Editorial

Bienvenido a la edición especial de El fusil roto en ocasión del Día de Presos por la Paz. Este año nos hemos centrado en la situación de Turquía. Tomamos esta decisión antes de la actual escalada del conflicto turco-kurdo, que de nuevo pone de relieve el poder del ejército en la sociedad y la política turcas: es la institución que está por encima de todo, del gobierno, de la constitución, de los acuerdos internacionales de derechos humanos.

Si bien en este momento –según nuestras informaciones– ningún objetor de conciencia ni preso por la paz está cumpliendo condena en la cárcel en Turquía, esto puede cambiar cualquier día. Más de 60 personas se han declarado objetores de conciencia desde 1989 (esta cifra no incluye a los testigos de Jehová ni otros objetores religiosos), y numerosos activistas y periodistas se enfrentan a condenas de cárcel por expresarse contra el militarismo, o por informar sobre sus actividades y opiniones. Dos objetores de conciencia –Halil Savda y Enver Aydemir, un objetor musulmán– han estado encarcelados este año y ahora están “libres”, pero oficialmente son desertores. Otros objetores –Osman Murat Ülke, Mehmet Bal, Mehmet Tarhan, por mencionar tan sólo algunos– se encuentran en una situación parecida de “muerte civil”. Y todos los objetores declarados podrían ser arrestados por la policía en cualquier momento y entregados a “sus” unidades militares.

En esta situación de “muerte civil” para los objetores de conciencia, el apoyo internacional es de una necesidad apremiante. Hay que presionar a Turquía para que aplique el veredicto del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y hará falta aún más presión para que este país reconozca de una vez por todas los derechos humanos de los objetores y antimilitaristas. La IRG ha acompañado y apoyado a los antimilitaristas turcos desde el comienzo. Con tu ayuda podremos seguir haciéndolo.

Andreas Speck

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