El kibutz que les vende armas antidisturbios a criminales de guerra

Cientos de manifestantes ultraortodoxos bloquearon la entrada a Jerusalén la semana pasada para protestar contra el arresto de estudiantes de una yeshivá considerados “desertores” por las FDI, ya que se negaron a ser reclutados por ellos. La policía israelí envió vehículos especiales antidisturbios que lanzaron agua coloreada a los manifestantes. Las secuencias de agua azul fosforescente salpicadas sobre los manifestantes jaredíes, ataviados con vestimentas blancas y negras, aparecieron en los medios israelíes, principalmente debido al contraste de color. Estos vehículos antidisturbios, fabricados por el kibutz Bet Alfa, que pertenece al movimiento del sionismo socialista Hashomer Hatzair (La Guardia de la Juventud), han sido vendidos al despótico régimen durante décadas. El agua coloreada ayuda a marcar a los manifestantes, facilitando su arresto aún después de haberse marchado.
Hashomer Hatzair y Pinochet
Lily Traubmann, Tamara Santos Traubmann y Daniel Silberman, supervivientes del régimen chileno de Pinochet, a cuyos seres queridos raptaron e hicieron desaparecer, han presentado una solicitud de libre información pidiendo al Estado que desvele sus vínculos con el régimen de Pinochet. Se adjuntó a su petición una declaración jurada del ciudadano israelí Eitan Kalinsky.
En 1989, Eitan y su mujer fueron enviados por la Agencia Judía a Santiago, capital de Chile, para enseñar en un colegio judío. Era el crepúsculo de la brutal dictadura de Pinochet, responsable del asesinato y la desaparición de 3200 personas y de torturar, utilizando algunos de los más crueles métodos de la era moderna, a 40 000 personas.
Durante su estancia en Chile, Eitan y su mujer asistieron a 10 manifestaciones contra la dictadura y a favor de la democracia. En su declaración jurada, Eitan exponía lo siguiente:
«Durante una de las protestas en Santiago había vehículos con cañones de agua coloreada y el color del agua cambiaba cada pocos minutos, por ejemplo, verde muy intenso. El enviado de Hashomer Hatzair me dijo: “Mira, pone '‘Hakibbutz Haartzi Hashomer Hatzair'”. Todos sabíamos que lo habían fabricado en el kibutz Bet Alfa. El agua coloreada empujaba a la gente alejándola con una inmensa fuerza e incluso un escaparate se vino abajo. Era un enviado del Estado de Israel y no podía criticarlo, así que me guardé mi dolor.
Fueron los padres de izquierdas quienes se dirigieron a nosotros y nos preguntaron cómo Israel podía apoyar a Pinochet. No hice ni un solo mal comentario sobre Israel, pero cuando llegué a casa grité. La manifestación con los cañones de agua fue dura. Los manifestantes no se rindieron fácilmente y solo se retiraron por los cañones. Otros me dijeron que en las protestas cercanas a las universidades en el casco antiguo, utilizaron incluso más estos cañones de agua. Solo los vi esa vez, en la protesta [1973] que marcó el golpe de septiembre de 1989».
Según el informe de la comisión del Gobierno chileno para la investigación de los crímenes del régimen de Pinochet en 1989, 19 ciudadanos, hombres y mujeres fueron asesinados o desaparecieron en Santiago. El final de la década de 1980 fue un momento crítico en Chile. El mundo entero contuvo el aliento para ver si Pinochet permitiría la transición a la democracia. El alcance de la represión disminuyó en comparación con los años anteriores y multitud de personas protestaron en todo Chile apoyando la democracia. Pero las fuerzas de seguridad de Pinochet siguieron torturando, haciendo desaparecer y asesinando a civiles que participaron en las protestas, especialmente a aquellos reconocidos como líderes o prominentes defensores de la transición democrática.
Bet Alfa en Burundi
Según Amnistía Internacional, los vehículos antidisturbios creados en la fábrica de Bet Alfa Technologies también han sido utilizados en Burundi desde el comienzo de la crisis política en abril de 2015, debido a la ampliación no constitucional del mandato del presidente Nkurunziza. La página web del kibutz se jacta de la visita del ministro del Interior de Burundi a la fábrica que produce los vehículos antidisturbios en junio de 2013. Al parecer, los vehículos fueron enviados a Burundi a principios de 2015.
Durante los últimos dos años, la ONU y la comunidad internacional han estado en alerta por el genocidio en Burundi. La Unión Europea ha congelado todas las ayudas al Gobierno del país. Serias violaciones de los derechos humanos han acontecido allí: manifestantes han sido asesinados en manifestaciones o en sus propios hogares; cuerpos, incluso de menores, han sido hallados con disparos y esposados, a veces, incluso mutilados; así como activistas de los derechos humanos y periodistas han sido asesinados o han desaparecido. El Gobierno y la oposición llevan a cabo actos de venganza en los vecindarios asociados con el bando rival. Luchas esporádicas han tenido lugar a lo largo del país, especialmente en la capital de Buyumbura. Algunos de los detenidos han sido llevados a centros de detención, incluyendo los hogares del presidente y del ministro de Seguridad Interna. Los funcionarios del establecimiento de la seguridad del país han admitido haber hecho listas de asesinatos con los nombres de los miembros de la oposición y de las fuerzas de seguridad cuya lealtad al régimen era cuestionable.
Los informes de las Naciones Unidas desde septiembre de 2016 hasta agosto de 2017 indican que la violencia en Burundi puede constituir crímenes contra la humanidad. Según expertos de la ONU, las fuerzas de seguridad del Gobierno han hecho un uso excesivo de la fuerza. Por ejemplo, el uso de fuego real contra los manifestantes, incluso contra aquellos que intentaban irse, y el ataque a manifestantes después de que las manifestaciones hubiesen sido dispersadas. También se reveló que “la unidad antidisturbios especial” de la policía ha convertido su sede en Buyumbura en un centro de tortura.
Los hombres y mujeres arrestados por participar en protestas, o bajo la sospecha de haberlo hecho, son objeto de crueles métodos de tortura. Algunos de estos métodos incluyen: atar pesas en los testículos de los detenidos; romper los dedos de las manos y los pies con tornos; encarcelamientos en contenedores cerrados; encarcelamientos con los cadáveres de parientes; obligar a que se sentasen sobre ácido, cristales o clavos; violaciones grupales, a veces ante la presencia de niños; meter las manos y otros objetos en los genitales de mujeres y chicas; inyección de toxinas en testículos y otras partes del cuerpo; acuchillar con cuchillos o machetes; acuchillar los pechos de las mujeres; electrocución; quemaduras con sopletes; cubrir los cuerpos de los detenidos con barro; atar las manos de los detenidos a sus espaldas durante largos periodos de tiempo; humillación y uso de otras expresiones derogatorias, incluyendo comentarios de índole étnica; meter los dedos en los ojos de los detenidos; y colgar a los detenidos bocabajo.
El régimen en Burundi ha sido violento incluso con niños. En mayo de 2016, después de que unos pocos estudiantes de secundaria hiciesen garabatos sobre unas fotos del presidente, cientos de estudiantes fueron expulsados. Las fuerzas de seguridad de Burundi detuvieron a unos 60 estudiantes y la policía se hizo cargo de 16 escuelas.
La “normalidad” de Bet Alfa es anormal
En los últimos años, los medios de comunicación israelíes han dado la voz de alarma sobre la educación militarista y el adoctrinamiento de la derecha en los asentamientos. Pero mientras la izquierda sionista israelí está preocupada por el sistema educativo en Cisjordania, no ha podido examinar lo que está sucediendo en su propio patio trasero. Los miembros del kibutz Bet Alfa no solo financian a su comunidad vendiendo vehículos antidisturbios que facilitan el arresto de los manifestantes, sino que aparentemente también lo ven como una fuente de orgullo.
En la página web del kibutz, junto con anuncios e informes sobre la recogida de botellas de vidrio para su reciclaje, anuncios sobre una fiesta en la piscina, una noche de karaoke, una cosecha exitosa, la exhibición de un cuadro de uno de sus miembros y fiestas de cumpleaños para los miembros que han alcanzado los 80 años, también se pueden encontrar informes sobre la ceremonia de inauguración de un nuevo y avanzado vehículo antidisturbios, encargado por la policía israelí, así como las visitas de las delegaciones policiales de Kenia y Brasil para examinar estos vehículos.
En abril de 2011 se celebró una fiesta de despedida para honrar al director saliente de la fábrica kibutz, que incluía un concurso de panadería. En el evento, el coordinador del kibutz se dirigió al cargo del director saliente:
«Creo que la cumbre de este periodo fue la venta de 45 sistemas antidisturbios a prisiones de California, el envío de 30 vehículos antidisturbios a Zimbabue a través de un enorme avión ruso Antonov y la fabricación de 17 vehículos antidisturbios en 4 meses (un periodo muy corto) en la fábrica turca de Norol, además de transportarlos por tierra y aire a Kazajstán. En todos estos, su mano guía se ha asegurado de que los tratos hayan sido firmados y completados».
¿Cómo les explican los padres del kibutz Bet Alfa a sus hijos qué fabrican y a quién venden sus productos? ¿Qué hace un padre del kibutz cuando sus hijos ven por televisión a un vehículo del kibutz lanzando agua a los manifestantes ultraortodoxos en Jerusalén o contra los manifestantes que apoyan la democracia en Burundi? ¿Hay alguien en el kibutz que vea esto anormal? ¿Hay allí algún objetor de conciencia?
En mayo de 2016, le mandamos una carta a la secretaría de la fábrica del kibutz Bet Alfa Technologies. Les pedimos que nos respondieran a las siguientes preguntas: ¿cuándo se vendieron a Chile los vehículos antidisturbios nombrados anteriormente? ¿Cuáles eran las especificaciones técnicas y quién, en Israel y Chile, había estado involucrado y había autorizado el trato? También les pedimos que publicaran una declaración, en hebreo y en español, aceptando las responsabilidades de los vínculos con el régimen de Pinochet y comprometiéndose a no cooperar en el futuro con los regímenes represivos que violan los derechos humanos.
Un año y medio más tarde, los ciudadanos chilenos e israelíes, Lily, Tamar y Daniel aún están esperando una respuesta. Mientras tanto, la fiesta continúa en el kibutz Bet Alfa.
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