¿Quién está amenazando a quién?

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Members of the French military on parade. In the background a French flag is flying
Members of the French military on parade. Photo: Hugo Delauney via UnSplash
Author(s)
Patrice Bouveret

Este artículo fue publicado originalmente en un número especial sobre la Defensa Civil no Violenta, número 213 (diciembre de 2024), de la revista Alternatives Non-Violentes. Traducción de Marc Morgan.

¿Qué deberíamos nombrar como “amenazas”? ¿Qué criterios deberíamos utilizar para analizarlas? ¿Cómo llegamos a percibir algo como amenazante? ¿Cómo podemos descifrar el lenguaje dirigido a la opinión pública sobre los riesgos reales? Muchas preguntas se plantean a quienes intentan hacer un inventario de las amenazas.

Las amenazas son una construcción social antes de convertirse en una realidad. Según el diccionario, una amenaza es un “tipo de comportamiento, una actitud, por la cual se muestra a una persona o a un grupo de personas que se tiene la intención de hacerles daño, herirlos, en resumen, forzarlos a actuar contra su voluntad”. En consecuencia, las amenazas parecen provenir de algún “otro” considerado como un "enemigo", que querría quitar lo que tenemos por la fuerza o mediante coacción.

Esto significa que, para entender una amenaza, primero debemos identificar quién la formula y a quién va dirigida, para no dejarnos arrastrar y atrapar por percepciones y narrativas definidas por otros. Además, las amenazas no pueden analizarse únicamente como una prefiguración de sus consecuencias supuestas. Deben ser vistas en un contexto a largo plazo, y se debe deconstruir la cadena de acontecimientos que llevaron a la situación si nuestro objetivo es desactivarlas. De lo contrario, corremos el riesgo de quedar atrapados en una lógica de escalada cuyo desenlace es bien conocido: un auge de violencia y una guerra generalizada.

En resumen, la amenaza es una de esas palabras comodín que, al centrarse en el miedo, permite posponer cualquier análisis de nuestras responsabilidades y evita actuar para impedir que las amenazas se materialicen. También se ignora muy a menudo la interacción entre los elementos complejos de una situación. Cada amenaza se examina por separado, sin considerar su relación con otras amenazas. Al utilizarse en exceso y en los contextos más diversos, esta palabra tan sobreutilizada se vacía de significado.

¿Francia: objetivo o fuente de amenazas?

Existe una brecha significativa entre la percepción de una amenaza por parte de la opinión pública, la realidad del riesgo que se corre y la respuesta de quienes gobiernan. Esto ocurre especialmente con respecto a la amenaza militar en el centro de los temas abordados en este número especial de ANV.

Especialmente desde la invasión de Ucrania en 2022 por tropas rusas, acompañada por la amenaza nuclear del presidente Putin, se ha reavivado el miedo a una guerra en Europa. Un “cambio de época” para muchos comentaristas, lo que ha servido para justificar el aumento de presupuestos y el mantenimiento de la lógica de disuasión nuclear. Muchos medios de comunicación han hecho de esto un tema de portada desde la invasión, llegando incluso a preguntar: “¿Estamos preparados para la guerra?”. La única perspectiva planteada para el futuro es el fortalecimiento continuo del aparato militar de Francia y la militarización de la sociedad.

Esto llevó a la elaboración de una nueva Revisión Estratégica Nacional a finales de 2022. A diferencia de ejercicios similares anteriores, que se basaban en el trabajo de una comisión debidamente nombrada, con la celebración de audiencias, esta revisión fue realizada directamente por personal interno del Elíseo y del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Este documento presenta un panorama de las amenazas y riesgos actuales para Francia, y establece los principales lineamientos de la política militar para los próximos años. Coloca a las armas nucleares en el centro del sistema, describiéndolas incluso como la “columna vertebral de nuestra seguridad”, y designa explícitamente a Rusia y China como dos Estados que representan una amenaza específica para Francia. Sirve como base para la elaboración de las Leyes de Programación Militar (LPM). Además, en la primavera de 2023, el gobierno presentó al Parlamento una nueva Ley de Programación Militar que abarca los años 2024 a 2030, la cual prevé un aumento significativo del gasto militar. Al hacerlo, alimenta la amenaza de guerra, y esta fuerte contribución a la carrera armamentista se realiza en detrimento del desarrollo de los servicios públicos y de la satisfacción de las necesidades sociales. Sin mencionar que esta visión militarista de la sociedad proviene de una minoría —aunque revestida de la apariencia democrática de una votación parlamentaria— y no de un auténtico debate democrático.

Nuestras fuerzas armadas siempre se presentan como defensoras de Francia y de la paz pero, como Jano, tienen dos caras: todo depende de qué lado estemos. Lo que se presenta como “defensivo” puede percibirse como agresivo por otros… Recordemos: desde hace varios años somos testigos de una desaparición progresiva de las fronteras entre las amenazas que provienen del “interior” y las que vienen del “exterior”. Esta desmaterialización de las fronteras, en un contexto de globalización, refuerza la imprevisibilidad del origen y la fuente de las amenazas.

Las armas nucleares constituyen un ejemplo emblemático para explicar esta paradoja. La estrategia de disuasión nuclear, cuyo objetivo es promover la paz y prevenir cualquier ataque contra los “intereses vitales”, se basa específicamente en el ejercicio de amenazas contra el otro, la amenaza de una represalia desproporcionada. Esto incluye el uso —según la estrategia nuclear francesa— de una bomba nuclear en primer lugar como una “advertencia final” para restablecer la disuasión, en caso de que ese “otro” dude de las verdaderas intenciones de Francia. Si las armas nucleares y la estrategia de disuasión nuclear jugaran “un papel fundamental en la preservación de la paz y la seguridad internacional”, como ha afirmado el presidente Macron, siguiendo la línea de sus predecesores, bastaría con que cada país tuviera unas cuantas armas nucleares propias, y ya no habría guerras en el mundo. Es fácil medir lo absurdo de tal razonamiento y el peligro que representaría para la humanidad.

Del mismo modo, al convertirse en el segundo mayor exportador de armas del mundo, Francia contribuye significativamente a alimentar la carrera armamentista y participa —a través del uso de sus armas, municiones o componentes— en muchos conflictos en diferentes países. En los últimos años, la guerra en Yemen ha puesto nuevamente en el punto de mira la responsabilidad de Francia respecto al uso de las armas que vende, responsabilidad subrayada en particular por varios estudios publicados por el Observatoire des Armements, en relación con la guerra emprendida por Rusia contra Ucrania o la de Israel contra Hamas.

Fue durante la presentación de esta revisión estratégica, el 9 de noviembre de 2022, que el presidente Macron explicó que Francia debía “ponerse en postura de economía de guerra”. También expresó su deseo de reforzar nuestra fibra moral, en particular con el fortalecimiento del SNU, el Servicio Nacional Universal, para “reunir todas las fuerzas vitales de Francia, tanto militares como civiles, para la defensa de nuestra soberanía”.

Todo lo cual es contrario a los compromisos asumidos en favor del fortalecimiento de los valores de paz, reafirmados regularmente por Francia dentro de las Naciones Unidas como miembro permanente del Consejo de Seguridad. De hecho, la Carta de las Naciones Unidas establece claramente en su Artículo 26: “Con el fin de promover el establecimiento y mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales con el menor desvío posible de los recursos humanos y económicos del mundo hacia armamentos, el Consejo de Seguridad será responsable de elaborar, con la asistencia del Comité de Estado Mayor mencionado en el Artículo 47, planes que deberán ser sometidos a los Miembros de las Naciones Unidas para el establecimiento de un sistema de reglamentación de los armamentos”. Estamos muy lejos de eso.

¿Y si las principales amenazas no fueran militares?

Francia favorece un enfoque descendente en el análisis de amenazas, basado en los objetivos de seguridad definidos por las autoridades estatales, como la protección del territorio nacional y el fortalecimiento de infraestructuras para garantizar su funcionamiento. No se tienen en cuenta en este análisis los temores y necesidades expresados por la población, actores no estatales, grupos sociales u organizaciones de la sociedad civil, ni se les involucra.

Esto conduce a una brecha significativa entre la percepción de las amenazas por parte de la población y la respuesta del Estado ante ellas, ya sea en términos de seguridad o en otros ámbitos (migración, riesgo de terrorismo, amenazas climáticas, etc.), sobre la base de lo que resulta ser una ilusión: la prioridad dada al desarrollo de tecnologías para responder a los riesgos de seguridad. De hecho, esta carrera tecnológica —como lo demuestran la robotización y la inteligencia artificial (IA)— es, por el contrario, un factor de nuevos riesgos, sobre todo si no se adopta un punto de vista estructural, el del Estado, sino la perspectiva de la sociedad o de grupos de individuos.

El ejemplo más evidente es la universalización de la informática como herramienta dominante para gestionar las sociedades y nuestras vidas individuales. La acumulación y el almacenamiento de datos digitales —además de ser grandes consumidores de energía— también representan una vulnerabilidad en términos de seguridad de dichos datos, su piratería, etc., creando así nuevas amenazas de seguridad en una especie de dialéctica —ya presente a nivel militar— entre la espada y el escudo.

De hecho, en este relato nacional, ampliamente difundido por los medios dominantes, el uso de amenazas sirve como cemento para unir a la población en torno al gobierno, con una eficacia variable según el momento. Las amenazas reciben una cobertura amplificada para enmascarar elecciones políticas no consensuadas y de carácter minoritario que favorecen una lógica económica basada en la acumulación de riqueza y el refuerzo de desigualdades, desigualdades que son en sí mismas causas de guerras. La retórica de las amenazas sirve como una especie de chivo expiatorio fácil, utilizado para evitar un debate colectivo sobre las causas estructurales de las sucesivas crisis que viven nuestras sociedades y para desarrollar respuestas que nos permitan enfrentarlas. Ya sea en el plano interno como externo.

Francia no es el país imaginario respetuoso de los valores humanistas en el que todos vivimos en armonía y que debemos defender contra un invasor. Esta es una ilusión que sustenta la idea de que existen, por un lado, dos tiempos distintos en la vida de una sociedad —el de la paz y el de la guerra— y, por otro lado, también dos espacios distintos: el interior y el exterior.

La realidad es muy diferente. Nuestra sociedad vive en conflicto permanente —tanto internamente entre diferentes grupos con intereses divergentes, como externamente en sus relaciones con otros países— un conflicto en el que actuamos y reaccionamos permanentemente, en busca de un equilibrio entre nosotros y los demás, oscilando entre “el infierno son los otros” y “nuestro peor enemigo somos nosotros mismos”...

Porque, ¿no es acaso defender nuestro territorio lo que ya hacemos cada día con los compromisos militantes que asumimos? ¿No es esa la fuerza dinámica que debemos amplificar y compartir lo más ampliamente posible? Porque es mediante la acción y la organización colectiva que construiremos un “vivir juntos”. ¿No es la amenaza a ese “vivir juntos” en realidad la mayor de todas las amenazas?

L’Observatoire des armements (Observatorio de Armamentos)

Aunque la lógica de la guerra sigue moldeando nuestras sociedades e impactando implacablemente nuestras vidas y al planeta, el Observatoire des Armements ha continuado, desde 1984, trabajando incansablemente para desarmar mentes y países. Publica la revista *Damoclès*, en ediciones impresas y digitales, así como artículos e investigaciones que son una fuente importante y confiable para periodistas y medios de comunicación.

Consulta el sitio web: https://www.obsarm.info/

Información del autor

Patrice Bouveret es cofundador y director del Observatoire des armements (Observatorio de Armamentos), un centro independiente de experticia creado en Lyon en 1984. También es responsable de las publicaciones del Observatorio, incluida la revista Damoclès; es autor de numerosas contribuciones, entre ellas «Le nucléaire comme catastrophe : sortir du déni» (“Lo nuclear como catástrofe: salir de la negación”), en Catastrophe(s) : parlons-en ! Approche pluridisciplinaire des catastrophes de Hiroshima au Covid-19, dirigido por Patrick Dieuaide y Claire Garnier-Tardieu, París, L’Harmattan, 2022, 206 páginas.

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