Bajo el radar: veinte años de misiones militares de la UE
Entre las cuestiones que pueden influir en los votantes durante las próximas elecciones parlamentarias de la UE está la aceptación pública de la política de guerra por parte de la Unión, que ha estado en el centro de los acontecimientos en Bruselas durante el ciclo quinquenal anterior. Sin embargo, lejos de la vista del público, la UE, de hecho, ha estado impulsando una agenda bélica durante décadas. Durante los últimos veinte años, la UE ha estado desplegando misiones militares en el extranjero que han pasado prácticamente desapercibidas y, en general, han eludido el escrutinio público. El nuevo informe del Transnational Institute, "Bajo el radar: veinte años de misiones militares de la UE", arroja luz sobre estas misiones.
En 2003, la UE desplegó su primera misión exterior en la ex República Yugoslava de Macedonia. En los 20 años transcurridos desde entonces, ha llevado a cabo más de 40 operaciones en Europa, África y Asia, de las que 24 están activas actualmente, 13 de ellas civiles, 10 militares y una misión híbrida. El número de misiones militares activas se ha duplicado desde 2018, pasando de cinco a diez. Del mismo modo, los costes comunes (aproximadamente entre el 10 y el 15 % de los costes totales) de estas misiones casi se han duplicado desde 2019 y se sitúan en 150 millones de euros para 2024.
Aunque la retórica oficial sugiere que las misiones militares tienen como objetivo aumentar la estabilidad en los respectivos países, en realidad la UE está impulsada por sus propios intereses y el desarrollo de estas misiones y su despliegue ejemplifica una lógica colonial, centrada en controlar el acceso a materias primas cruciales, importantes rutas comerciales, asegurar ganancias para el complejo militar-industrial y proyectarse como una “potencia dura”.
Aunque las misiones de la UE en el exterior son relativamente pequeñas en términos de personal y se presentan como intervenciones de bajo nivel, su impacto en los últimos 20 años, en el mejor de los casos, no ha tenido ningún efecto en la resolución de conflictos o ha servido para exacerbarlos. Nuestra investigación muestra que la UE prefiere priorizar los objetivos a corto plazo en lugar de abordar las causas profundas de los conflictos violentos. Además, no existe una metodología estándar para evaluar la eficacia de las misiones de la UE, y las evaluaciones, así como el proceso de toma de decisiones para lanzar nuevas misiones, parecen realizarse de manera ad hoc. Incluso la UE admite que ha logrado pocos de sus objetivos declarados.
La región del Sahel, donde la UE ha desplegado siete misiones militares en las últimas dos décadas, es un claro ejemplo de ello. La competencia por el acceso a los recursos y las materias primas parece ser el principal motor de la atención de la UE en la región del Sahel. Desde que la UE comenzó a desplegar este tipo de misiones, los golpes de Estado se han convertido en algo habitual, no solo en los países donde hay misiones de la UE, sino también en los Estados vecinos. Es evidente que no se puede responsabilizar únicamente a la presencia de la UE de estos acontecimientos, pero sin duda plantea interrogantes sobre su objetivo declarado de prevenir conflictos y reforzar la seguridad, sobre todo porque algunas de estas misiones proporcionaron apoyo financiero a las fuerzas armadas implicadas en los golpes de Estado. En 2020, las fuerzas de seguridad nacionales de Malí, que recibieron formación y financiación de la UE, fueron responsables de la muerte de cientos de civiles. Las misiones militares en Mali y la República Centroafricana (RCA) han estado parcialmente suspendidas desde finales de 2021, pero no por las bien documentadas violaciones de los derechos humanos perpetradas por las fuerzas estatales, sino porque se descubrió que el Grupo militar privado ruso patrocinado por el Estado, Wagner, era muy activo en ambos países, lo que suscitó temores de que soldados entrenados por la UE pudieran unirse a la milicia y causar daño a la reputación. La misión de asociación en Níger terminó menos de un año después de su inicio porque el nuevo gobierno militar ordenó a las fuerzas europeas, francesas y estadounidenses que abandonaran el país.
La última misión de la UE en el Mar Rojo, lanzada en respuesta a la interrupción de las rutas marítimas por parte de los hutíes para presionar a Israel contra su ataque a Gaza, es otro ejemplo de cómo la UE protege sus propios intereses y se proyecta como un actor fiable en el eje de poder occidental. Cabe señalar que la única acción concreta que ha tomado la UE en relación con Gaza ha sido el despliegue de esta misión, que no ha hecho nada para abordar la guerra genocida de Israel contra el pueblo palestino.
A pesar de su pobre historial en materia de paz y estabilidad, la UE ha seguido adelante con el despliegue de sus misiones, ansiosa por defender sus intereses económicos y presentarse como un actor relevante en el escenario mundial. Las dos misiones de la UE centradas en Somalia, que operan en tierra y patrullan las aguas costeras, han contribuido de hecho a exacerbar los problemas que se suponía que debían aliviar y han culminado en el hecho de que la población abandonó su medio de vida, la pesca en pequeña escala, y pasó directamente a manos de grupos armados no estatales. Este no es un caso excepcional: aunque a menudo se cita el “terrorismo” como justificación de la presencia militar de Estados Unidos y la UE en el Sahel, la evidencia sugiere una causalidad inversa: la interferencia militar provoca a los grupos armados no estatales, lo que a su vez se utiliza para justificar una mayor militarización.
Los problemas que la UE pretende abordar con sus misiones –inestabilidad, inseguridad y violencia– suelen tener sus raíces profundas en las consecuencias de la colonización de África por los países europeos. Suelen ser cuestiones territoriales no resueltas relacionadas con las fronteras trazadas por las potencias coloniales o las estructuras de poder que prevalecieron tras las luchas de liberación de los años 1960, apropiaciones de tierras y océanos para controlar los recursos naturales, así como consecuencias económicas locales –como la pobreza extrema– de un sistema de comercio global profundamente desigual las que generan inseguridad. La UE nunca podrá resolver los problemas del continente africano, ni de ninguna parte del mundo, desplegando misiones militares. Afirmar que puede hacerlo es otro ejemplo de la mentalidad colonialista que a menudo domina los pasillos del poder en Bruselas. Si la UE estuviera realmente preocupada por las situaciones de crisis en otros países y ansiosa por desplegar tropas de mantenimiento de la paz, podría utilizar su influencia y hacerlo dentro del sistema de las Naciones Unidas en lugar de actuar fuera o al margen del multilateralismo. Además, podría abordar la dinámica de poder profundamente desigual entre la UE y el Sur Global que sirve para proteger los intereses europeos y conduce al empobrecimiento de esos países.
Entre los que se benefician económicamente de estas misiones se encuentran las empresas armamentísticas, que se benefician de los contratos de compra de armas, así como el complejo fronterizo y militar-industrial en general, que se benefician mucho de la inseguridad y la guerra. Además, las empresas de petróleo y gas, así como los inversores en minerales y las empresas pesqueras en gran escala, también vieron la oportunidad de asegurar y aumentar sus beneficios.
La conclusión lógica después de 20 años de misiones de este tipo es que la UE debería finalmente ponerles fin y centrar sus esfuerzos en la diplomacia, el fortalecimiento de la democracia y el trabajo dentro de las estructuras multilaterales existentes.
El repore completo se puede encontrar aquí (en inglés): https://www.tni.org/en/publication/under-the-radar
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