Resiliencia en tiempos de guerra: cómo miembros de la IRG en Sudán están sosteniendo su trabajo por la paz

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Un mapa de Sudán y Sudán del Sur con un título que dice 'Sosteniendo el trabajo por la paz en Sudán'
Mapa obtenido de Wikimedia Commons. Licenciado bajo CC0 - Dominio Público.
Author(s)
Andrew Metheven
Translated by
Natalia García (ES)

 

Recientemente tuve el privilegio de hablar con Mamoun, un activista y organizador sudanés involucrado en labores de monitoreo de conflictos y construcción de paz en todo Sudán. Como todos los que viven en Sudán en los últimos años, la vida y el trabajo de Mamoun se han visto profundamente afectados por la guerra civil en curso que asola el país desde abril de 2023, entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF).

Durante nuestra conversación, quedó claro que es imposible entender lo que está viviendo Mamoun sin tener algún conocimiento de la historia reciente de Sudán y del conflicto más amplio. Por eso, antes de compartir parte de la historia de Mamoun, daré un breve resumen de lo que ha ocurrido en Sudán en los últimos años.

Contexto

En 2019, un levantamiento popular en Sudán llevó al derrocamiento del entonces dictador Omar al-Bashir, quien había tomado el poder en 1989 y fue acusado de crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional. Las protestas provocaron que Bashir fuera arrestado por el ejército sudanés en un golpe liderado por miembros del mismo, quienes disolvieron el gobierno. Sudán fue dirigido por un gobierno conjunto civil-militar durante dos años, pero en 2021, el general Abdel Fattah al-Burhan —líder de las SAF— tomó el control del país.

La RSF es un grupo paramilitar formado en 2013, con raíces en las milicias Janjaweed responsables de la violencia atroz en Darfur. Los Janjaweed fueron utilizados por el ejército sudanés y Omar al-Bashir como fuerza contrainsurgente contra los grupos rebeldes antigubernamentales en Darfur, y fueron acusados de genocidio. Uno de los detonantes del conflicto reciente ha sido el intento de integrar a la RSF en las SAF, con los líderes de ambos grupos militares rehusándose a ceder el control. El fracaso de las negociaciones llevó a un “enfrentamiento” entre los dos grupos armados, que comenzó el 15 de abril de 2023 con estallidos de violencia en Jartum, la capital, que luego se extendieron por todo el país.

El conflicto ha tenido un impacto colosal en la población sudanesa: ha sido descrito como “la catástrofe humanitaria más grave del mundo”. Más de 14 millones de personas han sido desplazadas, y hay múltiples informes de atrocidades masivas en todo el país perpetradas tanto por la RSF como por las SAF. Los ataques han destruido hospitales y otra infraestructura civil. Incluso mientras escribo esto, hay nuevos informes de víctimas civiles, con el ejército acusado de matar a cientos de personas en un ataque aéreo sobre un mercado en Darfur. Sin embargo, también se percibe que la situación en Sudán ha recibido relativamente poca atención tanto por parte del movimiento por la paz como en los espacios políticos más “convencionales”.

La Internacional de Resistentes a la Guerra ha mantenido conexiones sólidas con activistas en Sudán y Sudán del Sur, y queremos compartir parte de la historia de lo que nuestros miembros han experimentado en los últimos años. A pesar del miedo y la violencia, han permanecido activos y organizados, apoyándose mutuamente y trabajando con otras redes en Sudán para monitorear el conflicto y compartir información sobre el devastador impacto en la población civil.

La experiencia de Mamoun

Cuando comenzó el conflicto, Mamoun y sus colegas de SONAD —la Organización Sudanesa para la Noviolencia y el Desarrollo— estaban en Jartum, donde tenían una oficina y ejecutaban varios proyectos centrados en la noviolencia y la construcción de paz. Desde la revolución y el golpe de 2019, estaban involucrados en la recolección de datos sobre la revolución, profundizando en el entendimiento del movimiento noviolento, y ayudando a personas que habían sido víctimas de abusos de derechos humanos.

Incluso antes de la escalada más reciente, los miembros del grupo no se sentían seguros: el gobierno no era democrático y el trabajo que hacían no era bien recibido. Mamoun me dijo que la organización estaba “capacitando a jóvenes, partidos políticos, estudiantes, todos en noviolencia y derechos humanos. El gobierno anterior que fue derrocado en las revoluciones de septiembre no apoyaba el trabajo de las ONG, pero no podían detenerlo porque temían a la comunidad internacional y a la ONU. Aun así, no les gustaba nuestro trabajo, así que no estábamos completamente seguros.”

La religión y la etnicidad están profundamente entrelazadas en los conflictos de Sudán, y SONAD se distingue por trabajar con personas de todas las comunidades religiosas, reuniendo a cristianos, musulmanes, no creyentes y seguidores de religiones animistas tradicionales. Esto, en sí mismo, hizo que SONAD fuera impopular ante el gobierno, que bajo Bashir había introducido la ley Sharía en Sudán. Mamoun explicó que algunos elementos del gobierno y del ejército aún creen que Sudán debe ser un país islámico, y que “Sudán del Sur es para los cristianos”.

Cuando las SAF y la RSF comenzaron a enfrentarse, Mamoun no abandonó inmediatamente Jartum, pero ya no era seguro ir a la oficina de la organización, donde almacenaban su equipo y documentos, y donde realizaban eventos y proyectos. Algunos miembros del grupo se trasladaron a otras zonas del país o salieron al extranjero, y el enfoque del trabajo cambió rápidamente hacia el monitoreo del conflicto. Comenzaron a colaborar con otros grupos de la sociedad civil en Sudán, bajo el paraguas de la Red Juvenil de Observación Cívica (YCON), que se encarga de recolectar datos sobre la guerra. Mamoun y SONAD han sido responsables de recolectar datos en Jartum, donde —a pesar de los riesgos significativos— trabajan para monitorear crímenes y recopilar información sobre el impacto de la violencia de ambos bandos. Puedes encontrar el sitio web e informes de YCON aquí: [https://www.ycon-sudan.org/](https://www.ycon-sudan.org/)

Eventualmente, Mamoun también dejó Jartum, pero continúa viajando para apoyar el trabajo de su organización en todo el país, la cual sigue enfrentando el temor a arrestos y violencia: “Desde que comenzó la guerra, muchos de nuestros miembros han sido arrestados por ambos bandos del conflicto, porque recolectar información se considera algo muy grave. Tenemos tres o cuatro miembros que fueron arrestados y luego liberados tras varias semanas o meses... Cuando arrestan a alguno de nuestros miembros, es muy difícil hacer algo porque también pueden apuntar contra nosotros. Nuestra organización no está en un lugar específico, así que están buscando al resto de los miembros, pero no pueden encontrarnos porque estamos distribuidos por Jartum y Sudán. Podemos comunicarnos entre las distintas zonas, aunque a veces no hay internet, ni electricidad, o las líneas telefónicas se caen. A veces, la situación de seguridad hace que la gente no se sienta segura ni para contestar el teléfono.”

Fue difícil creer la resiliencia que Mamoun y sus colegas han demostrado, logrando sostener su organización frente a desafíos enormes. Por momentos, me recordó el sentido de crisis cuando la pandemia de covid-19 se extendió rápidamente por el mundo, y nuestras organizaciones tuvieron que encontrar nuevas formas de comunicarse en un mundo cambiante. Pero durante toda nuestra conversación, hubo un sentimiento de que Mamoun no sentía que estuviera haciendo el trabajo que debería: explicó que antes de la guerra “movilizaban a las comunidades contra la guerra y a favor de la noviolencia, abogando por soluciones democráticas al conflicto.” Las redes de la sociedad civil sudanesa de las que SONAD forma parte están siendo afectadas por los enormes recortes que la administración Trump hizo a USAID.

A pesar de estos desafíos, Mamoun ya está pensando en el trabajo de SONAD después de la guerra y el rol que pueden desempeñar como una de las pocas organizaciones en Sudán que abogan por la noviolencia: “Muchas personas están siendo traumatizadas, asesinadas, violadas – mucha gente está militarizada. El impacto se sentirá por un largo tiempo, así que nuestro trabajo como SONAD será enseñar noviolencia, ayudar a las personas traumatizadas y asesorar a quienes han sido afectados por la guerra. Cuando la guerra termine, tendremos que reagrupar a SONAD. El impacto económico de la guerra ha sido muy grande – muchas personas lo perdieron todo – sus empleos, sus hogares. Especialmente en las zonas de conflicto, todos han perdido a alguien.”

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