvenes
de diferentes partes de Kosovo. La tienda está abarrotada
de chicas, muchas se han cortado el pelo hace poco, muchas acuden
a los talleres varias semanas, algunas asisten por primera vez;
una energía increíble, ni un resquicio vacío.
Igballa Rogova, feminista de Pristina, que coordina la actividad
del grupo levanta la moral: Gritemos: "Vajzat jan tforta"
(LAS JOVENES SON FUERTES), una vez, otra vez, más alto.
!Qué alegría¡ Nos sentíamos fortalecidas
como mujeres junto a nuestras amigas para expresarnos con nuestras
voces. Luego, conversaciones, intercambio de información,
debates sobre la violencia masculina y algunas situaciones desagradables
que podían ocurrir en el campo. Luego prosigue el role
playing. ¿Cómo defendernos de un hombre entrometido?
Esta vez desempeñaba el papel de hombre Nazlie Bala feminista
del Grupo de Mujeres "Elena" de Pristina. Fue tan convincente
y tan adecuado que todo terminó en risa y gritos, porque
a todas gustó su manera de representar la intromisión.
Las chicas ríen. Hace mucho calor en la tienda. Luego empiezan
a cantar. Una canción de Drenica y Kosovo es la favorita.
Para acabar un cassette de pilas. Comienza el baile cuando suena
música folk albanesa. En medio del día, en el medio
de la tienda, sin espacio para moverse, las jóvenes sin
casa, cuyos padres fueron obligados a arrojar sus documentos de
identidad en bolsas de plástico cuando en mayo fueron deportados
hasta la frontera, escoltados por la policía serbia, chicas
que añoran sus casas, chicas que sufrieron días
de hambre y miedo, chicas agotadas por haber sido desplazadas
de sus vidas, como muchas otras de Croacia, Bosnia o Palestina,
aquí están, han sobrevivido y están bailando.

Skopje, 15 de junio 1999

Ayer, cuando viajaba de Belgrado a Skopje por segunda vez, había
muchos coches huyendo hacia Belgrado. En las bacas y remolques:
sillas, cómodas, colchones, alfombras de Gnjilane y Prizren.
Ahora es la población serbia la que se ha visto obligada
a desplazar sus vidas. Los activistas anti-guerra de la ex-Yugoslavia
recuerdan muchas escenas similares que se retrotraen a 1991, con
tristeza y rabia.

Centro autónomo de mujeres contra la violencia sexual
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