Declaración de la LIMPAL: Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme de 2021- ¡Prioricemos las vidas, no las armas!

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International Women's Day For Peace and Disarment
Fuente: Página Web LIMPAL
Author(s)
Women's International League for Peace and Freedom

 

Esta declaración fue publicada originalmente por la LIMPAL. Pueden leerla aquí.

A principios de la década de 1980, un grupo de mujeres feministas y pacifistas de toda Europa se unió para manifestarse contra la carrera armamentística y el uso de armas nucleares. Juntas decidieron celebrar el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme el 24 de mayo.

La Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad (WILPF, LIMPAL) desea aprovechar esta fecha para rendir homenaje a su legado y al de todas las mujeres que lideran el antimilitarismo. 

Como feministas y activistas por la paz en diversos países del mundo, seguimos exigiendo que los gobiernos adopten medidas inmediatas para acabar con la amenaza y el impacto que las armas suponen a diario para toda la sociedad.   

Nadie es inmune a los efectos de la violencia armada

Las armas causan más de 500 muertes y 2000 heridos de bala al día. Se calcula que al menos dos millones de personas conviven con heridas causadas por armas de fuego. Además, resulta imposible saber cuántas padecen sus efectos psicológicos a largo plazo. 

Las armas convencionales y su munición no solo matan: ponen en riesgo las vidas y los hogares, erosionan la cohesión de las comunidades y perpetúan la codicia, la corrupción, la pobreza y la inseguridad. Cada vez con más frecuencia, grupos de extrema derecha recurren a las armas para defender su punto de vista racista y antifeminista. El resultado es un mundo menos seguro, menos pacífico y menos justo. 

Aunque los hombres son las principales víctimas directas de este tipo de violencia, el uso y la presencia de armas afecta a las mujeres y a otros grupos marginados de manera diferencial y desproporcionada. 

Las armas aumentan significativamente el riesgo de sufrir violencia sexual o de que las mujeres sean asesinadas por sus parejas. Es habitual que se utilicen para coaccionarlas e impedirles que accedan a la seguridad, la educación, la asistencia sanitaria y las oportunidades económicas.

Las armas explosivas, tanto si se utilizan en zonas pobladas como si se abandonan tras el conflicto, pueden afectar de manera especial a las mujeres. Por ejemplo, pueden dañar o destruir sus hogares o las comunidades y las infraestructuras de las que dependen para progresar y sobrevivir. Al tener que desplazarse, se ven expuestas a un mayor riesgo de violencia sexual. Los explosivos también son responsables del 72 % de las muertes y lesiones infantiles en las zonas en guerra. Esto se debe, en parte, a que los niños suelen confundir los artefactos sin explotar con juguetes y sufren las consecuencias físicas y psicológicas a largo plazo. 

Los marginados por el patriarcado, la supremacía blanca, el colonialismo y el capitalismo, las personas con discapacidad, los refugiados, los migrantes y los solicitantes de asilo y el colectivo LGBTQ+ también se ven afectados de forma desproporcionada por la violencia armada en todo el mundo. 

Las armas nos afectan a todas y en cualquier lugar. En nuestros hogares, nuestras comunidades y nuestras escuelas. Ponen en peligro la paz, debilitan la sociedad y roban recursos valiosos donde más se necesitan.

Los gobiernos priorizan la violencia armada en detrimento de la seguridad humana 

Sin embargo, a pesar del amplio y devastador efecto de las armas, los gobiernos y las empresas siguen propugnando el comercio de armas a expensas de las vidas humanas y la seguridad. 

Los Estados y las empresas actúan como cómplices y perpetúan los conceptos patriarcales de poder, con sus intereses y normas de género que equiparan la masculinidad con la fuerza y la violencia. Escudándose en la idea equivocada de que la paz se consigue protegiéndonos con armas, invierten casi tres billones de dólares anuales en su desarrollo y, aproximadamente, 200 000 millones en el comercio mundial de armas. No podemos evitar pensar en todo lo que se podría lograr si ese dinero se destinara a escuelas, a servicios de salud y sanidad, a recursos para las comunidades e las infraestructuras públicas.

Los gobiernos, aunque se declaren "feministas", tampoco abordan cómo afecta la disponibilidad generalizada de las armas a las mujeres y otros grupos marginados. Algunos directamente ignoran las violaciones de los derechos humanos, cada vez más frecuentes y facilitadas por el constante flujo de armas. Otros agravan el problema con grandes recortes a la ayuda internacional, a pesar de sus terribles consecuencias para las mujeres y los grupos marginados.

Otro problema sería que las cuestiones sobre violencia armada y desarme no cuentan con la representación adecuada en los Planes de Acción Nacionales (PAN) sobre Mujeres, Paz y Seguridad. Es habitual que la sociedad civil quede al margen de los procesos de consulta y aplicación al respecto.

Las carencias de los gobiernos a la hora de abordar los profundos efectos de las armas son tan numerosas como las vidas que las armas de fuego truncan cada día.

WILPF reclama medidas inmediatas 

Los gobiernos deben actuar con urgencia para abordar las terribles consecuencias de las armas en las vidas y la seguridad humanas, y trabajar para lograr un futuro de paz, igualdad y justicia para todos. 

Desde WILPF y nuestra comunidad internacional de feministas, activistas y pacifistas exigimos a los gobiernos que:  

  • Trabajen para acabar con la producción y la transferencia de armas y cesen inmediatamente las transferencias de armas que no cumplan con la legislación internacional, regional y nacional. En particular, dentro de sus compromisos para eliminar la violencia de género, los gobiernos deben impedir la venta de armas a países con altos índices de este tipo de violencia.
  • Adopten nuevas medidas para controlar el flujo y la disponibilidad de las armas dentro de sus países. Esto pasa también por evitar el desvío de armas y desmilitarizar, desarmar y desfinanciar las fuerzas policiales.
  • Asignen el dinero destinado al comercio de armas y a la militarización a infraestructuras comunitarias como sistemas sanitarios, recursos comunitarios, escuelas, empleos verdes y estrategias de mitigación del cambio climático.
  • Pongan en marcha campañas nacionales en las escuelas y en las comunidades que cuestionen las normas de género que equiparan la "hombría" o la masculinidad con la posesión de armas, la dominación, la agresividad y la disposición a utilizar la fuerza y la violencia. Entre otras cosas, deberían prohibir la publicidad que explota y genera ideas nocivas sobre la masculinidad para vender armas.
  • Colaboren con grupos de la sociedad civil para lanzar campañas que instruyan sobre el impacto de las armas en las vidas humanas en todos los niveles de la sociedad, sin olvidar las consecuencias del comercio mundial de armas en las comunidades y las poblaciones locales. 
  • Garanticen que las organizaciones de la sociedad civil y los activistas intervengan en los procesos destinados a mejorar la seguridad humana y que todas las perspectivas y voces locales estén representadas. 
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